Éxodo rohingya: cinco años en el limbo, sin patria ni esperanza

En 2017, miles de rohingya fueron asesinados en una campaña de violencia dirigida por militares en el estado de Rakhine, en Myanmar, que obligó a 700.000 personas a huir a Bangladesh para salvar sus vidas. Cinco años después, conviven con la desesperanza de un regreso seguro, digno y voluntario a su tierra natal.

MSF
25/08/2022

El 25 de agosto de 2017 las fuerzas de seguridad de Myanmar llevaron a cabo una brutal campaña de violencia contra los rohingya en el estado de Rakhine. En ella murieron miles de personas y más de 770.000 se vieron obligadas a abandonar sus hogares y cruzar a Bangladesh. Esta no fue la primera campaña dirigida contra los rohingya, pero sí la mayor. Médicos Sin Fronteras (MSF) documentamos, al menos, 6.700 muertes violentas entre los rohingya en menos de un mes en Myanmar. ​

Han pasado cinco años desde que los rohingyas huyeron de la última y mayor campaña de violencia selectiva contra ellos en Myanmar y 40 años desde que, en 1982, Myanmar les privó de su nacionalidadHoy, casi un millón de personas siguen viviendo en los mismos refugios de bambú superpoblados y temporales, dependiendo completamente de la ayuda y con pocas perspectivas de futuro. La población rohingya sigue siendo apátrida y no se le reconoce oficialmente como refugiados.

Cinco años después de la emergencia inicial, las necesidades humanitarias son enormes y abrumadoras, en términos de salud, agua y saneamiento, y protección. La gente sigue habitando en los mismos refugios de bambú (básicos y hacinados) y padeciendo restricciones de movimiento tanto dentro como fuera de los campos. Sin estatus legal y con un mínimo de derechos humanos básicos, sufren un acceso inadecuado incluso a los servicios más básicos. Su salud es susceptible de padecer enfermedades transmisibles y no transmisibles.

Los habitantes de los campos tienen un acceso muy limitado al empleo y la educación, lo que repercute en su salud mental y fomenta un sentimiento de desesperanza.

Nuestros equipos son testigos del impacto de las condiciones de los campos, congestionados e insalubres, en la salud física y mental de los refugiados rohingya. Recibimos un número cada vez mayor de personas que necesitan tratamiento para infecciones de la piel (en 2022, el número de casos de sarna es el más alto que hemos visto en más de tres años), o de enfermedades transmitidas por el agua y patologías crónicas como la diabetes y la hipertensión. Somos el mayor proveedor de atención psicológica y psiquiátrica a los refugiados rohingyas en los campos y, año tras año, ha sido testigo del aumento del número de pacientes.

Los rohingya viven una difícil situación entre la persecución en Myanmar, el confinamiento en Bangladesh y el tráfico de personas y la explotación en Malasia y otros países de la región. La asistencia en Bangladesh, el único país que ha abierto sus fronteras y ha ofrecido refugio a los ya más de un millón de rohingya, es cada vez más insostenible. La atención internacional se ve atraída por otras crisis emergentes y la financiación de la respuesta es cada vez más difícil.

Generaciones en el limbo
Los rohingyas están atrapados en un estado de limbo temporal. Muchos quieren volver a Myanmar, a sus hogares, propiedades y tierras, pero este regreso debe hacerse a un entorno seguro, donde sus derechos y libertades estén garantizados.

Hemos recabado los emotivos relatos personales de cinco rohingya de distintas generaciones que ponen rostro a esta crisis y hablan sobre su pasado, presente y futuro. Representan las edades de 5, 15, 25, 45 y 65 años, juntos abarcan tres generaciones de rohingyas que viven en los campos. Todos son o han sido nuestros pacientes.




“Anhelo la paz”
Tayeba Begum es madre de seis hijos, incluidos dos mellizos de 5 años. Huyó de Myanmar en 2017 sin nada más que la ropa que llevaba puesta. Ahora, cinco años después, Tayeba describe la vida en los campamentos para ella y los gemelos. A pesar de anhelar volver a casa, dice que es difícil regresar a Myanmar sin saber si sus derechos estarán garantizados. (Ver testimonio completo)



“Sueño con ser médico, pero no creo que se haga realidad”
Anwar, de 15 años, todavía recuerda claramente cómo huyó de Myanmar hace cinco años. En casa, era un buen estudiante de escuela, con sus propios sueños. Ahora está ansioso por cómo se desarrollará su vida. (Ver testimonio completo)




“Me preocupo por mis hijos y por construirles un futuro”
Nabi Ullah, de 25 años, huyó a Bangladesh con su familia en 2017. No todos los miembros del grupo con el que escaparon sobrevivieron al viaje. Ahora, cinco años después, Nabi Ullah y su esposa reflexionan sobre lo que se necesitaría para poder regresar a Myanmar. (Ver testimonio completo)


“Nuestros albergues siguen siendo tan temporales como cuando llegamos”
La noche antes de que Hashimulá, de 45 años, huyera de Myanmar, se despertó con el sonido de las balas. A la mañana siguiente, escapó. Cinco años después, desde su cama de hospital en nuestras instalaciones en Cox's Bazar, sus vívidos recuerdos de las escenas de su huida le hacen preguntarse si alguna vez será lo suficientemente seguro como para regresar. (Ver testimonio completo)


Fuimos tratados como parias, y la privación paulatina se convirtió en persecución”
Mohamed Hussein trabajó como secretario civil en la oficina del Ministerio del Interior en Myanmar durante más de 38 años. En 1982, fue despojado de su ciudadanía debido a su etnia rohingya. Desde entonces, Razi ha visto erosionados sus derechos y libertades. Se vio obligado a huir a Bangladesh y ha estado en los campamentos durante cinco años. (Ver testimonio completo)