Inna, Rita, Inessa, Anna, Oksana, Natalia… son nuestras pacientes en Ucrania. También son mujeres que han querido contarnos cómo sobreviven emocionalmente a la guerra en su país, que ya cumple dos años de escalada y 10 desde su inicio. "Si no has perdido a alguien en la guerra, no puedes entender ese sentimiento”, confiesa Natalia antes de recordar que "todas hemos perdido a alguien". "Una cosa es cuando mueren soldados y otra muy distinta cuando mueren civiles, cuando mueren niños...".
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Inna Mars. © Nuria Lopez Torres
Inna Mars (nombre artístico) está ingresada en el hospital psiquiátrico que apoyamos en Mykolaiv, en Ucrania, donde realiza sesiones con uno de nuestros psicólogos. Inna vivía en Odessa pero, con el inicio de la guerra se dirigió a Francia, donde también estuvo ingresada en un hospital psiquiátrico. Un tiempo después, volvió a su país de origen. "Recorrí siete países en tres días, ¡no dormí! Soy bipolar y a veces tengo mucha energía y luego entro en depresión...", confiesa.
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Inna en el hospital de salud mental de Mykolaiv. © Nuria Lopez Torres
Inna es, ante todo, una enamorada de la música. Estudió en el conservatorio y le interesa la música del compositor Gustav Holst. De ahí viene su nombre artístico: Los Planetas es la suite orquestal de Holst, y su planeta, el que Inna ha elegido para su nombre, es Marte. "Y por más razones... Tengo mucha información sobre Marte", dice. Inna tiene infinitos intereses y habla varios idiomas.
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Rita Dmitrenko. © Nuria Lopez Torres
"MSF nos ayudó mucho", dice Rita, con una bufanda. "El equipo médico nos vio y nos derivó al psicólogo. Yo pensaba que no necesitaba ayuda psicológica, pero fue muy bien. Mi marido y yo utilizamos el asesoramiento que nos dieron". La guerra no solo afecta a las víctimas directas, los heridos, sino también a quienes se quedan sin atención médica en un momento crítico. Le ocurrió a Rita.
Cuando el frente de batalla estaba cerca de aquí, Rita no podía ir a Mykolaiv, la gran ciudad más cercana, la capital de la provincia, para hacerse revisiones. "Empecé a empeorar. Creo que podrían haber controlado mejor mi cáncer".
El estrés deterioró su salud física y psicológica: estuvo desplazada con su marido durante diez meses a unos 50 kilómetros de este pueblo. Y junto con la guerra y su cáncer llegó otra terrible noticia: uno de sus hijos murió de leucemia. Ahora, tras la radioterapia, la cirugía y el apoyo psicológico, Rita está mejor física y mentalmente. Dentro de unos meses volverá al hospital para una revisión.
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Inessa Bondarenko. © Nuria Lopez Torres
Inessa Bondarenko, 70 años. Asiste a actividades de grupo y sesiones organizadas por MSF en Ndamyanka. Es de Kharkiv. Su marido se quedó allí, pero ella huyó. Su hija está refugiada en Alemania. Vive con dos gatos en un refugio de Ndamyanka (que MSF ayudó a construir).
"Los lunes y los martes son los mejores días. ¿Por qué? Porque es cuando viene Inna. Nos relajamos así: jugando, hablando, tomando el té". Inna es la trabajadora de salud mental de la comunidad.
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Anna Svesova, directora del hospital de Trostianets, cerca de la frontera rusa. © Nuria Lopez Torres
Anna Svesova es directora del hospital de Trostianets, en Ucrania, cerca de la frontera rusa. Ella y otros trabajadores del hospital recibieron nuestra atención psicológica porque llevaban meses viviendo bajo la ocupación rusa. Incluso tuvieron que ir al sótano, donde atendían partos.
"No sabíamos que éramos tan fuertes hasta que ocuparon el hospital. Fue entonces cuando lo descubrimos. Entonces lo arreglamos todo y lo limpiamos todo, había habitaciones enteras quemadas".
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Anna Svesova. © Nuria Lopez Torres
Con su pelo corto y canoso y un pijama azul oscuro de manga corta, Anna Svesova muestra las catacumbas, el laberinto subterráneo al que se trasladaron gran parte de los servicios del hospital. El edificio sufrió graves daños. "Durante la ocupación nos quedamos sin ventanas, había agujeros por disparos que habían atravesado todo el edificio, zonas desde las que se veía el cielo...".
