Perú: la COVID-19 evidencia el abandono de las comunidades indígenas en la región amazónica
Se han tenido que enfrentar a la expansión de la pandemia desprovistas totalmente de mecanismos de contención: los que enfermaron sufrieron los síntomas en casa, sin ningún tipo de asistencia u orientación. El coste de vidas y en salud mental es enorme.

Carol Bottger es nuestra médica y coordinadora de Emergencias de Perú, y ha trabajado con Médicos Sin Fronteras en todo el mundo. Cuando los casos de COVID-19 comenzaron a aumentar en Perú, decidió regresar a su país de origen para liderar una respuesta de emergencia en la región amazónica.
“En mayo, cuando la situación se tornó crítica en el Perú, supe que tenía que regresar a mi país. Pero, estando en medio de la respuesta a otra epidemia en República Democrática del Congo, tomar esta decisión fue un proceso bastante difícil y supuso para mí muchas horas de angustiosa reflexión. Por un lado, no quería poner en riesgo la intervención en la que estaba y, por otro, sentía que era mi deber estar al lado de los míos (esta vez). Y además, con el contexto de esos días, no podía dejar de pensar en mi hijo (en Canadá). Por supuesto, también me cuestionaba no estar con él en esos días tan inciertos.
Con las fronteras aéreas cerradas por todos lados y las restricciones de vuelos en África y Europa, mi camino de regreso a Perú fue largo y lleno de contratiempos. Pero siempre conté con alguien para aligerarme el camino o la espera, colegas de MSF, colegas peruanos, amigos, familia y personal del ministerio de relaciones exteriores del Perú. Especialmente de la embajada de Perú en Barcelona, quienes fueron excepcionalmente amables.
Aterricé en Lima el 11 de junio, llegaba sola para hacer la primera evaluación y lanzar una propuesta. Llegué con mucha incertidumbre y preguntas en la cabeza ya que no trabajo en Perú desde el 2010 y pensaba que me costaría obtener información y moverme en el país. Pero gracias al apoyo y la gran apertura de las autoridades sanitarias del país, particularmente del Ministerio de la Salud, de la Dirección de la DIGERD y las direcciones regionales, así como otros actores y colegas ex MSF que se encontraban en el Perú, pude obtener información relevante, viajar donde fue necesario y terminar la evaluación y lanzar una propuesta en un tiempo muy corto (tres semanas).
Al principio de julio llegaron mis colegas MSF y, desde entonces, estamos trabajando como en cualquier otra intervención en otras partes del mundo. Recuerdo con cariño, la gran emoción que viví cuando llegaron mis colegas MSF. Se me cayeron las lágrimas al comprobar que era verdad, que MSF estaba en mi país y yo también estaba aquí, colaborando esta vez para aliviar el sufrimiento de mis compatriotas.
Una crisis sanitaria prolongada
Desde la detección de los primeros casos de COVID19 en Perú, el gobierno estableció diferentes medidas para frenar la expansión de la pandemia. Se cerraron fronteras, se declaró el país en estado de emergencia, se estableció una cuarentena y un toque de queda entre otras medidas bastante rígidas. Estas medidas se fueron adecuando con el tiempo pero lamentablemente con muy poco éxito.
A la mitad del mes de mayo el país había reportado más de 70.000 casos confirmados y aunque el recuento de fallecidos no llegaba a 2.500, el exceso de mortalidad alertaba sobre la instauración de una crisis sanitaria sin precedentes. El mes de junio llegó con una población desgastada en diferentes términos (económico, social, salud física y mental, recursos humanos, etc.), lo que dificultó aún más la situación. En julio algunas regiones empezaron el desconfinamiento, sin necesariamente significar que la pandemia se había controlado. A la mitad de agosto el país ha notificado (oficialmente) más de medio millón de casos confirmados y las cifras de fallecidos franquea los 26.000.
El país enfrenta una prolongada crisis sanitaria con consecuencias graves sobre la economía de las familias y la salud mental de la población en general.

