Pakistán: relato de un rescate con final feliz
Las continuas y fuertes lluvias que cayeron en las provincias de Khyber Pakhtunkwa y Baluchistán están siendo un importante obstáculo para la prestación de ayuda humanitaria. James Kambaki, coordinador del proyecto de MSF en Baluchistán, relata desde allí las enormes dificultades que están teniendo para llegar a los afectados.

Martes 10 de agosto de 2010
Nos dijeron que había un grupo de personas alrededor de Khabula que estaban atrapados y aislados, pero no estábamos seguros de dónde se encontraban exactamente. Estuvimos más de dos días dando innumerables vueltas en los 4x4 por terrenos completamente anegados hasta que por fin dimos con ellos. Cuando les vimos, me quedé en estado de shock: hace algunos días estuve en este mismo área y por aquel entonces todo estaba completamente seco. Recuerdo que la gente se encontraba cultivando las tierras, cuidando su ganado y viviendo en completa normalidad, pero ahora todo está completamente inundado. Por lo general, primero se producen las lluvias y a continuación llegan las inundaciones. Sin embargo, aquí la inundación ha tenido lugar bajo un sol abrasador.
Fuimos en coche hasta donde se podía avanzar y llegamos hasta la orilla de un gran canal. En medio del mismo, pero bastante lejos de donde estábamos, pudimos ver a miles de personas varadas en un pequeño trozo de camino que estaba completamente aislado por el agua. Nos hacían gestos para pedirnos ayuda, pero no había manera de poder llegar hasta ellos. Un hombre que estaba completamente desesperado se lanzó al agua y atravesó a nado el canal inundado para llegar a nosotros. Con muchos esfuerzos logró salir del agua con la ropa chorreando. En cuanto recuperó un poco el aliento, nos dijo: “Hemos estado atrapados aquí durante siete días y no hemos comido. Hay unas 3.000 familias varadas en medio del canal, la inundación nos pilló desprevenidos y fuimos atrapados por la crecida del agua sin ni siquiera darnos cuenta”. La mayoría de sus casas han quedado sumergidas y todo lo que tienen es la ropa con la que estaban vestidos en aquel momento y algunos artículos que han logrado rescatar. La mayor parte de sus reservas de alimentos y la mayoría de sus posesiones se han perdido.
Hay un montón de niños jugando felices en el barro. Para ellos todo resulta divertido y un cambio de su vida normal, pero para sus padres aquello es la devastación total.
Un señor mayor me agarró del brazo y señalando a través del agua trataba de contarme dónde estaba su hogar. Yo no podía ver nada; lo único que había era agua, por lo que su casa debe estar completamente sumergida. La mayoría de las personas que están ahí aisladas son campesinos que trabajan para los propietarios de las tierras, por lo que tienen otro sitio adonde ir. Este es el único lugar que tienen y las casas de barro donde viven es su único hogar. Aquel señor mayor y su familia, al igual que muchos otros, lo han perdido casi todo.
Hemos distribuido 250 kits de higiene a la gente que está en nuestro lado del canal y a los que han logrado cruzar a nado, junto con utensilios de cocina y lonas de plástico para que puedan construir algunos refugios temporales con los que protegerse del sol. La ola de calor se ha convertido en un verdadero riesgo y no tienen ningún tipo de protección.
Otro problema grave ahora mismo es el agua potable. La gente suele obtener del canal la mayor parte del agua que consumen, pero éste se encuentra ahora completamente contaminado. Sin embargo, yo no puedo pedirles que no beban ese agua porque es la única alternativa que tienen. Probablemente se dará un incremento de diarreas y de infecciones del tracto respiratorio, además de problemas de desnutrición, así que en los próximos días vamos a poner en marcha una clínica móvil para los afectados.
Vamos a hacer todo lo posible para encontrar una manera de atender a estas personas varadas. Hemos organizado un barco, pero no llegará hasta la próxima semana y esta gente no puede esperar tanto tiempo. Esperamos poder encontrar otra ruta para llegar a ellos. Tenemos que encontrar alguna manera de hacerlo.
