El entorno urbano de la capital de Haití se ha transformado drásticamente, y las calles desiertas y los barrios fortificados se han convertido en la norma mientras los residentes intentan protegerse de la violencia. "La ciudad que yo conocía ya no es la misma. Nuestro trabajo ahora implica no solo tratar las lesiones físicas, sino también abordar las cicatrices mentales dejadas por el miedo y la pérdida constantes", explica nuestra compañera Windy.

La violencia en Puerto Príncipe, la capital de Haití, ha experimentado un nuevo y dramático aumento desde el 28 de febrero de 2024, con grupos armados atacando nuevas zonas de la ciudad. Este aumento del conflicto, que se produce con frecuencia en zonas residenciales, ha afectado profundamente a la comunidad y ha perturbado gravemente el sistema sanitario, que lucha por seguir funcionando.
En nuestro centro de urgencias en Turgeau, en el centro de la capital, la realidad de estos conflictos es una constante diaria, con numerosos supervivientes que llegan para recibir tratamiento. "Cada día vemos las consecuencias de esta violencia", señala Robin Meldrum, coordinador de nuestro centro de emergencias. "Solo el mes pasado, uno de los pacientes más jóvenes fue un niño de 3 años que sufrió una herida de bala en el cuello, un claro indicio de lo indiscriminada que se ha vuelto la violencia".
Los servicios sanitarios de Puerto Príncipe están sometidos a una gran presión. El principal hospital, l'Hôpital Général, está actualmente inoperativo, situado dentro de una zona de conflicto. Otros hospitales se enfrentan a problemas similares o están desbordados por el número de víctimas, lo que limita su capacidad para aceptar nuevos pacientes. Incluso nuestro centro en Tabarre, especializado en traumatología y quemados, está al límite de su capacidad, por lo que se centra solo en los heridos más graves.
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Maudeline, tendera en el mercado Salomon, situado a pocos metros del hospital general, fue alcanzada por una bala perdida mientras vendía verduras. © MSF
El entorno urbano de Puerto Príncipe se ha transformado drásticamente, y las calles desiertas y los barrios fortificados se han convertido en la norma mientras los residentes intentan protegerse de la violencia. Este cambio se ha traducido en un notable descenso de las visitas de urgencia, y el centro de Turgeau recibe menos de 40 pacientes diarios, frente a los 80-100 de años anteriores.
La inseguridad ha obligado a muchos, como Maudeline, vendedora en un mercado local, a alterar considerablemente sus rutinas. Tras ser herida por una bala perdida mientras vendía verduras, ahora evita el mercado. "Ya no puedo arriesgarme a ir al mercado", dice Maudeline. "Es donde me gano la vida, pero mi seguridad es más importante. Cuando me recupere, tendré que encontrar la forma de volver sana y salva".
En medio de estos retos, nuestro personal, como es el caso de Windy, educadora sanitaria, sigue dedicado a sus funciones, proporcionando apoyo médico y psicológico esencial. Windy reflexiona sobre los cambios: "La ciudad que yo conocía ya no es la misma. Nuestro trabajo ahora implica no solo tratar las lesiones físicas, sino también abordar las cicatrices mentales dejadas por el miedo y la pérdida constantes".
Mientras Puerto Príncipe se enfrenta a estos tiempos turbulentos, seguimos desempeñando un papel crucial en la comunidad, ofreciendo atención y apoyo a las personas afectadas por la violencia. Nuestros esfuerzos ponen de relieve la capacidad de recuperación tanto de los equipos médicos como de los residentes a los que atienden, destacando la necesidad permanente de apoyo integral en esta ciudad azotada por la crisis.
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