Cólera en el norte de Siria: otro desafío en medio de una situación humanitaria precaria

Desde que se declaró el brote de cólera por primera vez en septiembre, hemos tratado a más de 3.000 casos sospechosos en el noreste del país. Además, a causa de la sequía prolongada, muchas comunidades buscan agua en el río o a canales, lo que agrava un peligro ya latente, sumado a un sistema de salud diezmado por 11 años de conflicto.

MSF
23/11/2022

Son las 9 de la mañana en Raqa, una ciudad en el noreste de Siria devastada por la guerra, pero aún bulliciosa. Fatina, originaria de Alepo, está acostada en su cama en una Unidad de Tratamiento del Cólera (UTC) que apoyamos en la ciudad. Todavía se siente débil, por lo que una enfermera la ayuda a beber una solución de rehidratación oral de una taza. Se está recuperando del cólera, una enfermedad que no se veía en Siria desde hace más de una década.

Fatina llegó para visitar a su hijo que se mudó a la ciudad después de huir de los enfrentamientos en el noroeste del país hace 10 años. Pero sus esperanzas por un reencuentro feliz se desvanecieron rápidamente al enfermarse poco después de llegar. Ahora se está preparando para ver a su familia, pero no en persona, lo mejor es hacerlo a través de una videollamada de un servicio proporcionado por la UTC para minimizar la cantidad de visitantes y ayudar a detener la propagación de la enfermedad.

“Vine a Raqa a visitar a mi hijo hace varios días y luego me encontré aquí”, dice Fatina. Tras haber sobrevivido al conflicto que azota la región desde 2011, Fatina descubrió que se avecinaba una nueva amenaza. “Mi familia me hospitalizó por primera vez en el hospital nacional de Raqa. Mi condición empeoró; sufría de un fuerte dolor de cabeza, diarrea y vómitos incontrolables cuando llegué a la UTC. No estoy segura de por qué me enfermé tanto, pero sentí que me estaba muriendo”.

 

Un médico de MSF administra solución de rehidratación oral a un niño con cólera en el punto de rehidratación oral de un centro de atención primaria de MSF en la gobernación de Idlib.

 

En el noreste de Siria, estamos respondiendo al brote de cólera en colaboración con las autoridades sanitarias locales, lo que incluye brindar apoyo a una Unidad de tratamiento de Cólera (UTC) en Raqa. El centro en Raqa solía ser un hospital de tratamiento de COVID-19, pero permaneció en tranquilo durante meses, pues la cantidad de pacientes en estado crítico disminuyó y ya no se consideró necesaria una instalación dedicada a la enfermedad.

Ahora las luces están nuevamente encendidas y un equipo con aire tranquilizador se sienta en la recepción para recibir a las y los pacientes a su llegada. Varios integrantes del personal de limpieza están manteniendo la higiene en la clínica, trapeando pisos y limpiando superficies, comprendiendo claramente la importancia de la desinfección después de haber trabajado durante la pandemia de COVID-19, cuando las salas del centro estaban llenas de pacientes.

Desde que se declaró el brote de cólera por primera vez en septiembre, hemos tratado más de 3.000 casos sospechosos de cólera en el noreste del país. Y con los niveles de agua en el Éufrates disminuyendo debido a una sequía prolongada, y muchas comunidades recurriendo a fuentes comprometidas como la del río o a canales abiertos para obtener agua, el peligro de un brote de cólera en toda regla sigue latente, particularmente con la infraestructura de salud local que ha sido diezmada por 11 años de conflicto.

 

Fatina fue tratada en el nuevo centro de tratamiento de cólera apoyado por MSF en Raqqa, al noreste de Siria

 

En la gobernación de Idlib, en el noroeste de Siria, Alá Hasán, de 30 años, llegó exhausta y enferma a la Unidad de Tratamiento del Cólera de 24 camas apoyada por Médicos Sin Fronteras, la única unidad actualmente activa en el área.

