Nuestros políticos han batido un récord de hipocresía con Libia

David Noguera, presidente de Médicos Sin Fronteras, denuncia el cinismo vergonzoso de los líderes europeos: expresan su indignación por los crímenes cometidos contra los migrantes en Libia mientras prosiguen con sus inhumanas políticas de devolución.

MSF
14/12/2017

Hace unos días, nuestro equipo médico en Libia pasó consulta a un centenar de hombres y mujeres en un centro de detención en la región de Misrata; habían sido trasladados al centro tras ser interceptada su embarcación por guardacostas libios, que los devolvieron a tierra. Aunque podamos trabajar dentro de estos centros de detención, no sabemos con certeza lo que les ocurre a estas personas, ya que los pacientes a los que atendemos pueden desaparecer sin dejar rastro de una semana para otra.

El pasado verano, la Guardia Costera libia intensificó sus operaciones de intercepción en el mar, al amparo del apoyo político y económico de la Unión Europea y sus Estados miembros (con España, Francia, Italia y Alemania desempeñando un rol principal). Sin embargo, Libia es ahora más que nunca una trampa para las personas que esperan encontrar un trabajo en el país o que quieren atravesarlo en su camino hacia Europa en busca de un futuro mejor.

El impactante reportaje emitido por la CNN el pasado 14 de noviembre sacó de nuevo a la luz una situación que ya había sido denunciada por muchas organizaciones: el lucrativo negocio de secuestros, torturas y extorsión a migrantes y refugiados, que son vendidos en subastas como si fuesen mera mercancía. Lo más indignante es que este negocio se alimenta de las represivas políticas migratorias puestas en marcha por Europa, ya que nuestros dirigentes, con Mariano Rajoy, Angela Merkel, Emmanuel Macron y Paolo Gentiloni a la cabeza, están dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de impedir las llegadas de migrantes a las costas europeas.

Como siempre, las imágenes televisadas por una cadena del rango de la CNN levantan ampollas y provocan algunas reacciones aisladas. Ha dado igual que lleváramos meses haciendo públicos testimonios de migrantes y refugiados, en los que aseguraban haber sido víctimas de esta mafia organizada que se lucra vendiendo a personas como si fueran esclavos; al final, hasta que las imágenes no han aparecido en una televisión de alcance mundial, nadie ha reaccionado, nadie parecía darle crédito y valor a los informes. Ahora, con las imágenes tocando conciencias y amenazando reputaciones, las reacciones políticas se suceden en cadena. La primera fue la de Francia, que condenó este “crimen contra la humanidad” y pidió una sesión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU; la segunda fue el anuncio realizado la semana pasada por la propia Francia y Alemania, en la Cumbre de la UE y la Unión Africana en Abiyán, sobre el flete inmediato de aviones para repatriar a 3.800 personas.

Pero, ¿qué pensar de quienes, como Macron, condenan ahora categóricamente lo que ocurre en Libia, buscan soluciones desesperadas y hacen anuncios pomposos, cuando al mismo tiempo siguen apoyando a la Guardia Costera libia y financiando otras medidas destinadas a mantener en el mismísimo infierno a las personas que pretenden escapar de él? ¿Qué pensar de quienes, como Mariano Rajoy, siguen negando el impacto que sus políticas tienen en los seres humanos y al mismo tiempo aseguran “sentir profunda indignación” y condenan “las brutales violaciones de derechos y la dignidad de las personas por las mafias en Libia”? Es todo un récord de hipocresía. ¿Quién puede aún atreverse a fingir que estas personas, sacadas de barcos interceptados y devueltas a Libia, serán acogidas en cómodos centros, que cumplen con los “estándares internacionales”, gracias a la generosidad de los contribuyentes europeos? Nadie puede dudar ya de que, cuando son devueltos a tierra libia, estos hombres, mujeres y menores de edad son arrojados directamente a la violencia extrema, en un contexto completamente difuso en el que cuesta mucho saber quién cae en manos de las autoridades y quién pasa a ser de nuevo víctima de las redes de tráfico de personas.

La inseguridad y las restricciones que sufrimos para acceder a las víctimas nos hacen ser muy conscientes de los límites a los que nos enfrentamos en estos centros de detención libios. Nuestro personal médico no tiene acceso a todos los detenidos: no somos libres de decidir a quién examinar o tratar. Y quienes amenazan con hablar o se encuentran en un estado especialmente delicado son ocultados para evitar que nuestros equipos los asistan. Afirmar que el dinero es lo único que necesitan estos centros para mejorar sus condiciones de vida es, sencillamente, una falacia.

