6 meses del éxodo rohingya: un viaje entre la vida y la muerte

La historia de Humaira refleja la durísima situación que viven los más de 688.000 refugiados rohingyas que han huido de Myanmar a Bangladesh. Con lo puesto, emprendieron un peligroso viaje y perdieron en el camino a familiares. Ahora malviven en asentamientos improvisados y se enfrentan a la desnutrición, las enfermedades infecciosas y la temida estación de lluvias.

MSF
22/02/2018

Humaira tiene 25 años y procede del distrito de Maungdaw en el estado de Rakhine. Llegó a Bangladesh en octubre de 2017 después de que la violencia alcanzara su pueblo natal. A finales de enero de 2018, uno equipo de MSF la encontró conmocionada en el asentamiento de Jamtoli y fue llevada a un centro de atención en salud primaria de MSF, donde recibe hidratación con una cánula.

En el centro está junto a su hijo de siete años, Mohammed Faisal, y una bebé de tres meses y medio, Ruzina. Los médicos han detectado que la pequeña está desnutrida y débil. Humaira no ha podido amamantar a su hija desde que nació. Si nuestro equipo no consigue que Humaira pueda darle el pecho, Ruzina será alimentada con leche de fórmula. Mohammed Faisal ha estado cuidando de Ruzina, alimentándola con patatas fritas ablandadas en agua.

La huida
“Cuando estalló la violencia, mi esposo fue capturado por el Ejército de Myanmar. Ahora no sé si está vivo o muerto. Nos sacaron de nuestras casas, las incendiaron y nos golpearon. Cuando huimos, mi embarazo estaba muy avanzado. Salí de allí con mi hijo y otra mujer, pero perdí contacto con ella durante el viaje. No pude llevar ninguna pertenencia conmigo. Caminamos varios días por el bosque. Nos moríamos de hambre y solo sobrevivimos gracias a que comimos hojas de árboles. Dormimos en el monte. Finalmente llegamos a la orilla del río y embarcamos en un bote que nos llevaría a Bangladesh”.

El viaje
“Mi bebé, Ruzina, nació en el río. Empecé a dar a luz cuando ya estaba a bordo de la barca y el parto duró tres horas. Los barqueros y otra mujer que estaba allí me ayudaron. Durante el viaje me sentí mal, fue muy difícil. Solo pensaba en dar a luz a mi hija y alejarla de la violencia. Pensé en huir lo más lejos que podía y solo tenía fe en Alá. Después de llegar a Sha Porir Dwip [el punto más al sur de la península de Cox's Bazar], nos llevaron en autobús al asentamiento de Jamtoli. Me dieron una tienda para vivir con mis dos hijos. Como no podía levantarla por mí misma, algunos aldeanos me ayudaron a hacerlo”.

El presente
“Después de un mes en Jamtoli empecé a recibir ayuda [humanitaria]. Pero nunca he tenido suficiente para comer y por eso no puedo amamantar a mi bebé. Me sentía muy mal al principio. No me puedo sentar correctamente y soy incapaz de hacer algunas tareas debido al dolor que siento en todo mi cuerpo. Toda la comida que recibo en el asentamiento la consigue mi niño [Mohammed Faisal]. Va a la escuela y por la tarde juega al fútbol. También lava la ropa de su hermana y busca agua. Tengo la esperanza de que él me ayudará a superar todas las dificultades del futuro”.