Las heridas (visibles e invisibles) a bordo del Ocean Viking

Han pasado más de 10 días desde el primer salvamento llevado a cabo por el Ocean Viking, que acoge en estos momentos a 356 personas rescatadas. Hasta ahora, hemos realizado 130 consultas médicas y 63 curas de heridas. Dos miembros del equipo sanitario del barco relatan su experiencia.

MSF
21/08/2019

En la clínica del Ocean Viking, tratamos heridas y otros problemas físicos y hacemos todo lo posible por brindar, al menos, primeros auxilios psicológicos. Sin embargo, lo que las personas rescatadas necesitan de verdad es un apoyo psicológico más amplio y completo que el que podemos proporcionarles a bordo del barco.

Tras los dramas que empujaron a estas personas a abandonar sus hogares, sus peligrosos viajes hasta Libia y la traumática estancia en este país hasta subirse a un bote de goma, cualquier retraso en permitir su desembarco en un puerto seguro las expondrá, de nuevo, a la incertidumbre y la ansiedad. Stefanie y Luca han sido testigos de la situación de emergencia de los supervivientes.

 

Stefanie, de 31 años, responsable del equipo médico

“Tras cada uno de los cuatro rescates, el equipo de Médicos Sin Fronteras realizó una primera evaluación médica, para evaluar las necesidades de las personas rescatadas. Además de las cicatrices, heridas y otros problemas que requerían atención médica inmediata, identificamos a quienes necesitaban también apoyo psicológico.

Los rescatados subían a bordo del Ocean Viking completamente exhaustos, tras pasar muchas horas en el mar, sin dormir, sin agua y sin comida. Estas personas suelen presentar deshidratación, debilidad física general, mareos, hipotermia, hipertermia y quemaduras, fundamentalmente causadas por el combustible o el sol. También hemos visto lesiones sufridas durante la travesía.

Después de las primeras 24 horas, muchos comienzan a recuperarse de los primeros síntomas. Sin embargo, en los días posteriores, continúan viniendo a la clínica, con problemas leves como dolores y molestias corporales, náuseas, dolor abdominal o sensación de debilidad. Estos síntomas pueden ser psicosomáticos, es decir, que el cuerpo responde físicamente a un trauma psicológico que la mente intenta afrontar.

Es habitual que detectemos, durante las primeras consultas para identificar dolencias físicas, heridas o cicatrices, a personas que sufren un profundo estrés. Vemos que se pierden en sus pensamientos y se quedan mirando al vacío. Desarrollan reacciones que no son habituales en otros pacientes, como cuando muestran una sensibilidad mayor o menor al dolor o cuando reaccionan al mero contacto físico en las exploraciones médicas; también se dan reacciones inusuales a ciertos medicamentos.

El trauma que experimentan no suele estar asociado a un solo hecho. A veces es el resultado de una acumulación de situaciones vividas desde la infancia. Muchas personas nos dicen que crecieron en zonas afectadas por la violencia y los conflictos y que tuvieron que huir con sus familias; algunas han perdido a sus seres queridos e hicieron este peligroso viaje por el desierto y por Libia sin compañía alguna.

La mayoría de menores que tenemos a bordo (en total, son 103) nunca han experimentado la sensación de vivir en un lugar seguro, en un ambiente estable, o de disfrutar de un espacio seguro para jugar. Lo que sí conocen bien es la sensación de alerta constante, de ansiedad e incertidumbre, de constante movimiento. En las conversaciones que mantenemos, vemos que esta forma de vida se ha vuelto “normal”.

Ahora tenemos a 356 personas a bordo y es importante que pasemos tiempo con cada una de ellas. Algunas no han estado en contacto con sus seres queridos desde hace mucho tiempo. La consulta médica del barco podría ser la primera vez que son escuchadas o son tratadas con respeto en mucho tiempo.

Hay quien viene a nuestra clínica y llora porque no está acostumbrado a recibir atención. Algunos sienten que no la merecen. En la clínica, tenemos un espacio específico donde pueden compartir estos momentos. Sentimos admiración por su valentía y nos sentimos afortunados de poder escuchar a estas personas”.

 

Luca, de 32 años, supervisor de actividades médicas

“Han pasado más de diez días desde el primer rescate del Ocean Viking y somos conscientes de que pueden pasar incluso más días hasta que podamos desembarcar. Aunque de alguna manera el momento del rescate queda lejos, parece que fue ayer cuando vi a estas personas subir al Ocean Viking completamente exhaustas.

Antes del rescate, pasaron mucho tiempo en el mar en botes muy precarios, sin dormir, sin agua ni comida. Llegaron deshidratadas, débiles, sufriendo mareos, hipotermia y quemaduras causadas por el combustible o el sol. Tras las primeras 24 horas, comenzaron a recuperarse de estos síntomas iniciales.

Hoy nuestro trabajo en la clínica de a bordo se centra en las infecciones cutáneas y respiratorias, las más comunes entre los rescatados. Pero también tratamos a heridos de guerra, ciudadanos libios que presentan lesiones subcutáneas causadas por la metralla de granadas, y a adultos con afecciones crónicas como la diabetes. Tratamos de mantenerlos estables. Hasta ahora hemos realizado 130 consultas médicas y 63 curas de heridas. Hacemos todo lo que podemos, pero somos plenamente conscientes de que algunos pacientes recibirían un mejor tratamiento en tierra.

En estos momentos, la emergencia a bordo más importante es la psicológica. Estas personas han sufrido y están sufriendo un gran trauma. Muchas han sido víctimas de tortura y de violencia sexual en Libia. Hoy, mientras esperan un lugar seguro en el que desembarcar, se consumen en un espacio limitado en medio del mar, en el que su condición solo puede empeorar.

Esta es la situación a bordo del Ocean Viking. Todavía no tenemos un lugar seguro al que llevarlos, pero continuaremos brindando a nuestros pacientes toda la atención que podamos”.