"Pocas veces me había encontrado con una situación tan desesperada como la que viven estas personas en zonas rurales"
Entrevista con Julian Donald, responsable del equipo móvil de Bossangoa, República Centroafricana

Julian Donald, coordinador del proyecto de MSF, describe la crisis en Bossangoa, en la República Centroafricana, y en los alrededores de la Prefectura de Ouham, al noroeste del país, donde casi el total de la población ha huido a esconderse en el bosque. Esta entrevista fue realizada el 11 de diciembre de 2013, sólo unos días después de haberse producido el último episodio de intensa violencia entre grupos armados en Bossangoa.
¿Puedes explicarnos lo que ha ocurrido en Bossangoa desde que se desató el episodio de violencia en septiembre?
Las fuerzas de autodefensa, conocidos como los anti-Balaka, atacaron a las tropas Seleka en Bossangoa, replegándose de nuevo casi de inmediato. Esto provocó un breve vacío de poder en la ciudad, que vino seguido de actos de pillaje generalizados. Sobre 30.000 personas, casi la totalidad de la población, se refugiaron en la Misión Católica. Inmediatamente empezamos a construir letrinas y a efectuar otras actividades de agua y saneamiento, como desagües y recogida de agua, para intentar mejorar la calidad de la vida estas personas que estaban hacinadas. Desde entonces, el campo se ha ido expandiendo poco a poco.
Tras el ataque de septiembre, la situación en Bossangoa se mantuvo relativamente estable hasta el 5 de diciembre, cuando se empezaron a reportar incidentes violentos en las zonas rurales. La inestabilidad era enorme. Muchas aldeas pequeñas fueron incendiadas o saqueadas y, en casi todas ellas, la población huyó al bosque.
Según estimaciones, hay unas 120.000 personas desplazadas que viven en el bosque dentro de un radio de entre 60 y 80 kilómetros de Bossangoa, además de unos 30.000 en el campo de la Misión Católica y entre 5.000 y 7.000 más en otros dos campos en Bossangoa.
¿Qué sabemos sobre las condiciones de las personas que se encuentran en el bosque?
Hace un par de semanas pusimos en marcha unas clínicas móviles, y empezamos a desplazarnos por las carreteras y caminos fuera de Bossangoa. Somos casi el único actor humanitario trabajando allí y los únicos que proporcionamos todo tipo de atención médica a estos desplazados.
Empezamos a organizar clínicas en cinco ubicaciones distintas y encontramos personas en situación desesperada. Algunas de ellas habían estado viviendo en el bosque desde el golpe de marzo, y escuchamos historias terribles: aldeas quemadas, mujeres violadas, gente asesinada. Muchas personas perdieron todas sus pertenencias. Y si sus casas no habían sido destruidas por el fuego, fueron finalmente objeto del pillaje que se produjo cuando huyeron a esconderse en el bosque. Todas las partes del conflicto han matado o robado animales para alimentar a sus propias tropas. Mucha gente ha perdido sus cosechas o su ganado, y la situación en materia de seguridad alimentaria en las zonas rurales es desesperada ahora que se avecina la época seca.
¿Qué patologías identificáis durante las clínicas móviles?
El problema numero uno es la malaria. Cerca de un 100 por cien de los controles de malaria dan positivo. Estamos tratando a adultos con síntomas severos, pero en nuestras actividades móviles nos centramos en niños menores de 5 años ya que son el grupo de edad más vulnerable.
Como la gente ha estado viviendo a la intemperie, sin abrigo ni mosquiteras, durmiendo en bosques o pantanos, la tasa de malaria es enorme. Es escandaloso. Esto combinado con diarrea provocada por el consumo de agua de fuentes no seguras y escasez de alimentos hace que las personas parezcan cansadas y agotadas y que pierdan peso muy rápidamente, especialmente los niños. Algunos de los niños con desnutrición aguda severa están muy delgados. Hay niños deambulando por ahí con llagas en las piernas y los brazos. No tienen ni sal ni jabón. Pocas veces me había encontrado con una situación tan desesperada como la que viven estas personas en zonas rurales.
¿Dónde encontráis a esta población?
Vamos a una aldea abandonada y nos adentramos en el bosque hasta que encontramos a una familia, que seguramente sabrá donde hay otras familias y es así como unas personas van en busca de las otras y dirán a las madres que traigan a sus hijos a nuestra clínica móvil al borde de la carretera, donde trabajaremos durante varias horas. Pero sospechamos que no estamos llegando a las personas más enfermas, porque estamos viendo a las que están lo bastante bien como para atravesar el bosque hasta nuestra clínica. Como organizamos una clínica cada semana, esperamos que todo el mundo pueda llegar a nosotros la próxima vez.
¿Qué podéis tratar?
Tratamos infecciones parasitarias, malaria y desnutrición. Esto es lo máximo que podemos hacer en estos momentos debido al número de casos. Por ejemplo, visitamos una ciudad llamada Boubou, a unos 34 kilómetros al este de Bossangoa, y encontramos a 180 niños menores de cinco años. De esos 180 niños, 169 dieron positivo a la malaria y siete de ellos presentaban un MUAC (circunferencia braquial) de color rojo, lo que significa que padecían desnutrición aguda severa y otros 20 presentaban un MUAC de color naranja, lo que significa que se encontraban al borde de contraer desnutrición severa. Por ello proporcionamos Plumpynut a los niños desnutridos, y antipalúdicos y medicamentos antiparasitarios al resto.
¿Muere mucha gente?
Ha sido muy duro conseguir datos fiables sobre la mortalidad pero el número de muertes reportadas va en aumento. La mayoría de las muertes constatadas son niños o ancianos, lo que indicaría que probablemente la malaria o la desnutrición son las principales causas de muerte porque estas enfermedades tienden a acabar con la vida de los grupos más vulnerables primero.
¿Tienes idea de por qué no hay otros actores respondiendo a las necesidades ni en Bossangoa ni en sus alrededores?
Desde que abrió el campo en septiembre, la respuesta humanitaria en Bossangoa ha sido escasa. MSF se ha sentido sola a menudo, pues la respuesta de otros actores, incluida la ONU, no parecía estar a la altura de las crecientes necesidades de una población en situación de total precariedad. Nuestra principal actividad es nuestra labor médica, pero nos sentimos obligados a suministrar agua, construir letrinas y duchas y gestionar los residuos para una población de 30.000 personas para prevenir que contraigan enfermedades graves. Sabemos que algunas de las organizaciones que dependen más de la financiación externa están luchando para encontrar fondos para financiar actividades en la República Centroafricana, un país que jamás ha despertado un gran interés.
Sin embargo, a veces también resulta difícil entender las decisiones tomadas por las agencias de la ONU en el terreno. Durante los enfrentamientos de la semana pasada, más de 1.000 personas se refugiaron en la base de FOMAC, bajo su protección así como la de las agencias de la ONU, UNICEF, ACNUR y PAM, también refugiadas allí.
Tuvimos que ir a la base de FOMAC para llevar a cabo actividades de agua y saneamiento para los desplazados. Todavía no puedo creer que las agencias de la ONU, refugiadas en el mismo lugar, no pudiesen ayudarles. Unos días después del fin de los enfrentamientos, el personal de la ONU sigue refugiado en la base de FOMAC sin permiso para desplazarse ni reiniciar actividades como distribuciones generales de alimentos.
¿Dónde se encuentra el resto de las organizaciones de ayuda?
No están en Bossangoa. Hemos intentado transmitir el mensaje de que hay necesidades que cubrir, porque hay un gran número de personas en situación desesperada, y nosotros solos no podemos cubrirlo todo.