"La ayuda humanitaria tiene que ser independiente de cualquier agenda política"
Entrevista con Manuel López, coordinador general de MSF en Zimbabue.

En siete meses, 4.000 personas han muerto por la epidemia de cólera que asola el país, y en los últimos años la esperanza de vida se ha reducido a los 34 años. ¿Podrías explicarnos desde el terreno cómo es posible que uno de los países más desarrollados de África esté en esta situación?
El país ya no está tan desarrollado, desde el año 2000 la situación ha ido empeorando y el PIB ha descendido en estos últimos años. Por ejemplo, Zimbabue que tenía excedente agroganadero y solía exportar comida a otros países de África ahora apenas produce lo suficiente para el 30 % de la población. La industria también ha desaparecido casi totalmente. Y además hay mucha corrupción y abuso a todos los niveles. Así que ya no hay dinero para mantener la infraestructura de agua y saneamiento o el sistema de atención sanitaria. Esto es lo que ha llevado a una epidemia de la dimensión de la que se ha sufrido desde agosto de 2008 con mas de 90.000 casos acumulados.
Desde Harare diriges un equipo de 36 profesionales de MSF y 200 trabajadores locales. ¿Cuál es el trabajo que desarrolláis?
En realidad, podría calificárseles de voluntarios profesionales, porque los salarios son pequeños y la responsabilidad y las condiciones de vida y de trabajo muy duras: médicos, enfermeros, ingenieros, técnicos, administradores, etc. Es un equipo grande que se ocupa de dos proyectos de VIH/sida –uno enorme en Bulawayo y otro también bastante grande en una zona rural que se llama Tsholotsho– y de un proyecto de emigrantes en Beitbridge, a orillas del río Limpopo que hace frontera con Suráfrica y los proyectos de emergencia. El año pasado, la sección española de Médicos Sin Fronteras atendió dos emergencias de malaria, desplazados por inundaciones, una epidemia de diarrea por disentería y dos epidemias de cólera, la segunda de las cuales es la que comentábamos previamente.
El último informe de MSF sobre el país se habla de parálisis de las infraestructuras sanitarias, escasez generalizada de medios, falta de agua corriente y electricidad... ¿puedes explicarnos cómo se vive esta situación en el trabajo diario?
Todos estos problemas de higiene y saneamiento, así como los problemas de infraestructuras para el tratamiento y distribución de agua tienen un efecto inmediato en la salud de la gente. El impacto y expansión de la epidemia de cólera tiene mucho que ver con estos problemas. Por otro lado, la falta de electricidad o agua y el colapso de las estructuras de salud –porque su equipamiento ya no está en condiciones de uso o no tienen personal sanitario–hace que la dependencia de los pacientes de organizaciones y agencias externas sea más y más grande. Nosotros sentimos mucho la presión y la responsabilidad. Cada vez es más difícil hacer nuestro trabajo porque nuestra contraparte, el Ministerio de Salud o el departamento de salud de la ciudad de Bulawayo, se están viniendo abajo y no pueden cubrir mínimos. Cuando los pacientes llegan a las clínicas se los encuentran cerradas, sin médicos o tratamientos, o les pueden pedir mucho dinero por una consulta, muchas veces se vuelven a casa a sufrir la enfermedad o a morirse. MSF intenta mantener los servicios y programas abiertos y ocuparse de las situaciones más críticas.
Otro de los problemas fundamentales es la emigración del personal sanitario huyendo de una situación salarial y de condiciones de vida insostenible. ¿Cuál es la situación concreta de los médicos y enfermeros locales?
Antes de la crisis solamente quedaban el 30% del personal cualificado de salud presente en las clínicas y los hospitales. Y algunos de ellos estaban ya sumidos en la desesperación porque les costaba más el transporte para ir al trabajo una semana que lo que cobraban al mes. Debido a esto, muchos mantienen su puesto pero trabajan lo mínimo y el resto del tiempo se buscan las habichuelas como pueden en el mercado negro o en actividades de economía sumergida. Pero tengo que decir que los pocos que siguen y que no han caído en la tentación de la corrupción, son dignos de elogio y trabajan por pura filantropía y que son los que están salvando a la gente. En las zonas rurales hay enfermeros y enfermeras que son de la comunidad y que sienten el problema de cerca y esos siguen al pie del cañón. El problema es que muchas veces tienen que pensar en sus niños y sus mayores... y se acaban yendo del país.
En el informe mencionáis que las políticas de los organismos internacionales con respecto a Zimbabue no deben plantearse a expensas del imperativo humanitario. ¿Con qué limitaciones os habéis encontrado?
Se ha dicho en muchas ocasiones que la ayuda a Zimbabwe dependía de las posiciones del régimen de Mugabe o del gobierno de Zimbabue y el gobierno nos ha negado la autorización a realizar evaluaciones nutricionales porque dicen que es un tema políticamente sensible, Esto es inaceptable: la ayuda humanitaria tiene que ser independiente de cualquier agenda política y sólo debe estar supeditada a las necesidades de la población en situación crítica. Por supuesto que la ayuda humanitaria sufre manipulaciones políticas de todo tipo en todos lados pero eso hay que denunciarlo porque no se puede dejar que se convierta en algo normal y aceptable. No lo es.
Un dato escalofriante es el de 3.000 muertos cada semana a causa del sida, y uno de los focos principales es la transmisión de madre a hijo durante el embarazo. ¿Cuáles son las principales dificultades para su prevención o tratamiento?
Principalmente la falta de personal adecuado para atender a las mujeres embarazadas o para los programas de prevención de transmisión. Pero también hay mucho riesgo de contagio durante la lactancia y ahí incurren problemas culturales y de economía doméstica.