Huir de un infierno… a otro

Cerca de 80 millones de personas viven hoy desplazadas a la fuerza. Expulsadas de sus hogares por la violencia extrema y la guerra, muchas cruzaron fronteras en busca de protección. Huían del infierno. Pero otro les esperaba a su llegada, miles de kilómetros después. De Afganistán a las islas griegas, de Honduras a México, de Etiopía a Arabia Saudí… A Magula, Lurvy y Kalifa los une un mismo deseo aún incumplido: vivir a salvo, con salud y con dignidad.

MSF
17/12/2020

por Ariane Basaguren, Servicio Digital


ISLAS GRIEGAS

Magula y su marido Mohamed huyeron de Afganistán y llegaron en julio de 2019 al campo de refugiados de Moria, en Lesbos. Tienen seis hijos, pero no todos están con ellos. En un intento fallido de llegar desde Turquía en 2018, se separaron de dos de ellos; uno está en Alemania en un campo de refugiados y otro, enfermo, está en un hospital en Francia. Magula sufre una infección renal grave y necesita tratamiento especializado.

“A veces mi esposa sangra tanto que se desmaya –dice Mohamed–. Tengo miedo de que mis hijos pierdan a su madre”. Magula, por su parte, cuenta que en Moria “todos sufren”, que “los días pasan vacíos” y que lo único que hacen es “esperar y hacer cola para la comida, para el agua, para ir al baño”. “No podemos quedarnos aquí más tiempo”, insiste Magula.

 

Lurvy Elisa Ramírez

 

MÉXICO

La Bestia es como llaman a los trenes de mercancías que cruzan México, a los que suben jugándose la vida muchas personas que migran rumbo a Estados Unidos. Lurvy, hondureña, fue arrollada cuando intentaba subir, en una carrera desesperada huyendo de la Policía. Perdió las piernas. Estuvo varios meses en rehabilitación en el refugio de Coatzacoalcos donde ofrecemos atención médica y psicológica, y ahora está en Monterrey con su familia. “Pocos meses después, mi marido murió en un accidente de tráfico. Todavía no tengo prótesis y necesito ayuda para obtenerlas”, relata.


Lurvy tenía una tienda de alimentación, pero tuvo que cerrarla por culpa de los ‘impuestos’ de extorsión que cobran las bandas. “Si no pagas, te matan”. Al llegar a México, le aterrorizaba caer en manos de las mafias, pero el accidente truncó el viaje nada más empezar. Ahora siente más optimismo. “Quiero volver a andar, inspirar a otros”. También quiere traer a sus cuatro hijos, que siguen en Honduras, para darles “una educación”. “Un futuro”.

Migrantes etíopes recientemente deportados de Arabia Saudi pasan algunos días en un centro de asesoramiento de MSF en Adis Abeba hasta que se estabilizan.

 

MAR ROJO

Kalifa trabajaba como ayudante de barbero en una pequeña aldea en Oromía, en el centro de Etiopía. Buscaba una vida mejor y oyó que podía ganar un buen salario en Arabia Saudí. Un día de abril de 2019, decidió dirigirse hacia la costa, hacia el golfo de Adén. Pero poco sabía él de los peligros extremos que afrontaría a lo largo de la ruta.

Atravesó Somalilandia, cruzó el mar Rojo, caminó por un Yemen en guerra y pasó la frontera saudí, donde fue detenido y trasladado de prisión en prisión, hasta que finalmente fue deportado desde Yedá a la capital de Etiopía, Adís Abeba. Escapó por poco de la muerte unas cuantas veces, vio morir a sus compañeros de viaje y sufrió violencia y tortura.

#conlosrefugiados