MSF en primera linea: Bossangoa, RCA
Ha pasado más de un año desde el golpe de Estado y los enfrentamientos entre los grupos armados Séléka y anti-Balaka han sumido a la República Centroafricana en el caos. Los habitantes de la ciudad de Bossangoa y sus alrededores fueron algunos de los que corrieron peor suerte: sus casas y campos ardieron, y muchos fueron asesinados. La población cristiana se refugió en la misión católica local y los civiles musulmanes huyeron, primero a la Escuela Liberté y luego en convoyes de camiones a la relativa seguridad del país vecino, Chad. Un grupo de trabajadores de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Bossangoa lo presenció todo.<br><br>

Nelly-Hortensia Mayah
Enfermera, de Bangui
"Empecé a trabajar en una clínica móvil en las afueras de Bossangoa en diciembre. Viajábamos varios kilómetros a pueblos pequeños y los encontrábamos vacíos, porque la gente había huido al bosque. Conocimos a muchas personas que habían perdido a miembros de su familia, o habían visto sus casas y campos quemados por los Séléka. A veces encontrábamos personas con graves quemaduras, heridas de bala, o con cortes de machete. Cuando llegábamos a un pueblo avisábamos de que estábamos allí para que las personas salieran del bosque a recibir tratamiento."
Moustapha Adjaro
Auxiliar de Enfermería, de Bossangoa
"Soy un huérfano de Bossangoa, y volví desde la capital cuando empezó el conflicto. Estoy trabajando en la zona musulmana, en la Escuela Liberté. Hay muchas razones para mi partida. Una es que mis hermanos y mi abuelo fueron asesinados. Además, a los musulmanes no nos quieren aquí. Si la situación fuese distinta me quedaría para trabajar. Pero estar aquí solo es un riesgo. Quiero irme para salvar la vida. Estaba aquí cuando llegaron los camiones para llevar a mi esposa e hijos a Chad. Todavía estoy esperando mi turno. Prometieron volver rápidamente, pero ya han pasado un par de meses."
Moustapha fue evacuado de Bossangoa a Chad con el resto de la comunidad musulmana local el 11 de abril 2014.
Elizabeth Rolfes
Médica, de Alemania
"Recuerdo a una mujer que estuvo de parto durante varios días. No se atrevía a venir al hospital de Bossangoa a causa de la violencia. La trataron en su pueblo, pero el bebé no nacía. Intentaron sacarlo, pero no funcionó. Al final vino andando 40 kilómetros hasta el hospital. El niño murió al cabo de uno o dos días y la mujer tenía heridas espantosas. Va a sufrir las consecuencias durante mucho tiempo por culpa del miedo. Su bebé ha muerto y ella tiene una fístula."
Paul Van Der Laan
Doctor, de Holanda
"En diciembre, cuando estalló el conflicto entre anti-Balaka y Séléka, en Bossangoa construimos una valla alrededor del hospital para intentar asegurar que las personas estuvieran a salvo. Esta es la última población en la que vivieron juntos musulmanes y cristianos. En cirugía atendimos a un buen número de pacientes que habían sido heridos en el bosque, pero que temían salir de allí. Les habían disparado dos semanas antes, y llegaban con heridas infectadas, y a menudo con daños irreparables, y la única solución para que sobrevivieran era la amputación. A muchos los tenían que transportar, y no se atrevían a venir por las carreteras, porque era demasiado peligroso. Fue todo muy complicado."
Jean-Didier Longa-Ikona
Enfermero, refugiado de la República Democrática del Congo
"Nací en Kinshasa, pero cuando comenzó la guerra en mi país decidí cruzar a RCA. Aquí estoy solo. Cuando estalló el conflicto en torno a Bossangoa no había organizaciones humanitarias. Sólo veíamos vehículos militares. Mostrábamos a la gente nuestra ropa de MSF para que supieran lo que hacíamos. Les decíamos que estábamos allí para ayudarles en su dolor y que en la clínica no se permitían ni armas ni cuchillos. Le decíamos a la gente que su familia podría recibir tratamiento de manera segura aquí, si la situación se agravaba. Algunas personas aceptaban, pero otros se negaron a creernos: decían que si intentaban venir a donde estábamos recibirían disparos."