El mayor olvido

MSF
22/04/2009

Estoy acompañando a una serie de escritores que están escribiendo reportajes sobre contextos olvidados. Y acabamos de aterrizar en Yemen. Lo primero que debo aclarar es que hemos venido a este país extraño, maravilloso y único porque no podemos entrar en Somalia. Porque en realidad de lo que queríamos hablar es de Somalia. Un poco loco todo esto. Pero así es la vida, y así es la guerra, la que hay allá en Somalia desde 1992, que es lo mismo que decir desde siempre.

Por esa guerra, miles de somalíes miran al mar de Arabia como su única esperanza: cruzar el golfo de Adén rumbo a Yemen, donde saben que se les considerará como refugiados. En términos legales eso quiere decir que tendrán derecho a residir en el país y se les dará asistencia. Así, todo suena bien, e incluso, vale la pena intentarlo. Muchos somalíes emprenden la huída de Somalia desde el sur, y desde la capital, Mogadiscio, hoy territorio comanche donde manda el que más tiros pega.

Probablemente no haya en el mundo una ciudad como Mogadiscio ni un país como Somalia. No los hay porque simplemente ya no existen. Claro, es una metáfora, pero de pronto una metáfora real. No quiero jugar con las palabras. Es que de verdad Somalia no existe para nadie, ni siquiera para nosotros que queríamos hablar de Somalia, porque no pudimos entrar. No es un país, sino un caos, donde millones de personas se rifan la vida cada día a morir por las balas, o por la desnutrición. Somalia ya no pone los ojos más que en el mar.

Desde Mogadiscio hasta Bossaso, la ciudad del norte desde donde salen los barcos a Yemen hay un largo trecho. Mujeres solas violadas por el camino, niños y jóvenes acogido por mujeres solas, y hombres jóvenes que huyen, a veces también solos, a veces en grupo. Llegan a Bossaso y esperan. Esperan poder reunir el dinero para pagar a los traficantes de personas que les hacen cruzar el golfo de Adén hacia Yemen en viejos barcos pesqueros donde los hacinan y les van dando latigazos con sus cinturones para que se estén quietos, aunque el moverse sólo sea para coger aire.

El año pasado un equipo de periodistas franceses viajaron con ellos y la cámara lo grabó todo. Al llegar, si el barco no ha volcado, si los traficantes no han arrojado a mucha gente que no sabe nadar, si no se han perdido, estarán en Yemen y serán refugiados. Suena bien ahora. ¿Un final feliz? Bueno, queríamos saber qué ocurría después. Nos habían contado lo de Somalia, y también la travesía, pero no tanto qué ocurría con ellos después. Y pusimos nuestros ojos en ellas, las mujeres somalíes en Yemen. Qué ocurrirá con ellas una vez que llegan y pasa la vida. De momento apenas estamos en Sanaa, la capital de Yemen. Acabamos de llegar y la parte vieja de esta ciudad a la que se entra por una puerta de arco antiquísima nos aguarda. Es un cuento de las mil y una noches, y la gente ayuda al decorado, como si fuera un casting para Lawrence de Arabia. Una magia envolvente. La UNESCO la declaró patrimonio de la humanidad. No existe algo igual en el mundo. De momento los ojos están en la ciudad de los cuentos. Pero lo que sigue no será un cuento.

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