No podemos dejarles solos (por Luis Encinas, enfermero en la emergencia de Ébola de Guinea)

MSF
07/04/2014

Mi historia empieza a las 16.30, en el lugar donde nos reunimos cada día con los funcionarios y los médicos del hospital. Veo a mi amiga Kathleen, quien a partir de mañana será mi reemplazo en esta emergencia. Quiero volver a la zona de aislamiento, tratar a los pacientes, dedicarme a ellos, ser hoy parte de su vida. Nos dirigimos hacia el otro extremo del hospital, hacia lo que antes de la aparición del Ébola era el área de Pediatría. El calor y la humedad nos hacen sudar a mares. Si me paro a pensar, me siento abrumado por todo lo que está pasando y por lo que queda por hacer. A la vez, mientras llegamos a la entrada trasera del edificio, siento una vaga satisfacción.

Vamos a prepararnos: bebemos medio litro de agua cada uno, nos ponemos las botas, la chaqueta, los pantalones verdes de aislamiento, los guantes, el mono de trabajo cerrado por varias partes, con nudos simples, ni demasiado apretados ni demasiado flojos, y con una abertura que nos permite colocarnos la mascarilla. Es el conocido traje de astronauta. ¡Listo! Uno siente que su temperatura corporal aumenta en varios grados. Es el momento de colocarse el segundo par de guantes, esta vez quirúrgicos. Medito sobre las ventajas de llevar estos guantes estériles, me imagino que son los únicos que hay en el mercado. Me cierro el mono con velcro, y me pongo las gafas de protección, a las que nosotros llamamos gafas de esquiador, de lo grandes que son. Repasamos que toda la ropa y los complementos de protección estén ajustados y bien puestos: ya estamos listos para entrar en la zona de aislamiento.

Llevamos con nosotros comida, agua y medicamentos para los pacientes. Nos dirigimos hacia el largo pasillo y llegamos a la primera sala: tiene 10 camas y es oscura y amplia. Veo que ya no están dos de los tres pacientes que estaban ayer. Hace casi una semana llegó al hospital una pareja, y aquí siguen: los recuerdo muy bien porque cuando estuvimos en su casa estaban lavando el cuerpo del último de sus hijos. Demasiadas emociones en medio de un silencio sepulcral.

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