Por qué nos fuimos de Somalia

MSF
23/08/2013

José Antonio Bastos, presidente de MSF España.

Es uno de los momentos más duros en la historia de MSF. Durante estos últimos 22 años hemos hecho enormes esfuerzos para poder llegar a una población que vive en una situación de emergencia humanitaria permanente. Nos hemos esforzado, haciendo concesiones y aceptando situaciones que no toleraríamos en otros sitios, para poder llegar hasta donde casi nadie más llegaba, por poder llevar un poco de esperanza y apoyo a tantos miles de personas que lo estaban y lo están pasando muy mal.

Y sin embargo, ya no nos resulta posible el seguir trabajando allí. No existen las condiciones mínimas para poder hacer nuestro trabajo, ya nadie nos garantiza que se vaya a respetar nuestra labor ni tampoco a nosotros. No podemos más y por ello, con mucho dolor, nos hemos visto forzados a tomar la decisión de cerrar todas nuestras operaciones en el país.

Cuando me puse a intentar explicároslo, me encontré que las palabras de mi compañero, el presidente internacional de MSF, Unni Karanukara, lo hacen con toda claridad. Estuvimos juntos recientemente en Nairobi para comunicar oficialmente que dejábamos Somalia.  Me podría haber inspirado en su texto para escribir algo parecido, pero me parece más honesto compartirlo directa y literalmente con vosotros. Os dejo con sus palabras.

Dr. Unni Karunakara, Presidente Internacional de Médicos Sin Fronteras (MSF)

Nuestro anuncio del pasado 14 de agosto, en el que informamos acerca del cierre de todos nuestros programas médicos en Somalia, causó un gran impacto en el ámbito político y humanitario. Llegó en un momento en el que, por primera vez en décadas, los líderes mundiales habían comenzado a hacer comentarios positivos acerca del país, asegurando que éste estaba en vías de recuperación y que contaba con un gobierno estable. Para ellos, el momento en el que ha llegado nuestra decisión no podría haber sido peor. En algunas de las entrevistas que nos han hecho durante estos días se nos pidió que explicásemos la discrepancia entre el tono optimista de los gobiernos y el juicio tan severo que hizo MSF en su comunicado. Así pues, intentaré contaros con más detalle qué es lo que nos ha llevado a tomar una decisión tan dolorosa como esta.

Para comenzar, MSF no es una organización que hace comentarios acerca del progreso político o económico de un país. Nos centramos en primer lugar en la salud de las personas y en sus posibilidades de acceder a la atención médica cuando la necesitan. Desde esa perspectiva, y sobre la base de nuestras numerosas actividades en todo el país, simplemente no hay buenas noticias que compartir. Gran parte de la población somalí convive con la desnutrición, las enfermedades y las heridas provocadas por la violencia. Tienen pocas posibilidades de encontrar atención sanitaria de calidad cuando la necesitan. Nos esforzamos para proporcionar servicios médicos en casi todas las zonas del país, pero no sin compromisos controvertidos. Tuvimos que contratar escoltas armados para proteger a nuestras clínicas y a nuestro personal; algo que no hacemos en ninguna otra zona de conflicto en la que trabajamos.

A pesar de esta medida extrema, fuimos recibidos con una andanada de ataques, incluyendo varios secuestros y el asesinato de 16 de nuestros trabajadores. También hemos recibido una cantidad de amenazas insoportable, además de robos y otros incidentes intimidatorios. No hay otro país en el mundo en el que los riesgos de seguridad sean tan altos. Los muchos comentarios en Twitter que remarcaban que MSF es conocida por permanecer y trabajar bajo las circunstancias más difíciles están en lo cierto. Pero MSF también tiene sus límites. Y en Somalia, debido a la sucesión de asesinatos y secuestros que hemos sufrido en los últimos cinco años, hemos llegado a ese límite. En diciembre de 2011, nuestros colegas Philippe y Kace fueron brutalmente asesinados en Mogadiscio. Su asesino, que había sido juzgado, condenado y sentenciado a 30 años de prisión, fue liberado a los tres meses. Blanca y Montserrat, que habían secuestradas en el campo de refugiados de Dadaab dos meses antes de que aquel terrible asesinato ocurriera, fueron liberadas hace tan sólo unas semanas y tras haber permanecido cautivas durante 21 largos meses en la región centro-sur de Somalia. Estos dos incidentes, por su gravedad y por la impunidad con la que se ha cometido, han sido la gota que ha colmado el vaso.