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Anna Svesova- © Nuria Lopez Torres
Anna Svesova tiene 1.000 historias que contar sobre aquellas semanas. Como el nacimiento de gemelos a 30 grados bajo cero y a la luz de una linterna de móvil. O los vecinos que llevaban pan al hospital para el personal médico.
O los trabajadores y pacientes (algunas de ellas madres que acababan de dar a luz) que tuvieron que abandonar el hospital y cruzar el bosque en medio de las bombas. "Entonces a nadie le importaba la jerarquía, quién mandaba y quién no, todos se ayudaban, todos iban a una", dice. "Fue muy difícil. Pero sobrevivimos".
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La psicóloga Inna Suzova con los hijos pequeños de Inna Gladko. © Nuria Lopez Torres
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Oksana Tolstaia. © Nuria Lopez Torres
Oksana Tolstaia tiene 51 años y es de Grushyne, cerca de Pervomaisky, en la provincia de Jarkóv y es una de nuestras pacientes, a quien brindamos apoyo psicológico. Junto con Antonina Sakhnovska y Natalia Rukhova, forma parte del mismo grupo de mujeres que acuden a nuestro programa de asesoramiento en Pervomaiski. Oksana es profesora; su hijo murió en la guerra. "Perdí una parte de mí cuando lo mataron. Espero que no sea en vano”, dice.
"Sentimos mucho dolor. Cuando nos reunimos nos contamos lo que ha pasado en la última semana, nos contamos nuestros sentimientos, que son muchos". Todo el grupo se reúne alrededor de una mesa y Oksana toma la iniciativa. Ella dirige el grupo. "Nos ayudamos mutuamente", dice. Es el espacio donde todas ellas, que han perdido a un ser querido en la guerra, comparten confidencias y afecto.
Como profesora, Oksana está profundamente preocupada por el impacto de la guerra en los niños. "Soy maestra desde hace 32 años y ahora veo cómo los niños tienen que estudiar a distancia en la provincia de Jarkóv. Reunimos a todos porque puede ser peligroso, puede haber bombardeos y muchas escuelas no están preparadas". Oksana dice que las familias de los estudiantes saben que ella perdió a su hijo en la guerra y que le han apoyado mucho.
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Natalia Rukhova. © Nuria Lopez Torres
Natalia Rukhova tiene 56 años y es de Pervomaiski. Al igual que Oksana, con quien comparte terapia de grupo, también perdió a su hijo en la guerra.
"Me he quedado con mi hijo menor, que tiene 16 años. Nadie sabe cuándo acabará esto ni cuánto tiempo tendremos que esperar.Me temo que cuando todo esto acabe la situación será terrible y el estado psicológico de los jóvenes y los mayores será terrible. La gente ha perdido muchas cosas, ahora no les queda nada, no sé cómo aguantamos todo esto".
Llora varias veces mientras comparte sus sentimientos, pero quiere seguir hablando. "Si no has perdido a alguien en la guerra, no puedes entender ese sentimiento”, dice. "Todas hemos perdido a alguien".
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Edificio destruido en la ciudad de Izium, en el noreste de Ucrania, que fue retomada por el ejército ucraniano. © Nuria Lopez Torres
Este grupo de siete mujeres lleva reuniéndose desde agosto de 2023. Antes de comenzar su conversación, oyen el zumbido lejano de un avión. Varias de ellas están pintando sobre una hoja de papel, coloreando el relleno de unos dibujos; una actividad relajante. Están en una sala con ordenadores y juegos de mesa cerca de la biblioteca del centro cultural.
Todos hablan de su experiencia y su dolor. Pero también sobre la guerra en general y cómo afecta a toda la población. "Una cosa es cuando mueren soldados y otra muy distinta cuando mueren civiles, cuando mueren niños...", dice Natalia.
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Vika, psicóloga de MSF, abraza a Antonina. © Nuria Lopez Torres
Nuestra psicóloga Vika abraza a Antonina Sakhnovska cuando empieza a llorar al recordar a su marido, muerto en la guerra, y a su hijo, soldado y herido en el frente. Asiste a un grupo de terapia psicológica con otras mujeres en la biblioteca municipal de Pervomaiskyi, en la provincia ucraniana de Jarkóv, en el noreste del país. Algunas de las otras mujeres también han perdido hijos y maridos en la guerra.
MSF y la salud mental
La guerra, el desplazamiento forzoso, la búsqueda de refugio o la migración tienen consecuencias que pueden ser terribles para la salud física de las personas que las sufren. Pero también, y de forma inconmensurable, para su salud mental. Por eso, incorporamos la atención a la salud mental en todos nuestros proyectos: en Ucrania, en Mozambique, y en México, por ejemplo.
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