Las primeras mujeres

MSF
22/04/2009

Mi primera imagen de Adén, el gran puerto del sur de Yemen, es un grupo de mujeres vestidas de negro, con burka, entrando en un mar espléndido, vestidas como sombras, y saliendo de ese mar hacia la luz de la playa, arrodillándose para rezar de cara a la Meca y de espaldas al mar.

Por este mar de Arabia transcurre una de las rutas petroleras más importantes del mundo, y los grandes buques son parte de su paisaje. No he visto más luz en mi vida a lo largo de una costa que se roza con el desierto. El mar es transparente, pero dicen los refugiados que han sobrevivido a él que cuando se despierta, es uno de los más peligrosos del mundo.

Los supervivientes, la mayoría somalíes y etíopes, que huyen de la violencia de las armas y el hambre de sus países en busca de mejores condiciones de vida, se lanzan a este mar que ahora miro, y en el que se bañan las mujeres yemeníes. Por esta mar se pasean también los barcos de guerra que una fuerza internacional, en la que participa España, ha enviado hace unos meses para velar por la seguridad del tráfico marítimo (petroleros y pescadores) y defenderlos de los asaltos de los piratas somalíes. Estos piratas, pertrechados con armas modernas son un verdadero azote para eso que se llama la comunidad internacional. Mientras abordan un buque, una firma de abogados británica negocia en nombre de ellos el rescate. Es un sistema de piratería moderna pero con raíces antiguas que es difícil digerir.

Desgraciadamente, Somalia se resume en eso para la llamada Comunidad Internacional. La única respuesta ha sido la de enviar tropas marítimas para defender a los barcos de esos asaltos. Pero de lo que ocurre en Somalia, del drama insoportable de la violencia, de las millones de vidas perdidas, la Comunidad Internacional no tiene ninguna respuesta, porque prácticamente se ha olvidado de Somalia. No es una exageración decir que Somalia es el país más olvidado de la tierra. No existe otro lugar igual, sin Estado, sin reglas ni autoridades que gobiernen, salvo el grupo que dispare más y mejor. Y así desde el año 92. Da escalofríos pensar cómo se puede condenar a una población al olvido de una manera tan sólida y duradera. Por qué entonces iban a importar demasiado los cientos de miles de somalíes que han cruzado y siguen cruzando el golfo de Adén a riesgo del mar, y de los traficantes de personas que los llevan hacinados en viejos barcos de pesca, maltratándoles por el camino.

Aquí mismo, donde miro, vinieron a dar muchos con sus cuerpos en las playas. Pero en ese mismo mar que miro, están los ojos de España y de la Comunidad Internacional mirando para otro lado, mientras cruzan en condiciones medievales los más olvidados de la tierra. Hay un campo de refugiados del ACNUR aquí cerca, en un lugar en medio de la nada (nada de árboles, nada de agua, nada de nada) que se llama Kharaz. Hay también un centro de recepción de Médicos sin Fronteras en Awhar, un lugar de la playa donde arriban muchos somalíes y etíopes, no siempre con vida. Están ahí para darles asistencia a su llegada. Muchos de ellos están confusos, la mirada perdida, les cuesta asimilar que han llegado con vida. Pueden haber navegado durante un día, o incluso durante tres, en dependencia de los vientos. Pueden haber perdido a su gente, madres a sus hijos, lanzados por la borda, pueden haber sido víctimas de los golpes con el cinturón de quienes los traen a cambio de unos dólares. Pero si la vida les alcanza y llegan, al menos la primera noche puede que, con suerte, reciban asistencia humanitaria. La vida sigue después de esa primera noche.

La vida sigue, incluso para quienes ya están olvidados, y para nosotros ya no existen desde hace muchos años. En la playa que contemplo, las mujeres yemeníes, con el rostro cubierto, le dan la espalda al mar y terminan su rezo. Recogen sus cosas y se van. Son las primeras mujeres que veo, pero no las puedo ver. El sol les ha secado el agua del mar en sus ropas. Extraño y fascinante país, Yemen, donde vienen en busca de la vida del día siguiente los somalíes y los etíopes. De ellos, los etíopes tendrán que seguir corriendo, porque no son considerados refugiados. Esos azares del derecho internacional. No me pregunten por qué. Los somalíes al menos pueden refugiarse en un campo. Mañana iremos a visitarlos.