Nueva York-Bihar, dos realidades muy distintas (por Nell Eisenberg)

MSF
13/05/2009

A las 8 de la mañana salgo de mi apartamento, bajo las escaleras y llegó a nuestra oficina, situada en la planta baja de mismo edificio. Me alegra comprobar que la conexión a Internet vuelve a funcionar. Miro mi cuenta de correo personal, hay seis correos basura, dos o tres mensajes de trabajo y ningún correo de amigos o familiares.

Durante dos horas trabajo en la oficina antes de salir para el hospital. Reviso varios informes, hago una lista de libros médicos esenciales para nuestra biblioteca en el terreno y organizo las rotaciones de los médicos nacionales de septiembre a diciembre del 2009.

A las 10 y cuarto, llegó al hospital para pasar consulta. Hoy el equipo que hace la ronda está formado por cuatro enfermeras, tres médicos y un asistente. La sala está casi llena, hay unos 40 pacientes dentro y 10 más en el pasillo.

La forma de pasar consulta es bastante distinta a la del hospital de Nueva York donde trabajaba. En Nueva York, las visitas a los pacientes por parte de familiares o amigos solo se permiten durante las horas fijadas. En Hajipur, cada paciente tiene una persona allegada que se ocupa de él las 24 horas. Si el paciente es un adulto, generalmente su madre o su esposa se quedan con él todo el tiempo. Si se trata de una mujer casada, su marido o su suegra están junto a la cabecera de su cama. Generalmente si tiene hijos menores de tres años éstos también están allí. A menudo, hay familias de tres o cuatro personas que comparten cama durante todo el tiempo que dura el ingreso. En Nueva York, a veces tengo que esperar a que mis pacientes acaban sus llamadas telefónicas o apaguen el televisor para visitarlos. En Hajipur, los enfermos y sus cuidadores esperan impacientes en sus camas a que el equipo médico llegue hasta ellos.

En Nueva York, las historias clínicas se introducen en archivos médicos informatizados. La mayoría de los pacientes acumulan cientos de páginas con un solo día de estancia en el hospital. En Bihar, la documentación es mínima en las estructuras del Ministerio de Salud. Los pacientes generalmente no tienen una historia clínica que documente el curso de su enfermedad. A veces, cuentan con una o dos páginas en las que el médico o la enfermera ha anotado algo ininteligible deprisa y corriendo. En la unidad de kala azar, Médicos sin Fronteras (MSF) dispone de sus propios archivos para poder hacer un mejor seguimiento de la enfermedad del paciente. Nuestras historias clínicas son de cuatro páginas con espacios para completar con el nombre del paciente, el nombre de su padre, su aldea, edad y cuartel de policía más cercano. En la historia clínica incluimos la historia relativa al kala azar, la duración de la fiebre, la presencia o ausencia de otros síntomas, y el examen físico. Al final del formulario de ingreso, hay un espacio para anotar el consentimiento del ingreso por parte del paciente. Más de la mitad de los pacientes son analfabetos y no pueden firmar el formulario, por lo que utilizamos la huella dactilar en lugar de la firma.

Durante mi primera semana pasando consulta me di cuenta de que los pacientes parecían siempre más mayores o más jóvenes de la edad que decían tener. Cuando pregunté al personal nacional, me dijeron que muchos de nuestros pacientes no saben los años que tienen. Al principio no me lo podía creer, pero tras preguntar yo misma a varios pacientes me di cuenta de que era cierto. Por lo menos una cuarta parte de los enfermos no me sabe decir cuántos años tienen.  

Muchos de los enfermos parecen asustados cuando me acerco a sus camas. Los niños menores de tres años rompen a llorar incluso antes de acercarme lo bastante para examinarles. Los adultos no suelen hablar antes de que les dirijan la palabra. No sé hablar hindi, y ninguno de los pacientes puede hablar inglés. Un médico o una enfermera nacional hace de traductor. Pero a veces, incluso con la traducción, puedo tardar un tiempo en entender lo que un paciente está intentando explicar. Algunas cosas que son culturalmente aceptables en Bihar, parecen locuras para  un médico extranjero; varios pacientes me han informado que no comen ni naranjas ni plátanos porque no les van bien para la tos. Otro, me dice que tiene fiebre sólo en el estómago. 

Por la tarde, las enfermeras, médicos, educadores de salud y logistas nacionales se reúnen en la oficina para una sesión de lluvia de ideas sobre cómo poder mejorar nuestras actividades en estructuras rurales. La participación es activa. Se discuten varias ideas, aclarándose nuestras prioridades para los próximos 18 meses de proyecto.

De la oficina a casa tardo menos de un minuto. Quiero hacer ejercicio, pero es imposible hacer nada fuera. Hago un poco de yoga en la habitación, miro una película en DVD y cuando acaba estoy más relajada y ha refrescado lo bastante como para hacer del sueño una realidad.