Sonrisas, reyes y respiración agitada (por Ferry Schippers)

MSF
05/12/2011

Una vez más, son las cinco en punto de la mañana. Lentamente, la mayoría de los miembros del personal se van despertando y se dirigen a la ducha recién instalada, con la esperanza de ser los primeros en disfrutar del agradable chorro de agua caliente, con que los vigilantes llenaron el contenedor de 100 litros en lo alto de la pequeña caseta de la ducha. Sé que el asistente de logística ya está ocupado sacando cajas del almacén, envueltas en bolsas de basura para evitar que se mojen con la lluvia.

Cuando salgo con mi equipaje, la base es un murmullo de sonidos por el ajetreo del trabajo. Sin que nadie lo note, cuento el número de ayudantes de transporte y reviso si cada uno de ellos lleva la identificación correcta de MSF. Entraremos en un entorno hostil, por el que pasan muchos grupos armados, y no puedo dejar nada al azar. Reviso la última información de seguridad y compruebo que es hora de irse. Me dirijo lentamente al portón y digo “Tugende mugenzi” (“vámonos, amigos”). Los ayudantes se están riendo y alzan su mirada hacia mí, literalmente además, porque soy 30 centímetros más alto que la mayoría de ellos. Les devuelvo la sonrisa y salimos del portón. “Kihuha” (“venga”). Tenemos 50 kilómetros por delante.

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