Testimonio de Ucrania: “Murió tanta gente, los bombardeos venían desde todos los lados”
La naturaleza de las lesiones que vemos en el tren de evacuación médica, así como las historias de los pacientes, muestran claramente que los civiles no se libran de la guerra en Ucrania. Cada día, nuestros equipos en el tren escuchan relatos de lo que los pacientes han experimentado. Una mujer de 70 años que estuvo en el tren con su marido discapacitado comparte su experiencia de vivir esta brutal guerra*.

“Mi marido y yo vivíamos en un pequeño pueblo de la región de Lugansk. Era un pueblecito encantador con calles ordenadas y agua, gas y electricidad en cada hogar. Allí vivían unas 500 personas, pero ahora solamente quedan entre 30 y 50. Murió tanta gente. Los bombardeos venían desde todos los lados. Todas las ventanas de mi casa se hicieron añicos. Mi puerta está llena de agujeros de metralla. Yo bromeaba y decía que ahora tengo una mirilla enorme. Mi jardín quedó completamente destruido por los bombardeos. Patatas, narcisos, todas las flores.
Mi marido es discapacitado. El año pasado, los servicios sociales nos dieron una cama de cuidados especiales. Construí un refugio improvisado alrededor de la cama y la cubrí con mantas. Cuando comenzó la guerra y los bombardeos eran más lejanos, me escondía debajo de su cama. Cada vez que había una explosión, yo gritaba de miedo. Más tarde, cuando los bombardeos empezaron a acercarse, me escondí en el sótano de la casa de uno de nuestros vecinos y dejé a mi marido en su cama. No podía llevármelo conmigo. No puede moverse y pesa demasiado como para que yo pueda cargarlo. Cada vez que volvía, tenía miedo de lo que podía llegar a ver. Una vez, cuando se rompieron las ventanas de nuestra casa, un trozo de vidrio le cortó la pierna. No era una herida profunda, pero, aun así, me sentí muy mal por haberle dejado solo.
Mi vecina ofreció su sótano como refugio a la gente del barrio. El 7 de mayo, unas 11 personas se escondieron allí durante un bombardeo. Yo estaba mirando por la ventana de mi casa y vi cómo caían dos bombas sobre su casa, aplastando el techo y destrozando el suelo. Aunque sabía que tenía que esconderme, no pude evitar quedarme allí, mirando. Me quedé de pie junto a la ventana, paralizada. No podía creer que no quedara nada de este edificio de dos pisos más que algunos escombros con 11 personas debajo. Como no había ningún equipo especial, solamente consiguieron sacar a tres personas: dos de ellas estaban vivas y una joven había fallecido. Tal vez más personas sobrevivieron y quedaron atrapadas bajo la casa. Nunca lo sabremos.
Otra casa de mi barrio se incendió durante un bombardeo y la persona que vivía allí se quemó dentro. Su cuerpo nunca fue encontrado.
Cuando se cortó la electricidad y la red telefónica, ya no pudimos hablar con nuestros hijos. Mi teléfono móvil se estropeó cuando la maleta de emergencia que había preparado quedó completamente destrozada por la metralla. Un día, nuestros vecinos nos sugirieron que nos dirigiéramos a los militares para ver si podían sacarnos de allí. Nos dieron cinco minutos para empacar y cargaron a mi esposo en un camión. Había otra pareja de personas ancianas que fue evacuada con nosotros. Los soldados nos llevaron al pueblo cercano y allí nos alojamos en el sótano de una vieja escuela. Era frío y húmedo, así que queríamos irnos cuanto antes. Rellenamos todo tipo de formularios para poder seguir avanzando. Finalmente, nos evacuaron de allí a Dnipro.
Mi hija logró llegar a Polonia. Ahora está terminando un curso de polaco y quiere que vayamos allí. Dice que la gente es acogedora y cuida bien a los refugiados. Pero mi miedo es que no podamos regresar a nuestra ciudad natal cuando salgamos del país y nos instalemos en otro lugar. Nuestra casa, nuestro coche, hasta mi carnet de conducir: todo quedó atrás”.
*Ha pedido permanecer en el anonimato por su seguridad y la de su familia.