Día Mundial del Sida: 10 años después, la vida sigue

Florence fue la primera paciente de nuestra clínica de Epworth, en Zimbabue. Hoy, es una exitosa prueba viviente: su salud ha mejorado, ha podido mantener el VIH bajo control y ya no se avergüenza. En la última década, más de 30.000 pacientes han recibido allí atención médica gratuita. Sin embargo, cada día es un desafío.

MSF
30/11/2016

Son las ocho de la mañana. Alice Otiato camina por la clínica de Epworth, en el noreste de Zimbabue, bañada por un sol espléndido. Saluda a los pacientes y a los trabajadores con una sonrisa y un ‘¿qué tal?’. Hace ya casi 30º y la jornada de Alice no ha hecho más que empezar.

Hace una parada en la clínica de día, donde se evalúa a los pacientes enfermos, y echa un vistazo rápido a la sala. Sus ojos se fijan en un bebé de pocos meses que se apoya con desgana en el hombro de su madre.

Alice ve que el niño está gravemente enfermo y pregunta a la enfermera de guardia dónde está la ambulancia. La enfermera responde que aún no la han enviado; están a la espera de que las autoridades sanitarias confirmen que se harán cargo de los 20 dólares (18,75 euros) que cuesta.

Quizá solo tarden 20 minutos, pero si la madre no puede pagar y hay una vida en juego, cada segundo cuenta.

Alice reacciona rápido y tranquiliza a la enfermera asegurándole que nuestra organización pagará el precio de la ambulancia a la llegada.

La enfermera llama de inmediato al hospital. Al cabo de diez minutos, la ambulancia llega y se lleva al pequeño al Hospital Central para que reciba tratamiento urgente.

La situación es crítica, pero no deja de ser una rutina para Alice, nuestra coordinadora de proyecto en la clínica de Epworth, en las afueras de Harare, la capital.

 

Cada día es un reto

"Para mí, un día normal en Epworth es un día con mucho trabajo. Nunca se sabe lo que va a pasar. Tenemos a un grupo de más de 11.000 pacientes, por lo que, de media, atendemos entre 350 y 400 pacientes. Todos son diferentes: hay niños con VIH, padres, madres, adolescentes, un poco de todo", comenta Alice mientras señala a un numeroso grupo de pacientes en la zona de espera exterior, acomodados en sillas a la sombra para resguardarse del calor.

Han venido para recoger su medicación, asistir a las sesiones diarias de información sobre tuberculosis o VIH o ver a un médico o enfermero.

En 2005, durante la operación de limpieza de la ciudad de Harare (Murambatsvina), miles de personas fueron reubicadas desde los asentamientos informales en la ciudad. Alrededor de 20.000 se establecieron en Epworth, una antigua granja situada en las afueras de Harare.

Ese mismo año, y debido a las crecientes necesidades de la zona, empezamos a proporcionar atención primaria en Epworth, en colaboración con el Ministerio de Salud y la Infancia.

Un año más tarde, se inició el programa de VIH de la clínica de Epworth, después de haber descubierto que la tasa de VIH de Epworth (30%) superaba al promedio nacional en un 6%.

Florence, de 40 años, madre de cuatro hijos, fue la primera paciente en llegar a la clínica y registrarse en el programa. Dio positivo en las pruebas de VIH poco después de dar a luz a su tercer hijo.

"Estaba siempre enferma y decidí ir y hacerme la prueba. Había oído decir que había personal de MSF que hacía pruebas gratis en la clínica", comenta Florence.

Desde entonces, han pasado 10 años, y Florence es ahora una de las más de 30.000 pacientes de Zimbabue que han recibido atención médica gratuita en la clínica de Epworth.

 

Apoyo y orientación

En este tiempo, la clínica ha pasado de ser un edificio humilde y aislado a convertirse en un centro médico comunitario en el que no solo se llevan a cabo pruebas y se proporcionan medicamentos.

Ahora se han organizado grupos de apoyo para pacientes afectados por la tuberculosis o el VIH, dispone de una farmacia y de salas de reunión, y acoge sesiones de orientación.

Florence es una prueba viviente del éxito de la clínica. Su salud ha mejorado y ha podido mantener el VIH bajo control. Dice que ya no se avergüenza de tener VIH.

"Haber dado positivo en las pruebas del VIH ya no me afecta, aunque al principio fue un trastorno. Ahora que he aceptado la situación, mi vida sigue igual", comenta Florence mientras su hijo va entrando y saliendo de su casa de una sola habitación, jugando con los vecinos.

Además de sus cuatro hijos, Florence también se encarga de Tanya, una niña de 10 años con discapacidad, hija de su amiga fallecida a quien también le diagnosticaron VIH.

Tanya y su madre, que murió en 2010, formaron parte del primer grupo de pacientes del programa de VIH de Epworth e iniciaron el tratamiento en la clínica el mismo día que Florence.

Tanya, su hermano y su padre, Life, son vecinos de Florence. La joven, que no ha podido ir nunca a la escuela, necesita la ayuda de muletas o silla de ruedas para desplazarse.

"Antes de que empezara el tratamiento del VIH, no podíamos llegar a imaginar que llegaría a estar como está ahora. Pesaba muy poco y no se estaba desarrollando bien. Nada más empezar el tratamiento, su salud empezó a mejorar", explica su padre.

Life dice que Tanya es una niña muy curiosa y sociable y que está deseando ir a la escuela. Aun así, Tanya se pasa la mayoría de los días en casa con Florence mientras su padre busca trabajo. Con una tasa de desempleo estimada de alrededor del 90% y sin trabajo, Life no puede pagar la escolarización de Tanya.

"Cuando otros niños se ponen a jugar fuera de mi casa, intento ponerme las muletas y jugar con ellos, pero no me esperan, no puedo ir tan rápido como ellos", dice Tanya.

A pesar de los desafíos, Tanya mantiene la esperanza en el futuro.

"Cuando sea mayor, quiero ser maestra, porque quiero enseñar a la gente y ayudarles a leer. Aunque no sé leer, quiero enseñarles que deben leer. De momento, sé contar hasta diez y escribir 'me llamo Tanya'", dice señalando con orgullo un papel desgastado en un estante, garabateado con palabras y números.

 

Trabajamos en la clínica de Epworth desde noviembre de 2006 en colaboración con el Ministerio de Salud y la Infancia (MoHCC). En los últimos diez años, más de 30.000 pacientes de Zimbabue han recibido atención médica gratuita en la clínica. Además de proporcionar atención sanitaria general, la clínica se centra en el tratamiento de miles de pacientes con VIH que viven en la comunidad y en las inmediaciones, asegurando que tengan acceso a una atención médica gratuita y de calidad.

En la década que ha transcurrido desde que se inició el programa del VIH, la prevalencia del VIH en Zimbabue se ha reducido del 30%, punto máximo alcanzado en 2000, al 15%. En la actualidad, más de 1.000 personas con VIH han formado grupos de apoyo en la comunidad.