El abandono de las comunidades indígenas
La región amazónica en el Perú se caracteriza por la extensión de su territorio (60% del territorio nacional) donde viven de forma muy dispersa 51 pueblos indígenas amazónicos. La mayoría de estos pueblos conservan sus tradiciones, costumbres, organización política, económica y social, así como sus lenguas.
El agua potable, la energía eléctrica, así como el sistema de transportes y de comunicaciones es prácticamente inexistente en estas regiones debido a la geografía que en gran parte es inundable. El acceso a la mayoría de centros poblados es por vía fluvial o aérea, lo que encarece y dificulta el acceso a los servicios básicos como la salud y la educación. Estos factores condicionan la pobreza generalizada y abandono social en el que viven la mayoría de los pueblos amazónicos.
La transmisión activa de la COVID-19 en las comunidades indígenas puso en mayor evidencia el gran abandono social, administrativo y sanitario de estas comunidades que se encontraron completamente desprovistas de mecanismos efectivos para hacer frente a la expansión de la pandemia en sus comunidades.
Recuerdo con tristeza la conversación con un Apu del bajo Ucayali, que contaba que cuando empezaron los casos en su comunidad ya la inmovilidad nacional estaba instaurada y ellos no habían recibido ningún apoyo de medicamentos ni formación sobre COVID-19. En menos de una semana se acabaron todos los medicamentos del puesto de salud. Había enfermos, sobre todo febriles, en casi todas las casas y nadie podía salir de la comunidad ni siquiera para agenciarse de paracetamol. Me contó que se organizaron para acompañar y cuidar a sus enfermos, usando medios físicos y medicina tradicional.
La gente sufría mucho y se angustiaban más escuchando las noticias por lo que también decidieron cortar la comunicación con el exterior (radio, teléfono). Así “aguantaron” durante más de dos meses, no quiso contar cuántas personas fallecieron, pero remarca que la gente quedó muy afectada en su salud física y mental. El técnico de salud* nos contó que los enfermos crónicos o de programas de tuberculosis se quedaron también sin medicamentos.
Un sistema sanitario ya de por sí precario no estaba preparado para la pandemia
Es pertinente aclarar que el esfuerzo de brindar servicios de salud está presente en la Amazonía peruana. Pero debido a las barreras geográficas mencionadas y la dispersión de los pueblos indígenas amazónicos, estos servicios llegan de forma irregular, muchas veces no son suficientes o no son adaptados a las diferentes poblaciones (lengua, cultura, distancias). Por lo tanto este sistema, ya precario, no estaba preparado para responder a la demanda generada por la pandemia.
Las comunidades indígenas amazónicas entonces, tuvieron que enfrentarse a la expansión de la pandemia en sus comunidades desprovistas totalmente de mecanismos de contención. Los que enfermaron sufrieron los síntomas en casa, sin ningún tipo de asistencia u orientación. Algunos tuvieron acceso a algún tipo de medicamento comercializado de forma informal y se automedicaron indiscriminadamente, incluso con medicamentos veterinarios.
Todavía es temprano para conocer las verdades cifras de morbilidad y mortalidad en las comunidades indígenas; lo cual será complicado debido al limitado acceso que tienen con el sistema sanitario nacional. Además que, influenciado por aspectos culturales, muchos fallecidos no fueron declarados para de esta manera evitar los entierros desprovistos de las ceremonias propias de cada etnia. Otro factor a considerar es la dificultad para realizar evacuaciones debido a la resistencia de estas poblaciones a salir de su medio, así como los costes enormes que se asocian a una evacuación de comunidades tan distantes.
Lo que ya es evidente es la gran afectación en la salud mental de esta población que se ha sentido, una vez más, abandonada a su suerte; y porque esta enfermedad les está arrebatando lo más valioso de sus comunidades: los ancianos y ancianas. Que representan para ellos la continuidad de la cultura y la lengua (que se transmite de forma oral).

Compartir la experiencia adquirida en otros países
Nuestra intervención en Perú se ha orientado hacia el nivel secundario y primario o comunitario.
En el nivel secundario, nuestro objetivo fue compartir la experiencia adquirida en otros países donde ya estamos trabajando en la respuesta así como en la experiencia adquirida gestionando otras epidemias como la del Ébola por ejemplo. Con el apoyo del sistema sanitario del País Vasco, pudimos hacer llegar un grupo de médicos y enfermeros especialistas en el manejo clínico de pacientes de COVID-19, quienes estuvieron apoyando los servicios de UCI, emergencias y hospitalización de los hospitales de Tarapoto, Huánuco y Tingo María. Además, trabajamos en la evaluación, recomendación y posterior implementación de circuitos y sectorización de los hospitales con el objetivo de disminuir el contagio del personal de salud y garantizar la no transmisión al paciente negativo a COVID-19 que llegaba a estos hospitales.
En el nivel primario, nuestro objetivo fue apoyar el sistema sanitario de primer nivel para garantizar una buena detección, manejo clínico, seguimiento de contactos, evitar la sobremedicación, la detección de síntomas de riesgo para una evacuación temprana y evitar la contaminación del personal. Estamos realizando formaciones del personal de primer nivel de los lugares identificados como prioritarios y se organizaron visitas de las estructuras sanitarias para garantizar in situ la buena adecuación de los circuitos de atención.
Todo este apoyo fue acompañado de la donación de medicamentos, material de protección y material especializado por un valor de más de dos millones de dólares (unos 1,70 millones de euros).
Hemos hecho frente a una serie de desafíos al implementar nuestra respuesta ante la COVID-19.
Además de las barreras lingüísticas y culturales (percepción de la salud y la enfermedad), el distanciamiento entre comunidades y las barreras geográficas son enormes y suponen un coste enorme para cualquier intervención.
Por otro, la poca confianza en el sistema de salud occidental es también un gran desafío a tener en cuenta en la implementación de cualquier estrategia de salud en estas comunidades.
* Sanitario de salud con formación para realizar actividades de promoción de la salud pero que en la realidad suelen ser los únicos sanitarios en las comunidades indígenas y por lo tanto suelen realizar actividades curativas.