El bosque de los niños escondidos (por Javier Sancho, comunicación MSF)

MSF
08/02/2013

“¡A correr!”. Cuando se activa la alarma en Batangafo, al norte de República Centroafricana, la ciudad queda despoblada en cuestión de minutos. Una destreza que se aprende sobreviviendo a más de diez años de conflictos. Volvió a suceder el pasado 19 de diciembre, por la mañana. Ante la llegada inminente de los grupos rebeldes, huyó casi todo el mundo. Las autoridades, primero.

Al poco rato, sólo podía encontrarse gente en el hospital de MSF, donde el equipo médico se quedó atendiendo a los pacientes y familiares que no podían movilizarse. El otro lugar era el bosque. Ese mismo día, en el hospital, Ghislaine, una mujer de 55 años, nos contó que cuando se oyen los gritos de alarma, los niños de las calles y la escuela se ponen las pilas. Se guarecen en un bosque de los alrededores, y allí, en escondites que sólo ellos conocen, esperan con los ojos bien abiertos hasta que cesan los enfrentamientos.

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