Jueves 12 de agosto de 2010
"Han pasado un par de días y hemos vuelto a Khabula para tratar de ayudar a las miles de personas que estaban atrapadas por el agua en aquella pequeña franja de tierra. Le habíamos estado dando vueltas a cómo podríamos llegar hasta allí, pero finalmente encontramos una solución: con tierra y otros materiales hemos logrado rellenar una pequeña sección de terreno y hacer un camino provisional a través del cual hemos podido llegar hasta ellos. El camino era demasiado inestable como para pasar con los camiones a través de él, pero al menos nos las hemos arreglado para conseguir pasar con algunos 4x4”.
¡No os podéis imaginar lo felices que se han puesto al vernos! Muchos de ellos llevaban atrapados aquí desde hace más de una semana, sin apenas comida ni refugio, y la situación comenzaba a ser desesperada. Cuando por fin hemos conseguido llegar a la franja de tierra, todos hemos sentido un profundo alivio, pues hasta hoy mismo no sabíamos cómo íbamos a hacer para pasar. El “dispenser” de la aldea, que es algo así como el médico y farmacéutico local, me comentaba hace un rato que nadie esperaba la llegada del agua y que por esa razón todos acabaron atrapados aquí. "Nos levantamos a las 3 de la mañana y el agua ya estaba a nuestro alrededor"... “nos pilló desprevenidos en medio de la noche. Toda la gente del pueblo se dirigió entonces al único lugar seco que pudieron encontrar, que no es otro que aquella pequeña franja de tierra”, me decía. Algunos consiguieron llevarse algo de trigo con ellos, pero la mayoría no tenía apenas nada. Desde aquella franja de tierra se ve una escuela parcialmente sumergida y la mezquita, junto con los otros edificios del pueblo.... todo está debajo del agua. La devastación es enorme.
Tan pronto como conseguimos llegar, organizamos una distribución de kits de higiene y de utensilios de cocina y establecimos una clínica móvil. En otros lugares donde hemos estado la gente estaba realmente enojada y todo era un caos cuando empezamos a distribuir, pero aquí el ambiente ha sido muy tranquilo y la distribución ha ido bien. Nos las hemos arreglado para conseguir material para cerca de 500 familias y la gente ha estado muy receptiva con nosotros.
Estábamos muy preocupados por la falta de agua potable, ya que los canales que llevaban el agua hasta el pueblo están contaminados. En la clínica móvil hemos hecho una distribución de cloro y hemos dado una serie de charlas y demostraciones prácticas sobre cómo purificar el agua con ese cloro. Esperamos que ahora beban el agua limpia, pero volveremos en unos días para ver hasta qué punto se está utilizando el material que les hemos dado.
Tenemos dos médicos con nosotros y nuestro coordinador médico también está aquí. En la clínica móvil han estado mayoritariamente tratando enfermedades de la piel causadas por el agua y el calor, junto con algunos casos de diarrea e infecciones del tracto respiratorio.
Es una situación extraña. El agua sigue creciendo, y contrariamente a lo que sucede en otros lugares donde se han producido inundaciones, y en los que la gente está ansiosa por abandonar la zona, aquí la gente no quiere irse; sobre todo porque no tienen a dónde ir. En los alrededores, las carreteras están completamente llenas de gente en movimiento, tratando de encontrar tierra seca y que en lo posible esté protegida del sol. Creemos que hay alrededor de 15.000 personas desplazándose de un lugar a otro. Muchas de estas personas lo han perdido todo y no saben cuando van a regresar a sus hogares. La situación es desesperante: la crisis humanitaria no sólo no se ha reducido, sino que es cada vez mayor.
Queda mucho trabajo por hacer, pero seguiremos viniendo a Khabula para asegurarnos de que la gente reciba toda la ayuda que necesita.
Relato publicado originalmente en www.elmundo.es.