Madres e Hijos (por Maartje Hoetjes, Médica de MSF en Leer, Sudán del Sur)

Nos acaban de llegar dos personas con heridas de bala al hospital de MSF en Leer. Hace apenas unas horas estaban en la celebración de una boda, con sus amigos y su familia. De pronto, alguien entró y empezó a disparar contra la multitud. Cinco personas resultaron gravemente heridas. Dos, los dos que han llegado hasta aquí, han salvado de momento la vida, pero otras tres sufrieron heridas de gravedad y han muerto en el camino. Una de las víctimas es un niño de 12 años, que se encuentra ingresado en la unidad de cuidados intensivos. La enfermera me comenta que le dispararon en la nalga y que la bala salió por su estómago. Uno de nuestros médicos le ha limpiado la herida lo mejor que ha podido y se la ha vendado. Todos esperamos que la bala no le haya tocado ningún órgano vital, pero ahora mismo el principal problema reside en la fuerte hemorragia que sufre, por lo que dos de nuestros técnicos de laboratorio están tratando de encontrar un donante de sangre como sea. Tendido en un colchón del otro lado de la unidad de cuidados intensivos tenemos al otro herido: es un chico joven y lleva la cabeza vendada. La bala le entró por la parte de atrás del cráneo y salió justo por encima de su ojo derecho. Está inconsciente. Viendo la gravedad de sus lesiones, me resulta sorprendente que haya sobrevivido tanto tiempo. Visito los otros departamentos del hospital, observo el panorama que hay a mi alrededor y charlo un momento con mis colegas del centro de alimentación terapéutica. Tenemos un montón de niños ingresados. Salgo de allí y me dirijo hacia la sala de maternidad, de donde salen unos gritos desgarradores.