Loay Harb es enfermero y lleva 15 años trabajando con Médicos Sin Fronteras (MSF) en una clínica para atención a pacientes con quemaduras en Gaza. Se encuentra refugiado en su casa, a un lado de las oficinas de MSF, junto a su familia y sus hijos.
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“La situación aquí es muy difícil. No tenemos ni electricidad, ni agua ni internet. No existen lugares seguros aquí y la situación es extremadamente complicada: no tenemos seguridad, ni pan, ni agua ni electricidad desde que comenzó la guerra. Que Dios nos ayude en estos tiempos difíciles.
En este momento, no tenemos agua potable; la que tenemos está contaminada y no es seguro tomarla. Ni siquiera tenemos bombas para sacar el agua de los pozos. Nuestras familias están atravesando un momento complicadísimo también. No hay lugar seguro para refugiarse de los bombardeos. Nuestras familias e hijos están siendo desplazados de norte a sur y del sur a cualquier otro lugar. No hay ningún lugar seguro en el que podamos quedarnos.
Hemos entregado suministros médicos al hospital Al Shifa, en Gaza, hace dos días. El camino hasta allí se hizo muy complicado: miles de personas buscaban refugio dentro del hospital y resultaba muy difícil entrar. Nos llevó mucho tiempo poder dejar los suministros.
Hay muchísimas personas dentro del hospital; piensan que es un espacio seguro, pero actualmente no existe ningún lugar que lo sea. La mayoría de las heridas (que tienen las personas) son críticas.
No hay suficiente espacio. Hay pacientes que necesitan ser operados, y que están tirados en el suelo debido al enorme número de personas que hay dentro del hospital.
Yo decidí quedarme en mi casa, porque en Gaza no hay ningún lugar seguro. Además, mi casa está cerca de la oficina y de la clínica de MSF.
La mayor parte de mi familia decidió moverse hacia el centro de Gaza y al sur. Sin embargo, un gran número de personas que se habían desplazado al sur ahora están regresando a sus casas, porque han sufrido mucho al tener que estar estos días viviendo sin un hogar. Como decía: han estado sin electricidad y sin agua y la situación en el sur se ha puesto extremadamente tensa para las personas que están allí.
Sigo trabajando diariamente en la clínica de MSF para pacientes quemados. Aún recibimos pacientes que han sufrido quemaduras. Yo hago los vendajes. Es difícil para ellos regresar a la clínica (para que se los cambie), así que les preparo kits y les muestro cómo hacerlo ellos mismos. Al menos, por el hecho de ser enfermero, puedo ayudarles de esta forma”.
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