El valor de seguir: la violencia contra los migrantes centroamericanos en México

Ocho años después de la masacre de San Fernando, poco ha cambiado: los secuestros, las extorsiones, los robos, las amenazas y los abusos sexuales son el precio a pagar al atravesar México. Proporcionamos asistencia en salud mental y física en varios albergues a lo largo de la ruta.

MSF
04/09/2018

72 seres humanos. 58 hombres y 14 mujeres. Secuestrados y asesinados en San Fernando (Tamaulipas) hace estos días justo ocho años, entre el 22 y el 23 de agosto de 2010. Con un tiro en la nuca sus cuerpos fueron abandonados en un rancho. Migrantes. En ruta hacia los Estados Unidos.

‘La masacre de San Fernando’, conocida porque los cuerpos fueron descubiertos por la Marina antes de que los agresores pudieran enterrarlos, evidenció de forma pública la extrema violencia, abuso y maltrato sufrido por la población migrante en México.

“Es una violencia que no ha dejado de reproducirse. Los migrantes y refugiados que asistimos en México están sometidos a constantes amenazas y riesgos en la ruta. Han sido víctimas de secuestros, extorsiones, robos, amenazas, agresiones físicas y abusos sexuales. Una parte importante del trabajo de MSF con esta población consiste en tratar los problemas de salud mental y física fruto de la violencia sufrida tanto en territorio mexicano como en sus países de origen”, explica María Hernández Matas, coordinadora de nuestro proyecto de migración en dicho país.

Una muestra de la persistencia de esta violencia es el testimonio de un paciente hondureño de 22 años -que publicamos a continuación-, recogido por nuestros equipos hace escasos meses, en el albergue de Coatzacoalcos, donde trabajamos.  

“Hace alrededor de cuatro años, en la frontera de Nuevo Laredo me secuestraron y me llevaron para San Fernando, en Tamaulipas. Había muchas personas secuestradas ahí conmigo. Nos tenían amarrados y vendados los ojos. Nos golpeaban. Nos pidieron el número de teléfono de nuestros familiares en Honduras y en los Estados Unidos para pedirles 3.000 dólares [unos 2.600 euros] de rescate. A los que no tenían dinero los mataban. Había algunos que pagaban el rescate y, aun así, los mantenían secuestrados para seguir pidiendo más dinero.

Miedo al pasado… y al futuro

Tenía miedo. Pensaba que me iban a matar. Les decía que no tenía dinero, que era de una familia pobre. Me dijeron que si mi familia no tenía dinero, entonces me iban a matar. Lloraba. Les pedía que me liberaran. Veía cómo golpeaban a la gente; a las mujeres las violaban.

De Nuevo Laredo nos llevaron en un carro a San Fernando. Fue una pesadilla. No nos daban de comer, solo nos daban agua. Estuvimos cerca de dos meses secuestrados. Un día, en la madrugada, escuché disparos procedentes tanto al interior como de afuera. Cuando escuché “¡Secretaría de la Marina!”, me levanté, me quité la venda y salí corriendo llorando.

No quería que me pasara lo que le pasó a mi tío en ‘La masacre de los 72’: fue una de las personas que asesinaron en San Fernando. Me encontré con un oficial de la Marina, me pidió que me detuviera.  Le dije que estaba secuestrado y que era de Honduras.

Ahora voy de nueva cuenta hacia el norte porque, desgraciadamente, ya no puedo vivir en mi país. Los motivos por los que tengo de salir de Honduras son debido al Gobierno y las pandillas. No hay trabajo y, encima, te cobran un impuesto de guerra. Ahorita ha sido muy difícil la venida, me he vuelto a encontrar con el pasado también; otra vez me secuestraron en Coatzacoalcos. Ahorita me siento bien porque platiqué con psicólogas de Médicos Sin Fronteras en la Casa del Migrante, realmente tenía miedo de continuar, y pues encontrarme con las muchachas de Médicos Sin Fronteras y me dio el valor para seguir”.

Médicos Sin Fronteras (MSF) trabaja con personas migrantes y refugiadas en México desde 2012, quienes huyen de la violencia y la falta de oportunidades en sus países de origen. Actualmente, MSF trabaja para mejorar el acceso a la atención médica y psicológica de dichas personas a lo largo de la ruta migratoria, priorizando la asistencia a la población más vulnerable: menores no acompañados, mujeres que viajan solas y personas víctimas de la violencia directa.

En coordinación con el Hogar Refugio La 72 (Tenosique, Tabasco) y en la Casa del Migrante Diócesis de Coatzacoalcos (Coatzacoalcos, Veracruz), nuestros equipos aseguran un servicio médico de calidad, y ofrecen servicios de promoción, prevención y atención en salud mental.

Para los casos más graves de supervivientes o testigos de violencia extrema, tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes, ofrecemos atención multidisciplinaria (médica, de salud mental y trabajo social) a través de nuestro Centro de Atención Integral (Ciudad de México) y gestionamos servicios médicos especializados para su completa rehabilitación.

También contamos con un equipo móvil -un médico, una enfermera y un psicólogo-, que visita de manera regular albergues para migrantes y refugiados en Reynosa (Tamaulipas) para apoyar en la atención médica de calidad para la población.