“Al principio, pensé que era solo una infección intestinal normal, pero en cuestión de horas, mis vómitos y diarrea empeoraron, casi me desmayo y mi presión arterial bajó repentinamente”, dice Alá. Su suegra tenía síntomas similares, pero no conocían el origen de la infección. “Escuché sobre la propagación del cólera en Siria, pero no esperaba contagiarme y sufrir síntomas tan graves”, agrega. Dos días después de ser ingresada en la UTC, y poco después de recibir tratamiento, todos sus síntomas se habían resuelto.

En el norte de Idlib, también estamos apoyando otra UTC, además de otras dos en Afrin y al Bab, en el norte de Alepo; en asociación con la Organización al Ameen. También estamos gestionando y apoyando cuatro puntos de rehidratación oral como primer paso en el tratamiento, para pacientes que muestran síntomas, pero que no están en la etapa en la que requerirían hospitalización.

Alrededor de 300 pacientes han sido tratados en estos puntos de rehidratación, y 220 pacientes en las UTC en el norte de Idlib, de los cuales aproximadamente el 20% se consideró que tenían síntomas graves. La mayoría de estos casos graves se debieron a un retraso en la búsqueda de tratamiento.

Primero relacionado con el agua contaminada del río Éufrates y a la grave escasez de agua en el norte de Siria, el cólera surgió primero en Deir ez Zur, luego viajó a lo largo del Éufrates hasta Raqa y Alepo, en el noroeste, antes de propagarse rápidamente por todo el país.

 

Un sanitario examina a Mohamad Al-Merhi, un paciente de cólera en la Unidad de Tratamiento de Cólera apoyada por MSF en la gobernación de Idlib, al noroeste de Siria.

 

Dalal y su hijo enfermo, Saleh, son del campo de Raqa, a unas pocas horas en coche de la ciudad. Fueron derivados a la Unidad de Tratamiento del Cólera en Raqa. Dalal se dirigió desesperadamente al centro con su bebé gravemente enfermo, utilizando el transporte público y viajando en un minibús. Con su bebé perdiendo líquidos y desmayándose por minutos, sentía que el viaje nunca terminaría. Ella es una madre de ocho hijos, que se quedaron con su padre.

“Tengo 8 hijos, y mi hijo, Saleh tiene 5 meses y es el más pequeño”, relata Dalal, sentada en una cama con su hijo que duerme plácidamente en la UTC. “Tuvo diarrea severa hace una semana. Pensé que podría ser por la leche de oveja, pero su salud se deterioró. Lo traje a este centro y gracias a Dios ya se encuentra mucho mejor”.

 

Involucrar a las comunidades

Ahmad Ali es parte del equipo de promoción de la salud de Raqqa en la UTC, un grupo de trabajadores y trabajadoras de salud comunitarias en el noreste y noroeste de Siria que visitan pacientes en sus hogares y se reúnen con sus familias para hablar sobre sus preocupaciones y responder las preguntas que tengan. También explican a las personas cómo reconocer los primeros síntomas del cólera y qué hacer si alguien sospecha que ha contraído la enfermedad.

“Algunas familias en las áreas rurales de Raqqa me decían que estaban usando el agua directamente de los canales abiertos o del río para sus necesidades domésticas y para beber. Esta agua está contaminada y no es segura, y cuando la planta de agua cercana no funciona, la gente busca naturalmente otros recursos, lo que lleva a contraer la enfermedad”, asevera Ahmad.

“Solíamos ver a 25 pacientes en promedio todos los días, pero en el noreste de Siria los casos han disminuido notablemente. Las personas ahora saben mejor cómo protegerse a sí mismas y a sus familias de la infección”, agregó Ahmad.

Mientras que el norte de Siria se enfrenta a otro duro invierno, en medio de una situación de seguridad ya inestable, las comunidades locales están haciendo todo lo posible para ayudar a reducir el brote, para que no agregue otra capa de complejidad a una situación humanitaria ya precaria.