Pero la seguridad no es la razón por la que hemos decidido partir, ni tampoco lo es la presencia de elementos criminales. Lo que borró nuestro último atisbo de esperanza de poder continuar trabajando en el país fue que aquellas mismas partes con las que habíamos estado negociando niveles mínimos de seguridad, fueron las que toleraron y aceptaron ataques contra trabajadores humanitarios. En algunos casos, estaban apoyando activamente los actos criminales contra nuestro personal. En muchos otros casos, estos actores promovieron un entorno que permitió que estos ataques se llevasen a cabo. Nadie se ha puesto de pie para decir que es inaceptable amenazar, secuestrar o asesinar a médicos, enfermeros u otros trabajadores que simplemente intentan llevar atención sanitaria a aquellos que de otra manera no podrían disponer de ella.

Seamos claros. Al hablar de los “actores en Somalia” no nos estamos refiriendo solamente a Al-Shabab, a pesar de que detentan poder y responsabilidad en muchas de las áreas donde trabajábamos. Tampoco estamos señalando solamente al gobierno en Mogadiscio, que ha mostrado indiferencia ante la muerte en 2011 de nuestros dos colegas, tal como lo demuestra la liberación anticipada de su asesino. Más bien, la conclusión de MSF es que la aceptación de la violencia contra trabajadores sanitarios ha permeado a la sociedad somalí y esta aceptación es ahora compartida por numerosos grupos armados y por el gobierno civil en diferentes niveles, desde las autoridades de los clanes hasta los distritos y el gobierno federal somalí. 

La intención de abusar y manipular la ayuda humanitaria se volvió a demostrar inmediatamente tras haber anunciado nuestra retirada de Somalia. Tan sólo un día después, representantes locales de Al-Shabab tomaron control de nuestros hospitales en Dinsor y Marere, confiscando equipamiento y suministros, y enviando a los pacientes de regreso a sus casas sin permitirnos completar sus tratamientos. Sólo había transcurrido un día cuando un portavoz de la presidencia somalí comentó que “la decisión de MSF es exactamente lo que Al-Shabab y Al-Qaeda querían para poder continuar aterrorizando a las personas. Pedimos a MSF que reconsidere su decisión y coopere con la población”,  intentando con ello una vez más imponer una agenda política y militar sobre nosotros, que somos una organización humanitaria.

Nuestra decisión de partir de Somalia ha sido una de las más dolorosas que ha tomado MSF en toda su historia. Durante el último año y a lo largo de la primera mitad de 2013, hemos prestado atención médica a alrededor de 50,000 personas por mes. Esto equivale a 2,000 personas cada día. Para muchos va a ser difícil de ahora en adelante encontrar la asistencia que necesitan. Y para una organización de médicos como la nuestra, eso conlleva un gran peso.

En Kenia, nuestra decisión deja a cientos de miles de refugiados somalíes con menos posibilidades aún de un pronto regreso a su país. MSF continúa brindando atención médica a la población refugiada en Kenia y Etiopía, pero en un entorno de seguridad (para nuestros pacientes y nuestro personal) escasamente mejor del que tenían en Somalia.

Mientras que aquellos que detentan cualquier tipo de poder o influencia en Somalia no demuestren que valoran la atención médica que brindamos a las poblaciones de sus diversos territorios, en tanto no respeten a aquellos que asumen enormes riesgos para brindar esa atención, MSF no podrá regresar a Somalia. Nos duele en el corazón y va en contra de nuestra propia razón de ser, pero no podíamos seguir así.