Países como Sudán del Sur, Etiopía o Nigeria tuvieron que hacer frente a un 2022 especialmente duro. En muchos lugares se registraron cifras récord en cuanto al número de personas afectadas por desnutrición aguda. Y ahora, ya bien entrado 2023, la situación sigue sin tener visos de mejorar.

MSF
06/06/2023

Los conflictos armados, la inflación y el cambio climático están generando una nueva crisis de desnutrición en muchas regiones de África. El incremento de la violencia provoca movimientos de población en muchos países y los cambios en el clima están haciendo que muchas personas vean cada vez más comprometidos sus medios de subsistencia. A su vez, al igual que ocurre en el resto del mundo, el incremento de los precios hace que a muchas familias cada vez les resulte más difícil poder comprar alimentos, mientras que las comunidades nómadas y los agricultores cada vez cuentan con más dificultades para poder mantener el ganado y sacar adelante sus fuentes de alimentos.

Sudán del Sur: mucho más que hambre

Charity Kamau lleva años trabajando con Médicos Sin Fronteras por todo el mundo. Actualmente es el coordinador del hospital en el campo de desplazados de Bentiu, en Sudán del Sur, una población que, año tras año durante el último lustro, se queda totalmente aislada del resto del país a causa de las inundaciones. Que llueva mucho durante la temporada de lluvias no es una novedad, pero sí lo es el hecho de que lo haga de una forma tan intensa.

Gracias a toda esa experiencia acumulada, Charity es perfectamente consciente de que un niño con desnutrición necesitará probablemente de mucho más que alimentos terapéuticos nutricionales para recuperarse; “es muy poco frecuente que el único problema de salud venga provocado por el hecho de pasar hambre”, afirma.

  • Clínica móvil en Bentiu, Sudán del Sur

“Todos los días nos encontramos con niños en un estado de desnutrición crítico. Normalmente ingresan con diagnósticos de malaria, sarampión o infecciones como neumonía” prosigue Charity. En Bentiu, la gente es muy pobre y tienen muchas dificultades para poder acceder a alimentos en una cantidad y calidad nutricional adecuada. “Para nosotros como equipo, cuando las aguas suben hasta niveles como los del año pasado, el mayor reto reside en poder ofrecer a estos niños el tratamiento que necesitan mientras hacemos todo lo posible para conseguir que lleguen aviones con nuevos suministros y medicamentos” explica.

Aproximadamente el 45% de las muertes infantiles a nivel mundial están relacionadas con la desnutrición. Los niños que sufren escasez de alimentos son más propensos a ponerse enfermos dado que su sistema inmune se debilita y es incapaz de hacer frente a otras enfermedades. La desnutrición puede afectar además a su desarrollo cognitivo a largo plazo, generando consecuencias irreversibles.

La atención médica y los medicamentos les pueden salvar la vida, pero muchos niños han sufrido diversos problemas de salud que no han sido tratados y han estado demasiado tiempo desnutridos, por lo que pueden llegar a tener secuelas para toda su vida. “Me he encontrado con niños que incluso han perdido la capacidad de caminar. Por eso, siempre que podemos intentamos ofrecer servicios de fisioterapia para intentar que recuperen su fuerza, así como apoyo psicosocial para que puedan empezar a jugar de nuevo”, cuenta Charity.

“Al principio, las familias se sientan en la esquina de la zona de juegos y solo observan, pero con el tiempo, empiezan a disfrutar de los juegos. Cuando vemos cómo los niños y los padres vuelven a interactuar entre ellos, es un momento muy especial”, dice Charity. “Son este tipo de cosas las que me recuerdan por qué siempre vuelvo a la línea del frente de la ayuda humanitaria”.

En Sudán del Sur, las inundaciones del año pasado desplazaron a cientos de miles de personas, acabaron con la vida de millones de animales y destruyeron cientos de miles de hectáreas de cultivos, agravando una crisis de seguridad alimentaria cada vez mayor en el país. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU estima que actualmente más del 75% de la población de Sudán del Sur necesita ayuda alimentaria. En los últimos años y particularmente el año pasado, hemos sido testigos de un preocupante aumento de las tasas de desnutrición aguda moderada y severa.

  • El personal de MSF lleva a cabo una evaluación nutricional y pediátrica en la clínica de salud primaria de la escuela de primaria de un campo de personas desplazadas de Tigray, en Etiopía.

Etiopía: grandes resultados con muy poco

Jenna Broome, trabaja como médica en Shire, en Etiopía. Lleva trabajando para MSF desde hace 10 años y nunca había visto niveles de desnutrición tan altos como los que está viendo ahora en Shire. “Me acuerdo de un día que atendimos a una pequeña de solo 18 meses que llegó con desnutrición grave. Estaba tan débil que, si su familia no nos la hubiera traído al hospital ese mismo día, no creo que hubiera sobrevivido”.

