Un nuevo proyecto (por Ainhoa Vivero Larraza)

La vida con Médicos Sin Fronteras es errante. En cada proyecto hay un nuevo mundo por descubrir: una nueva cultura, política, religión, costumbres, clima, idioma, comida, olores, colores, enfermedades... Y un nuevo equipo con quien trabajar, compañeros nacionales e internacionales. Con estos últimos, trabajas y convives. Llegar a un nuevo proyecto requiere un gran esfuerzo de adaptación. Emocionalmente hablando, te vuelcas en tu nueva realidad, conoces y estrechas lazos con nuevas personas, pero a ratos añoras esos momentos especiales con tu familia y tus amigos. Cuando te marchas de un proyecto, de nuevo un desgarro, un nuevo adiós a muchas personas con quien has compartido entrañables momentos y que probablemente no vuelvas a ver. Siempre entre dos mundos. Siempre un hola y un adiós.
Conocí a Nell estudiando medicina tropical en la Tropical Medicine School of Liverpool, compartimos muy buenos momentos, cultivamos una amistad. Las dos ya trabajábamos con MSF. Estuvimos en contacto por correo electrónico, pero no tardamos mucho en volver a vernos, después de seis meses nos encontramos en Hajipur.
Hace un mes y medio que llegué a Hajipur, siento que ahora es mi hogar. Comparto piso con mis compañeros de trabajo, Grigor, de Armenia, el coordinador de IEC (Información, Educación y Comunicación); Pawan, de Inglaterra, la coordinadora del terreno; Sara, de Suecia, enfermera, y Rafael, de Andalucía, encargado de la logística del proyecto. Las primeras semanas me han servido para orientarme, aprender cómo funciona el proyecto y conocer la labor del equipo que coordino (siete médicos nacionales, dos técnicos de laboratorio y un recolector de datos).
Antes de empezar un nuevo proyecto desempolvas los apuntes de medicina tropical, vuelves a estudiar, a documentarte, y empiezas a hacer las maletas. En mi primer día en el hospital de Hajipur vi más casos de kala azar que en toda mi carrera profesional en Barcelona.
Disfruto con el trabajo, es sorprendente como en pocos días nuestros pacientes vuelven a sonreír, de nuevo hay esperanza para ellos. Kala azar, en hindi, significa fiebre negra. Como el nombre indica, produce fiebre e hiperpigmentación cutánea. Otra característica de la enfermedad es el aumento de tamaño del bazo y del hígado y la inmunosupresión. Sin tratamiento la mortalidad es muy alta, entre el 85 y el 90% de los casos, principalmente debido a infecciones secundarias.
Como ya explicó Nell en previos posts, los pacientes afectados de kala azar son los pacientes más pobres. En India, y especialmente en algunos estados como es el caso de Bihar, donde trabajamos, el sistema de castas está muy arraigado. Las castas más bajas, los Musahar, son los más expuestos a esta enfermedad. Viven en zonas rurales, en casas de adobe y en contacto estrecho con el ganado. Y es en este contexto donde el insecto que transmite el kala azar, un díptero de la familia phlebotominae, género phlebotomus, reside. El acceso a la sanidad es difícil para ellos, por falta de recursos económicos. Cuando están enfermos buscan solución en los quacks (que actúan como sanitarios pero no están cualificados) o curanderos tradicionales, que por la creencia de que la causa de la fiebre es debida a un espíritu maligno, hace ofrendas (pujas) a los dioses para combatirla. Y es a esta población a la que damos asistencia.
Desde mi punto de vista, como médico no solo tienes que garantizar una buena asistencia médica, sino también entender a la persona que hay detrás de la enfermedad. Por ese motivo es muy importante aprender las costumbres, creencias, miedos, tabús, de la comunidad con la que trabajas. Siempre necesitas de un traductor, para poder comunicarte, pero es recomendable aprender algunas palabras de su idioma, en este caso hindi; namaste (hola), Aap kaise hai? (cómo estás), dhanyabad (gracias), dard (dolor), bukhar (fiebre), etc.
La vida y el trabajo en Hajipur pueden llegar a ser duros, cada día es un reto, pero al final del día me acuesto feliz de estar aquí.