Incursiones nocturnas en Hebrón

MSF
14/11/2013

Pleno invierno de 2013, durante una noche helada, la casa de Ibrahim fue objeto de incursión por parte de soldados israelíes. “Eran muchos, muchos, los soldados. De repente, rodearon la casa y escuchamos cómo rompían todas las ventanas. Echaron abajo la puerta. Irrumpieron como salvajes, no nos dejaron ni hablar, ni preguntar, no les importó si en la casa había ancianos o niños. Nos obligaron a salir a todos, al frío del invierno con lo puesto”, explica Ibrahim, el cabeza de familia. Viven en el norte de Hebrón, en una comunidad pequeña, de aproximadamente 400 personas.

Los soldados arrestaron a Youssef, el hijo de Ibrahim que, con 26 años, vivía en la casa con sus padres y hermana. Durante la detención, de acuerdo con Youssef, los soldados le golpearon brutalmente en los testículos, le dieron una paliza mientras le vejaban y se reían de él. Ese fue sólo el principio de su calvario. En la prisión, demandó ser visto por un médico, pero el facultativo apenas lo observó y le recetó aspirinas. Youssef, aislado en una celda sin ventilación en la cual apenas podía estirar las piernas, asegura que fue interrogado durante 59 días, en los cuales únicamente le daban una hora de descanso. Las palizas se sucedieron hasta que, finalmente lo trasladaron a otra celda, con un preso “colaborador”, destinado a obtener de Youssef información. Youssef asegura que uno de sus amigos, detenido en las mismas fechas, falleció como consecuencia de las torturas. El fue transferido finalmente a otra prisión donde pasó siete meses.

Los equipos de MSF trabajaron con la familia inmediatamente después de la incursión y de la detención de Youssef. Tres semanas después de su encarcelamiento, se detectó que eran tres los miembros de la familia, Ibrahim, su mujer y su hija, los que necesitaban apoyo psicológico mientras Ibrahim estaba asimismo aquejado de problemas respiratorios. Desde entonces, Ibrahim tartamudea, algo que no le había pasado nunca. Las incursiones en la zona siguen sucediéndose regularmente, lo que provoca que la familia viva en constante preocupación y miedo.

Tras la liberación de Youssef, siete meses después, la familia pidió a MSF que lo visitara. Su encarcelamiento había tenido graves consecuencias para él, pero también para su familia. Ya no podía trabajar y todavía estaba bajo cuidados médicos, lo que estaba causando penurias económicas a toda la casa. No podía ocuparse como fontanero, su anterior profesión. Youssef no dormía bien, desconfiaba de todo el mundo y se estaba encerrando, rehuía todo contacto social. Debía dinero, el que había tenido que pedir para ayudar a su familia mientras estuvo encarcelado.

Empezó a recibir apoyo psicológico, médico y de una trabajadora psicosocial de MSF. Todavía ahora acude a sesiones de terapia, aunque ello suponga un viaje de más de una hora y tenga que atravesar varios controles del ejército. Mientras se va recuperando de las lesiones que arrastra desde la prisión se ha inscrito en un curso de especialización de fontanería. Por primera vez ha recuperado cierto optimismo y cree que podrá, poco a poco, salir adelante.