El bebé llegó con anemia extrema, neumonía y una infección de piel bastante grave. Los niveles de hemoglobina de la niña eran tan bajos que necesitaba una transfusión urgente, además de alimentos y antibióticos para tratar su infección. La verdad es que su situación era muy crítica, prosigue Jenna.

“A pesar de que el pronóstico inicial no resultaba nada halagüeño, fueron pasando los días y la niña se mostraba cada vez más recuperada. Su aspecto iba mejorando poco a poco hasta que un día, casi de repente, la vimos volver a sonreír”, afirma Jenna.

Los pacientes con desnutrición pueden experimentar una enorme mejora en muy poco tiempo si reciben el tratamiento adecuado, pero, además de los cuidados médicos, en estos casos también es fundamental el apoyo psicosocial. “Hay mucha vergüenza asociada a la desnutrición y al hecho de no ser capaz de alimentar a tu familia. Por eso tratamos de dar apoyo a los padres, para que comprendan que no han hecho nada mal”, me cuenta Jenna.

“Me parece que es inaceptable que en 2023 sigan muriendo niños por desnutrición” denuncia Jenna. “Como médica, ver a esos niños en esa situación, me rompe el corazón. Me duele saber que hay niños muriendo por algo que podría ser fácilmente tratado y también evitado”, afirma triste y también indignada.

Se calcula que más de 22 millones de personas necesitaron ayuda humanitaria en Etiopía en 2022. Muchas se enfrentaron y aún se enfrentan a las trágicas consecuencias de los conflictos, especialmente las comunidades de las regiones de Afar, Amhara, Tigray y Naciones del Sur (SNNPR).

Al mismo tiempo, las catástrofes naturales llevaron al límite los mecanismos de supervivencia de la población. Las comunidades de la inmensa región somalí sufrieron la peor sequía de los últimos 40 años, y cuando las inundaciones asolaron la región de Gambella, más de 180.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares.

  • Una enfermera de MSF examina un niño en el hospital nutricional Nilefa Kiji, gestionado por MSF en Maiduguri, Nigeria.

Nigeria: La importancia de actuar rápido

Cuando llegó al hospital de Maiduguri, en Nigeria, Hafsat, de tan solo 5 años, ya estaba inconsciente. A pesar de vivir a tan solo unas pocas decenas de kilómetros, su madre y él tardaron tres o cuatro horas en llegar hasta allí en un taxi compartido que tenía que parar en cada control militar que encontraron por el camino.

El doctor Bukar Galtimari, que fue quién le recibió, explica cómo fue el momento crítico de su llegada: “Las enfermeras le llevaron rápidamente a la sala de urgencias, dónde lo primero que hicieron fue estabilizarle. Estaba en una situación muy delicada y cada segundo de más podía llegar a ser vital.  Los resultados de los análisis de sangre mostraron que tenía hipoglucemia, lo que en realidad no supuso ninguna sorpresa para nosotros: tenía todos los síntomas de estar en un estado de desnutrición muy grave”.

Sin embargo, eso no era todo. Después de hablar con la madre sobre la salud de su hija, el equipo médico empezó a sospechar que la niña podía tener también tuberculosis pulmonar. “Tomamos una muestra de saliva y la enviamos al laboratorio para que la analizaran: el resultado fue positivo”, cuenta Bukar. En caso de no tratarse, la tuberculosis puede resultar mortal, pero afortunadamente, pudieron empezar a atenderle inmediatamente, y después de 16 días, la niña ya estaba lo suficientemente curada como para volver con su familia y seguir su tratamiento desde casa.

Las semanas siguientes, Hafsat continúo acudiendo al hospital regularmente para recibir medicamentos y ser monitoreada. “Cuando viene a ver al equipo de seguimiento, siempre nos hace ilusión ver cómo va ganando peso y comprobar cómo su salud va mejorando. Ahora, si todo va bien, Hafsat completará su tratamiento en 6 meses”, cuenta Bukar.

En Nigeria, se calcula que alrededor de dos millones de niños sufren desnutrición grave y solo 2 de cada 10 tienen acceso a tratamiento médico. La época del año más complicada es de abril a noviembre, cuando las reservas de la cosecha del año anterior empiezan a escasear. “El año pasado, ingresamos a 8.071 pacientes por desnutrición solo en Maiduguri, lo que supuso un aumento del 144% respecto al año anterior. Ahora mismo, con el pico más crítico aún lejos, la situación es manejable, pero las cifras aumentaran de nuevo, así que tenemos que estar preparados” advierte el doctor.