La situación de la población migrante en el borde norte de México es angustiante

Urge mejorar la asistencia humanitaria para las personas migrantes y desplazadas en la frontera norte del país. Miles de ellas permanecen a la espera, abandonadas, sin acceso adecuado a los bienes básicos y en difíciles condiciones de refugio y seguridad. Además, se exponen a altos niveles de violencia propios de estas ciudades fronterizas.

MSF
13/07/2022

La situación de la población migrante en el borde norte de México es angustiante. Mientras las expulsiones inmediatas bajo el Título 42 siguen su curso, cientos de personas continúan llegando desde el sur con el objetivo de entrar a Estados Unidos o para comenzar desde allí sus procesos de solicitud de asilo.

Ante la falta de respuesta adecuada por parte de las autoridades encargadas, en ciudades como Nuevo Laredo, Piedras Negras, Ciudad Acuña, Reynosa y Matamoros; miles de personas permanecen sin acceso adecuado a los bienes básicos y en difíciles condiciones de refugio y seguridad.

Nuestros equipos presentes en la zona han podido comprobar de primera mano la gravedad de la situación. En Piedras Negras y Ciudad Acuña, los albergues están cerrados y las personas no tienen acceso a condiciones mínimas de refugio. En Nuevo Laredo, un equipo móvil ha estado brindando asistencia humanitaria a la población haitiana y centroamericana, así como a desplazados internos que huyen de la violencia en diferentes partes de México. Allí han identificado que más de 3.000 personas permanecen en albergues y refugios improvisados sin las condiciones adecuadas.

“La mayoría son familias con niños pequeños que duermen en el suelo, expuestos a las lluvias y a elevadas temperaturas. En los últimos días ha disminuido el número de personas migrantes y solicitantes de asilo que se encontraba en este punto de la frontera. Sin embargo, los 10 refugios de la ciudad se encuentran en su máxima capacidad y cientos de personas siguen llegando. Muchos de ellos son espacios improvisados que carecen de servicios básicos, colchonetas, comida, agua potable, techo, baños, duchas y un adecuado manejo de desechos”, afirma Pavel Goytia, responsable de nuestro equipo médico en Nuevo Laredo.

“Tengo una semana aquí en Nuevo Laredo. La situación aquí es muy mala, yo no tengo dinero para comprar nada de comer ni donde quedarme a dormir. Ha estado lloviendo, en el refugio donde nos quedamos hay mucha agua, estoy durmiendo en el piso, eso es complicado para mí y para mis enfermedades. Me pongo a llorar porque tengo dolores y me siento muy mal, a veces me quiero morir”, comenta Esaia Jorince, un joven haitiano de 27 años que huyó hace tres años de Haití porque asesinaron a toda su mi familia. Aunque residió un tiempo en Brasil, tuvo que salir de allí por falta de trabajo y hoy se encuentra en la frontera con la esperanza de conseguir asilo en Estados Unidos.

El panorama es similar en Reynosa. El desalojo de los últimos habitantes que quedaban en la Plaza de la República a comienzos de mayo, el paso a cuentagotas de personas hacia Estados Unidos por medio de las gestiones de abogados privados y la consecuente llegada cada día de cientos de migrantes más buscando acceder también a esta oportunidad mantienen colapsada la de por sí escasa capacidad existente en la ciudad para atender a esta población.

“El número de personas migrantes en la ciudad aumentó en las últimas semanas y hay una gran carencia de servicios de alojamiento, alimentación y salud para atenderlas. Mientras las expulsiones desde Estados Unidos continúan, cientos de personas llegan con el objetivo de acceder a un apoyo legal para su ingreso y deciden quedarse a esperar en la ciudad. Pero ya no hay espacio en los albergues y muchas personas están viviendo en la calle soportando temperaturas muy elevadas. Nuestras consultas médicas a mujeres embarazadas y a menores de 5 años se han triplicado en las últimas semanas”, explica Anayeli Flores, nuestra oficial de asuntos humanitarios en Reynosa.

Vivir en estas condiciones tiene un impacto negativo en la salud física y mental de las personas migrantes y solicitantes de asilo. En las consultas médicas y psicológicas que ofrecen nuestros equipos se ha detectado que las principales condiciones están relacionadas con afectaciones del sistema musculoesquelético, enfermedades gastrointestinales, cuadros respiratorios, infecciones urinarias, ginecológicas, en la piel y descompensaciones por padecimientos crónico-degenerativos. En cuanto a salud mental, prevalecen los síntomas relacionados al desorden de estrés postraumático, ansiedad, duelo o pérdida y depresión.

Además del impacto del desplazamiento, las duras condiciones del viaje y de la estancia, la población en movimiento se ve expuesta a los altos niveles de violencia que afectan a estas ciudades fronterizas. “La otra noche escuchamos balazos muy cerca al albergue, sentimos desesperación porque no sabíamos lo que estaba pasando, todos nos fuimos a esconder al baño por el miedo de una bala perdida. Venimos huyendo de las balas en mi país, no pensamos que aquí también fuera así y se siente bastante susto. Había muchas personas afuera del albergue y las metieron rápidamente para resguardarse. Hubo mucho caos y miedo”, cuenta José Amílkar Medina, un hombre de Honduras que llegó a Reynosa hace 22 días para presentar su solicitud de asilo junto a su esposa, su hija y su padre de 74 años.

“Desde MSF, hacemos un llamamiento a las autoridades en todos los niveles y a otras organizaciones internacionales de asistencia humanitaria presentes en la región a redoblar esfuerzos que aseguren condiciones dignas para población migrante que se encuentra en la frontera norte. Nuestros equipos han observado que la situación continúa deteriorándose, todos los días siguen llegando miles de personas a la frontera con necesidades de protección y refugio, continúan las expulsiones bajo el Título 42 y las deportaciones masivas a sus lugares de origen donde sus vidas peligran. Es urgente ampliar las actividades humanitarias para evitar que empeore la salud y aliviar el sufrimiento de esta población que se encuentra en un estado muy vulnerable”, concluye Goytia.