Tras los pasos de su madre, Juliana ha cumplido su sueño y trabaja por reducir la mortalidad materno-infantil
Juliana Alexander Justin trabaja en nuestro servicio de urgencias en Sudán del Sur como oficial clínica*. El sistema sanitario del país no cuenta con suficiente personal de medicina experimentado, por lo que sus responsabilidades son inmensas. Pero, para ella, se trata de un sueño de infancia hecho realidad.

"De niña, pasaba muchas noches en el hospital. Crecí en la ciudad de Wau, en Sudán del Sur, donde mi madre trabajaba como enfermera. A menudo me llevaba con ella en sus turnos de noche para que pudiera cuidar de mi hermana pequeña, que aún era un bebé. Me encantaba ver cómo mi madre hablaba con los pacientes con voz tranquila, les sacaba sangre y les daba la medicación. Me fascinaba su capacidad para ayudar a los enfermos y heridos. Aquellas noches me hicieron querer ser médico algún día.
Sin embargo, cuando terminé el colegio, mis padres no pudieron pagar la matrícula de medicina. Pero tuve suerte, porque en aquella época el gobierno sursudanés creó becas de formación para enfermeras, matronas y oficiales clínicos*. El objetivo era contrarrestar la elevada tasa de mortalidad materno-infantil del país. Presenté mi solicitud y tuve éxito: como oficial clínico, pude acercarme a mi sueño profesional.
Llegar hasta allí no fue fácil. Mi lengua materna es el balanda, y en la escuela nos enseñaban en árabe, pero ahora toda la formación era en inglés, que yo no hablaba muy bien en aquella época. También tuve que asumir rápidamente tareas en el trabajo clínico para las que en realidad no estaba formado. Hay muy pocos médicos en todo Sudán del Sur. Los oficiales clínicos llenamos ese vacío, a pesar de tener solo tres años de formación. Cargar con una responsabilidad tan grande fue duro al principio. Hubo momentos en los que sólo podía motivarme para seguir adelante porque, a pesar de todos los contratiempos, podía ver cada día que muchos de mis pacientes estaban cada vez mejor.
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La enfermera supervisora Scovia Morris examina al niño de 13 meses Chan Akok en la clínica de Aweil. © Oliver Barth/MSF
Ahora soy una médica muy experimentada y llevo siete años trabajando para MSF en la sala de urgencias de Aweil, en el norte del país. Prestamos asistencia gratuita a cerca de 1,3 millones de personas.
Durante la temporada de malaria, por ejemplo, tenemos que atender a muchos niños y niñas al mismo tiempo con muy poco personal, y muchos de ellos corren peligro de muerte.
Entonces trabajo muy concentrada para no perder tiempo. Hace poco preparé una transfusión de sangre para un niño gravemente enfermo. La madre me dijo, completamente agotada, que llevaba día y medio caminando hasta la clínica. No tenía dinero para el transporte. Así es para muchas familias. Me alegré de que hubiera llegado a tiempo.
En mi trabajo siempre tengo que esperar lo peor. Lo que me ayuda a soportarlo es el fuerte apoyo de nuestro equipo. Nos damos consejos, estamos ahí en los momentos difíciles y nos damos las gracias por el buen trabajo que hacemos. Pero lo que más fuerza y confianza me da para mi trabajo son mis pacientes y saber que puedo hacer mucho por ellos, igual que mi madre pudo hacer mucho por sus pacientes".
* Los oficiales clínicos han completado tres años de formación médica y sus cualificaciones los sitúan entre los enfermeros y los médicos. Constituyen la columna vertebral de la atención médica en Sudán del Sur.
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