Seis años después del comienzo del violento conflicto en el norte de Mozambique, la población de Cabo Delgado sigue viviendo con miedo. Solo en 2024, más de 80.000 personas tuvieron que huir tras los ataques de los grupos armados. Las familias desplazadas necesitan urgentemente alimentos, refugio, artículos de socorro, atención sanitaria y también mental.
"Los desplazados suelen estar muy traumatizados por la violencia", dice Esperança Chinhanja, nuestra psicóloga en Macomia, uno de los distritos más afectados de Cabo Delgado. "Algunas personas sufren ansiedad, ataques de pánico, insomnio, aislamiento y tienen pensamientos recurrentes. Algunos comparten que perdieron el sentido de la vida y mencionan pensamientos suicidas".
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Esperança (esperanza), psicóloga de MSF en Macomia, Cabo Delgado, Mozambique. © MSF/Martim Gray Pereira
Desde 2017, las familias han sido desplazadas en múltiples ocasiones. La mayoría ha experimentado o presenciado violencia extrema, incluidos asesinatos, violencia sexual, secuestros, extorsión e incendios de pueblos. Muchos tuvieron o vieron cómo asesinaban, decapitaban o mataban a tiros a sus familiares y vecinos. Algunos han perdido a toda su familia.
La violencia no cesa, y la gente tiene que huir repetidamente. En enero de 2024, vivían en Macomia unas 76.000 personas desplazadas en los últimos años. En febrero, unas 3.600 personas se vieron desplazadas de nuevo tras múltiples ataques en el distrito. Sus historias son desgarradoras.
Joaquim*, de 42 años, lleva desplazado desde 2022, y ahora es responsable de registrar a las nuevas personas que llegan a un campamento para familias desplazadas en Macomia. Registra los nombres de todos los recién llegados y lleva sus historias, experiencias, necesidades y frustraciones. "Por la noche, muchas personas no pueden dormir porque siguen teniendo miedo. Varios prefieren permanecer despiertos para asegurarse de que todo va bien y de que no ocurre nada malo" comparte Joaquim al tiempo que subraya que la comida es la necesidad más urgente de las familias desplazadas.
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Joaquim (nombre ficticio), de 42 años, es desplazado desde 2022 y se encarga de registrar a los recién llegados en un campamento para familias desplazadas en Macomia. © MSF/Martim Gray Pereira
Amade*, un agricultor de 60 años, se vio obligado a huir de su pueblo en Pangane en febrero. Actualmente vive en un campo en Macomia, a unos 45 km de su pueblo. Cuando oímos disparos, empezamos a correr. Era la cuarta vez que huíamos de los ataques en mi pueblo desde 2020. No tenemos comida y dependemos de la generosidad de los demás para comer. He perdido tanto peso que ni siquiera reconozco mi cuerpo: los pantalones se me caen porque ya no me caben. Por la noche no puedo dormir entre el hambre y los recuerdos de los ataques".
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Amade (nombre ficticio), agricultor de 60 años, se vio obligado a huir de su pueblo, Pangane, en febrero de 2024. Actualmente se encuentra en un campo de desplazados en la aldea de Macomia, a unos 45 km de su pueblo natal. © MSF/Martim Gray Pereira
Al igual que Amade, Ernestina Jeremias, comadrona de 32 años, también fue desplazada en febrero de Chai y actualmente se encuentra en la aldea de Macomia, a unos 40 km de su zona de origen. "Los ataques destruyeron todo lo que teníamos, incluidas nuestras vidas. Es la tercera vez que huyo de Chai. Los últimos ataques fueron los más brutales, ya que se repitieron durante dos semanas. Estoy en un centro de desplazados desde que llegué a Macomia. Aquí doy apoyo a mujeres embarazadas de mi comunidad que también huyeron de los ataques, y remito los casos más graves a las clínicas de MSF. Esto es lo que me hace seguir adelante", dice Ernestina.
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Ernestina Jeremias, comadrona de 32 años, fue desplazada en febrero de Chai y actualmente se encuentra en la aldea de Macomia. © MSF/Martim Gray Pereira
Atija, una madre de 28 años, compartió lo siguiente mientras acompañaba a sus dos hijos a nuestra clínica en Nanga: "Estaba embarazada cuando nuestro pueblo fue atacado en el distrito de Meluco en 2022. Ese día perdimos todo lo que teníamos. Mi familia y yo huimos al monte y caminamos durante dos días. Desde entonces, nunca he vuelto a ser la misma y sigo luchando contra los ataques de pánico, el insomnio y quiero estar sola la mayor parte del tiempo. Encuentro fuerzas para seguir viviendo de mis hijos e intentar encontrar comida para nosotros. Trabajo en los campos de otras personas y me dan mandioca seca a cambio".
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Atija, madre de 28 años desplazada en Macomia. Cabo Delgado, Mozambique. © MSF/Martim Gray Pereira
El conflicto sigue teniendo importantes repercusiones en los servicios públicos, sobre todo con la destrucción de instalaciones sanitarias, lo que supone graves limitaciones para acceder a la atención sanitaria básica. En Macomia, de los siete centros de salud existentes gestionados por el ministerio de Salud antes del conflicto, solo funciona uno. MSF presta apoyo a tres clínicas en el pueblo de Macomia y proporciona asistencia vital y médica a los desplazados anteriores y recientes.
La situación de seguridad sigue siendo inestable en Cabo Delgado y es prematuro hablar de estabilización y vuelta a la normalidad. En diciembre de 2023, más de 540.000 personas seguían desplazadas, mientras que 600.000 regresaron a sus pueblos . En varias ocasiones, quienes regresan a sus zonas de origen siguen viviendo con miedo debido al trauma vivido y al riesgo de volver a ser desplazados por nuevos ataques.
MSF en Mozambique
Trabajamos en Cabo Delgado desde 2019. Actualmente trabajamos en los distritos de Macomia, Mocimboa da Praia, Mueda, Muidumbe, Nangade y Palma proporcionando asistencia médico-humanitaria independiente, imparcial y neutral a las comunidades desplazadas y a las que regresan a sus zonas de origen.
En 2023, atendimos a más de 85.000 personas en actividades grupales de salud mental y ofreció 5.000 sesiones individuales de salud mental en Cabo Delgado.
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