Despedidas inevitables

Tras dos años de trabajo MSF traspasa el proyecto de salud materno-infantil del distrito de Ijara, al nordeste de Kenia.

MSF
28/11/2012

Cuando los roles de cada género están claros, los hombres entran y se sientan en una parte de la sala, todos juntos, tal como impone el orden socialmente establecido. Las mujeres, sin voz, se sientan al otro lado de esa misma sala y se limitan tan solo a escuchar y a esperar.

“Lo quieren así”, me dicen, y por tanto tengo que ponerme en la parte destinada a las mujeres. Por respeto a la cultura, un hecho del que uno tiene que ser muy consciente cuando vive y trabaja en esta comunidad. Entre las mujeres hay comadronas de MSF, médicas y el resto del personal que ha ayudado a forjar y a llevar adelante un proyecto en la zona.

Bienvenidos a Ijara, al nordeste de Kenia, un área propensa a las sequías crónicas recurrentes y a la desnutrición crónica, con una elevada mortalidad materna y una incidencia alta de la tuberculosis. Un distrito de  87.771 habitantes, en el que MSF ha estado trabajando desde hace ya dos años, de 2010 a 2012, promoviendo la salud sexual y reproductiva.

En un distrito en el que un hombre se enorgullece de que su mujer dé a luz en casa y en el que el respeto y el valor de la mujer dependen en gran medida de ello, una sólo puede imaginarse el esfuerzo y la dedicación que supone superar esas convicciones. MSF ha pasado los dos últimos años animando a las mujeres a que visiten las unidades de control prenatal (CPN) de los hospitales de Sangailu y Hulugho.

Gracias a la ayuda de Promotores de Salud Comunitarios, que van de una aldea a otra sensibilizando a hombres y mujeres sobre la importancia de visitar las unidades de CPN, y por lo tanto de los partos hospitalarios cuando llega la hora de dar a luz, MSF consiguió incrementar el número de partos institucionales de cinco a seis mensuales hasta más de  50. La organización consiguió también mejorar los servicios de CPN, establecer servicios de atención posparto, crear un sistema de referencia de la comunidad a la estructura de salud y viceversa y garantizar unos servicios de atención al parto más seguros.

Antes de la llegada de MSF, la mayoría de mujeres daban a luz en casa, con la ayuda de parteras tradicionales. Estas mujeres eran y siguen siendo un importante pilar de la comunidad de Ijara. Reconociendo su vitalidad a la hora de manejar partos complicados, MSF decidió trabajar con ellas. La organización les dio incentivos para animarlas a llevar a las mujeres embarazadas al hospital, y las educó sobre la importancia de que las mujeres acudiesen a las estructuras de salud antes y después del parto.

Teniendo presente la diferencia de roles, MSF también educó a los hombres sobre la importancia de que sus mujeres diesen a luz en el hospital. La razón es que sin el permiso de los maridos, las esposas no pueden acudir al hospital.

Además, para que los hombres permitan que sus mujeres vayan al hospital se les muestra el valor añadido: que serán atendidas por un profesional médico en  caso de una cesárea u complicaciones en el parto. Un ejemplo de esto último serían hemorragias posparto, bastante frecuentes en las mujeres de la zona.

Con tristeza, una madre nos dice: “si yo pudiera decidir, me gustaría que MSF se quedase.” Sin embargo, tras dos años de trabajo imborrable, la organización está ahora a punto para traspasar el proyecto a una contraparte (Atlantic Global Aid – AGA) y por consiguiente a la comunidad: una comunidad que ha creado lazos con nosotros. Una comunidad en la que los partos institucionales poco a poco están convirtiéndose en la norma y donde, proporcionando una ambulancia, MSF ha conseguido vencer la oscuridad de la distancia. Una comunidad donde la asistencia no puede cuantificarse y la marcha de MSF si de la comunidad dependiese se detendría. Aquí las despedidas, aunque inevitables, le comen a uno por dentro, pero ésta es la triste necesidad de nuestro trabajo.