Jamal, kurdo iraní

Jamal huyó de Irán a Irak, pasó por Turquía y cruzó el Egeo para llegar a Europa. Lleva siete meses atrapado en la isla de Samos, en Grecia. Aquí nos cuenta su historia.

MSF
29/03/2017

Mi nombre es Jamal y tengo 49 años. Soy kurdo iraní, pero desde hace 12 años he vivido y trabajado como profesor de universidad en Erbil, Irak, después de huir de mi país natal debido a mi activismo.

Tengo una esposa, Sahra, en Irán, y mis dos hijos viven en Alemania. Tienen 25 y 20 años.

Hui de Irán en 2005, después de que las autoridades me arrestasen debido a mis opiniones políticas. El régimen amenazó a mi esposa. Le dijeron que si no me convencía para volver al país – donde podrían volver a meterme a la cárcel – podría perder su trabajo. He decidido que la única manera de solucionarlo es divorciarnos, aunque en mi corazón ella sigue siendo mi mujer y nos sigamos queriendo.

Tampoco en Irak tengo la seguridad garantizada. En 2016, El Gobierno de Teherán pidió a las autoridades de Kurdistán que me deportasen, alegando que desde 1984 he estado muchas veces bajo arresto en Irán. No tengo ningún lugar al que ir excepto Europa. Turquía, como sabéis, no es un país seguro para los kurdos.

Llegué aquí a Samos en septiembre de 2016. Entonces me sentía como un pájaro liberado de su jaula. Pero desde entonces, llevo esperando el permiso para ir a Atenas.

He soñado toda mi vida con un país donde se respeten los derechos humanos, donde haya democracia. Pero en menos de 24 horas después de llegar a Grecia me di cuenta de que era una quimera y que simplemente había viajado de una jaula a otra.

Ahora vivo en una tienda para una persona. Dentro, tengo mi ropa, un radiador para mantenerme caliente y para calentar mi pan, y un juguete que me recuerda a mis hijos. También guardo todos mis sueños y recuerdos conmigo, en mi memoria.

Uno podría decir que Samos es la jaula más bonita del mundo. Es una isla encantadora, el tiempo es precioso. Pero solo para los turistas. Para nosotros Samos es un centro de detención.

Ojala la gente lo entendiera: nadie abandona su país por un zumo y unas galletas.

Vamos a estar varados aquí meses. No puedo regresar, pero tampoco puedo seguir adelante. Todo lo que puedo hacer es esperar, pero ¿qué espero?

Acabo de pasar de un exilio a otro. Sueño con reunirme con mi familia un día. Estoy cansado de correr todo el tiempo.