Las imágenes de Lampedusa, con cientos de personas bajo el sol durante horas antes de ser asistidas y el increíble hacinamiento en el hotspot -el centro de identificación y registro-, son la instantánea de un fracaso anunciado. A pesar de los esfuerzos por mejorar las condiciones de acogida en la isla, las dificultades crónicas exigen intervenciones más estructurales.
Las imágenes de Lampedusa, con cientos de personas bajo el sol durante horas antes de ser asistidas y el increíble hacinamiento en el hotspot -el centro de identificación y registro-, son la instantánea de un fracaso anunciado. A pesar de los grandes esfuerzos por mejorar las condiciones iniciales de acogida en la isla y acelerar el traslado de personas a tierra firme, las dificultades crónicas exigen intervenciones más estructurales, que se extiendan a los mecanismos de coordinación del salvamento marítimo y el sistema de acogida.
“No hay soluciones fáciles, pero la obstinación con la que en los últimos años se han seguido políticas basadas en la fuerza, orientadas únicamente a detener los desembarcos y a eliminar la cuestión migratoria de la agenda política, nos ha llevado a un callejón sin salida. Italia no es un país asediado, sino principalmente un país de tránsito incapaz de gestionar este flujo de personas”, afirma Marco Bertotto, director de nuestros programas en Italia.
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Una pequeña embarcación utilizada para desembarcar en la isla está varada en las rocas de "Punta Sottile", una corta franja de tierra situada en la parte más meridional de Lampedusa. Debido a las olas y las rocas, el casco de la embarcación está destrozado y los restos se encuentran esparcidos por los alrededores. Todavía se ven tres cartones de leche en la embarcación. © Giuliano Lo Re
El enfoque de emergencia, que durante demasiados años ha caracterizado la respuesta de los gobiernos italianos al fenómeno estructural de la movilidad humana, no ha hecho más que generar nuevas emergencias. Italia vuelve a estar en apuros porque la respuesta de securitización, a veces ideológica, incluso después de tragedias como la de Cutro, continúa siguiendo lógicas de pura disuasión, mientras que los acuerdos de dudosa moralidad e ineficacia con Libia y Túnez han demostrado los límites de las políticas de externalización adoptadas a nivel europeo.
“Lampedusa se ha convertido en un único punto de desembarco tras el boicot a un mecanismo coordinado de salvamento marítimo. Además, desde 2018, el sistema de acogida se ha ido agotando progresivamente y hoy no permite responder eficazmente al aumento de las llegadas. Se necesitan soluciones a largo plazo que respeten los principios de solidaridad y acogida, así como los derechos de las personas en movimiento”, concluye Bertotto.