Nosotros nos preguntamos hasta qué punto la presencia de nuestra organización está sirviendo para dar un barniz de humanidad a este sistema brutal. No tenemos una respuesta clara. Es un dilema que, pese a todo, nos esforzamos por superar, midiendo constantemente nuestra capacidad de proporcionar asistencia vital a personas que están en una situación extrema de riesgo, acercándonos a ellas, para dar a conocer su situación y concienciar sobre la violencia y absoluta falta de humanidad que provocan las cada vez más peligrosas medidas instauradas por la UE y por sus socios para contener los flujos migratorios.

Expresar indignación por los crímenes cometidos contra los migrantes en Libia, tal y como hicieron la semana pasada en Abiyán el cuarteto de líderes europeos, mientras prosiguen con políticas de devolución y luchan por mantener todo el tiempo que sea posible a los migrantes y refugiados al otro lado del Mediterráneo es, cuando menos, vergonzoso, por mucho que hablen de su “compromiso político de elaborar un plan contundente contra las mafias en Libia” y por muchos aviones de socorro que decidan fletar.

La incompatibilidad de estas dos actitudes no es producto de la imaginación de Médicos Sin Fronteras. En octubre de 2017, el número de migrantes en centros de detención se triplicó, según las estimaciones de la Organización Internacional de las Migraciones y del Departamento de Lucha contra la Inmigración Ilegal (la agencia libia que gestiona los centros). Los observadores de derechos humanos de la ONU quedaron impresionados por lo que vieron en los centros de Trípoli a principios de noviembre: se encontraron con cientos de personas demacradas y traumatizadas, amontonadas unas encima de otras, encerradas en hangares y sometidas a formas extremas de violencia y abuso. El 14 de noviembre, Zeid Raad al Hussein, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, declaró que, desde que la UE ha aumentado sus intervenciones contra la migración, las condiciones de detención en Libia se han deteriorado.

Hace tan solo un par de semanas, el 24 de noviembre, el Aquarius (el barco de búsqueda y rescate operado por MSF y SOS Méditerranée) presenció cómo los guardacostas libios interceptaban tres botes de goma en aguas internacionales y se llevaban a sus ocupantes de vuelta a Libia, mientras un avión de la UE sobrevolaba la escena. En otro incidente ocurrido el 31 de octubre en aguas internacionales, el Centro de Coordinación de Rescate Marítimo de Roma dio instrucciones al Aquarius para que permaneciese a la espera mientras unos 200 o 300 refugiados y migrantes eran interceptados por los guardacostas libios y devueltos a Libia, de nuevo con la presencia de un helicóptero naval y un buque militar de la UE.

Urge un cambio que se traduzca en acciones en las políticas migratorias de la UE y de sus Estados miembros. Estas acciones, aunque sean pequeñas, no solo deben ayudar a aliviar el sufrimiento de las personas forzadas a vivir una pesadilla en Libia: más importante aún, deben poner fin inmediatamente a políticas que simplemente agravan su desesperada situación.

Así, una vez más, instamos a la UE y a sus Estados miembros (más concretamente a España, Francia, Italia y Alemania) a facilitar los operativos marítimos de búsqueda y rescate y a cesar su apoyo a la Guardia Costera libia en sus operaciones de intercepción y devolución de migrantes y refugiados. Libia, no lo olvidemos, ni siquiera ha firmado la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. Si los líderes europeos persisten en su actitud, seguirán siendo cómplices de esos crímenes que ellos mismos están empezando ahora a condenar.

Todas las personas atrapadas en la trampa libia, colocada en parte por la UE y países como España, deben tener permitidas todas las posibles vías de escape, incluyendo la completa aplicación del derecho de asilo para cualquier persona que lo elija; el incremento de ofertas de retorno voluntario a sus países de origen para los candidatos adecuados; y la implementación de formas de protección adecuadas en los países vecinos y en Europa (esto incluye a España) para cubrir las necesidades de los supervivientes de este infierno.

Trabajamos en Libia desde 2011. Desde hace un año, proporcionamos asistencia y cuidados médicos a migrantes y refugiados en centros de detención ubicados en las áreas de Trípoli y Misrata.

Artículo publicado originalmente en El Mundo