En huida permanente: los civiles sufren el conflicto en el Congo
Los desplazamientos de civiles son constantes en las provincias orientales de Kivu Norte y Sur a causa de los conflictos protagonizados por una miríada de actores armados. En esta boscosa región no solo confluyen intereses regionales, sino una compleja historia de violencia étnica y de lucha por el control de los recursos naturales. Estas son las historias de cuatro personas que sufren las consecuencias del conflicto, la pobreza y la escasez de atención médica.
David Enabukonjo: Sobrevivir a las balas
David Enabukonjo apoya las muletas con alguna dificultad sobre un irregular promontorio en Bisisi. Desde allí se puede observar el despliegue de una masa de bosques y poblados cuya historia reciente habla de sufrimiento. Los combates entre grupos armados y los ataques contra aldeas de la zona han hecho huir a la población. Algunos han buscado refugio en Bisisi, ubicado en el este de la República Democrática del Congo (RDC). David, que pasea con una camisa de cuadros grises y vaqueros entre las tiendas que acogen a los desplazados, es uno de ellos. Le pedimos que nos cuente su historia en una iglesia abandonada en lo alto del cerro.
El joven congoleño, de 33 años, se vio sorprendido en la cercana población de Cibinda el día 2 de enero por el ataque de un grupo armado. “Cuando llegaron, empezaron a quemar casas, a matar gente y a violar a mujeres delante de sus hijos”, dice David. Intentó escapar pero en ese momento recibió un balazo que le atravesó el muslo.
“Después de sufrir la herida, mi familia me buscó pero no podía encontrarme porque me escondí en el bosque durante dos días”, amplía. Pero finalmente lo hallaron y lo llevaron a Bisisi. La gravedad de su lesión hizo que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) lo trasladara a un hospital de Bukavu, la capital provincial, para que recibiera atención médica. Poco después pudo volver a Bisisi, adonde toda su familia huyó tras el ataque. Es una zona remota a la que se llega por una carretera tortuosa. MSF intenta aliviar el sufrimiento de los lugareños y de los desplazados dando apoyo a un centro de salud en Bisisi. Los que han llegado a este lugar a causa de la guerra, como David, esperan volver pronto a sus casas o encontrar un nuevo hogar.
Sara Machozi: “Nos dijeron que habían quemado nuestras casas”
Sara Machozi también ha encontrado refugio en Kalungu. Pero esta congoleña de 33 años está angustiada por el futuro de su familia y la falta de recursos. “Cuando llegamos aquí, nos dijeron que habían quemado nuestras casas. Nos gustaría volver a nuestra aldea, pero allí la seguridad no está garantizada”, cuenta Sara, que tiene tres hijos a los que alimentar.
La familia se vio obligada a huir a causa de los combates entre grupos armados en la localidad de Kuziza (provincia de Kivu Sur). “Estábamos en casa y escuchamos el silbido de las balas”, recuerda. Huyeron con las manos vacías, con el único objetivo de salvar sus vidas, sin pensar siquiera en el futuro más inmediato: “Por el camino pasamos hambre y enfermamos. No nos llevamos nada, ni siquiera dinero”. Nadie de su familia murió, pero ahora su gran reto es salir adelante. Lo que más le preocupa es lograr subsistir en Kalungu, su lugar de acogida. “Aquí pasamos hambre”, suspira Sara.
Birihoya Bokani: Familias descompuestas por el conflicto
Fue un edificio destartalado el que sirvió como señal de alarma para que Médicos Sin Fronteras lanzara una intervención de emergencia en Minova, en la orilla congoleña del lago Kivu. En la vivienda se fueron agolpando familias de desplazados que huían de dos conflictos diferentes. A veces estos fenómenos no son tan evidentes, porque los desplazados quedan camuflados cuando son acogidos por la población autóctona.
Birihoya Bokani, de 60 años, es uno de los que en junio de 2012 se hallaba en Minova de forma provisional. Su poblado, Ufamando, fue atacado por un grupo armado. Perdió a dos de sus nueve hijos y a su mujer. “Cuando mi esposa estaba a punto de escapar de casa, hombres armados dispararon”, recuerda Birihoya, quien añade: “Muchos más murieron abrasados en sus casas durante los ataques. Mucha gente fue asesinada en el campo y muchas niñas de entre 12 y 15 años fueron violadas”.
Mientras Birihoya cuenta la dolorosa historia, una de sus hijas juega con el micrófono colocado en su camisa. La guerra ha golpeado sin piedad a esta numerosa familia, que se halla sin techo permanente y lucha por sobrevivir.
Shamamba Katone: Una vida entera huyendo de la guerra
“Nos hemos visto obligados a huir de la guerra ocho veces”. Shamamba Katone, de 69 años, es el patriarca de una familia numerosa que ha encontrado refugio en Kalungu, un poblado situado en el este del Congo. Tiene siete hijos y doce nietos. Pese al calor, lleva una holgada americana gris que no se quita en toda la entrevista. Es natural de Zilaro, una localidad situada a unas decenas de kilómetros de Kalungu.
Los nombres de poblados por los que ha pasado junto a su familia se suceden en su discurso. “La primera vez que nos atacaron, escapamos a Bunyakiri. Después volvimos a Zilaro, pero tuvimos que huir de nuevo…”, dice Shamamba. No tiene la cronología clara. Tampoco recuerda un tiempo de paz en la provincia de Kivu Sur, donde se encuentran estas localidades. Pero sí que sabe el precio que ha pagado por la guerra: en todos esos desplazamientos, seis de sus familiares han perdido la vida. También sabe que volver al hogar es, a veces, una utopía. “Te vas de un sitio y, cuando vuelves, tu casa está calcinada”, lamenta Shamamba, aturdido por el recuerdo de la guerra y el desarraigo.