Retratos que reflejan la diversidad de la migración en México: miedo, incertidumbre y riesgo
Son mujeres, hombres y niños. Familias y personas, procedentes de decenas de países que huyendo de la violencia, la opresión, la pobreza y la desigualdad. Que cruzan fronteras físicas, políticas y culturales. Todos buscan mejores oportunidades y seguridad en otro país. Somos testigos de estas historias y del impacto en su salud que desencadenan la violencia y la precariedad en sus vidas.
Se estima que 79,5 millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares a nivel mundial. 26 millones de personas son refugiadas, de los cuales más de la mitad son menores de 18 de años. Los obstáculos administrativos, económicos y legales al acceso a la salud, la desinformación generalizada y la falta a servicios básicos hacen que su situación sea aún más vulnerable.
Más del 60% de los pacientes que hemos atendido en la ruta migratoria en México fueron expuestos a una situación de violencia en su país de origen o durante su paso. Actualmente, existe una necesidad urgente de servicios médicos de calidad y atención en salud mental.
Los siguientes retratos reflejan la migración en su diversidad y la desgastante espera de estas personas por vivir en un lugar más seguro. La mayoría busca asilo en Estados Unidos, pero con el cierre de fronteras, las políticas migratorias restrictivas y la pandemia de COVID-19, continúan sobreviviendo en medio de la incertidumbre, la escasez y el riesgo.
*nombres cambiados para proteger su identidad
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Soy Mathysse, solicitante de asilo. Tuve que migrar de Haití tras recibir amenazas en contra de mi familia. Viajé embarazada desde Chile hasta México en busca de seguridad. Ahora espero mi solicitud de asilo para entrar a Estados Unidos, en Reynosa (México). Cuando llegué a esta ciudad fronteriza, nadie me quería atender debido a la falta de recursos y a la saturación que había en los hospitales por la pandemia de COVID-19. Gracias al apoyo de MSF, quien se coordinó con el hospital general, pude acceder a estos servicios, principalmente para los chequeos de mi embarazo.
© MSF -
Soy Marcela* y vengo de El Salvador. Me refugio con algunas compañeras en el campamento improvisado que está en Matamoros, en la frontera entre México y Estados Unidos. Tuve que salir de mi país por ser transexual. Amenazaban con matarme. La única posibilidad que tengo es llegar a Estados Unidos. Voy a esperar lo que tenga que esperar.
© MSF/Arlette Blanco -
Soy Piedad*. Hui de Honduras con mi hija y mis hijos, después de que asesinaran a un miembro de mi familia. Intenté pedir asilo en Estados Unidos pero, a cambio, fui detenida y enviada a México a esperar por mi proceso, poniendo mi vida y la de mi familia en riesgo. Espero que me den alguna respuesta en Reynosa (México).
© Dominic Bracco -
Elizabeth lleva a su hijo Carlos. Embarazada, decidió cruzar la frontera nadando el río Bravo. Se puso de parto cuando fue capturada por la patrulla fronteriza de Estados Unidos y dio a luz a Carlos. Dos días después, ambos fueron deportados con la orden de esperar su proceso de solicitud de asilo en México. Carlos, a pesar de haber nacido en Estados Unidos, fue devuelto al país del que su familia busca huir. © MSF/Arlette Blanco
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Soy Luis*, mi familia y yo salimos de Honduras porque mis papás dijeron que ya no era seguro para nosotros. Ahora esperamos en Matamoros para poder ir a Estados Unidos, donde mis papás me han dicho que se vive mejor.
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Soy Mario*, tengo 72 años. Soy oriundo del estado de Zacatecas, en México, aunque me siento como ilegal aquí, en mi propio país, desde que me deportaron. Pasé 43 años en los Estados Unidos; mi vida la tenía allá. Ya no me queda familia aquí y tampoco tengo familia allá. Me quedaré en Matamoros, donde conseguí un trabajo y es un lugar donde me siento bien. © MSF/Clémentine Faget
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Soy Nuria*, solicitante de asilo. Huí de Honduras con mis hijos porque fuimos amenazados de muerte por las maras. Tengo mucho miedo de volver a mi país. La situación aquí, en el estado de Tamaulipas, tampoco es muy segura. Ahora estamos a la espera de recibir nuestra primera cita para la solicitud de asilo en Estados Unidos y así encontrarnos de nuevo con el resto de nuestra familia, allá. © MSF/Clémentine Faget
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Soy Denise. Mis papás y yo salimos de nuestra casa en Congo, viajamos mucho tiempo. Ellos me dijeron que iríamos a otro lugar, donde viviríamos con menos miedo. Ahora esperamos llegar pero, mientras tanto, estamos en un albergue, en Reynosa, donde puedo jugar con otros niños que también esperan para irse. Casi no salimos de aquí porque dicen que es muy peligroso. © MSF/Cesar Delgado
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Soy Lurvy, tuve que huir de Tegucigalpa por la violencia de las maras. Quería llegar a Monterrey, donde tengo familia. Iría primero yo y luego vendrían mi marido y mis hijos. Al llegar a Chiapas, pedí asilo, pero el proceso no avanzaba y sentía miedo, así que decidí subirme a al tren, ‘la Bestia’; no tenía otra opción. Llegamos tras tres días y tres noches a Coatzacoalcos. Allá tocaba cambiar de tren. Cuando llegó el momento, la Policía se presentó y tuvimos que huir corriendo hacia un lugar donde subirse al tren es más difícil. Caí. El tren me arrolló. Estuve varios meses en Coatzacoalcos en un albergue para recuperarme. Allí recibí ayuda psicológica por parte de MSF. Ahora estoy en Monterrey con mi familia. Pocos meses después, mi marido murió en un accidente de tráfico. Todavía no tengo prótesis y necesito ayuda para obtenerlas. © Léo Coulongeat/Hans Lucas