“Puede que haya gente atrapada bajo los escombros. Soy médico, tengo que ayudar”

Aisha es nuestra compañera y supervisora de matronas en Azaz, en el norte de Siria. En este texto relata los primeros momentos del terremoto: “La escena era espantosa. Todo el mundo decía que parecía el fin del mundo”, recuerda.

MSF
21/02/2023
Aisha Harbalieh - Supervisora de comadronas y salud reproductiva de MSF en el norte de Siria

“Cuando se produjo el terremoto, a las 4:17 h, mi familia y yo estábamos durmiendo. Sentimos que el edificio temblaba encima de nosotros. Vivimos en un edificio de cinco plantas y lo sentimos temblar sobre nuestras cabezas.

Al principio no sabíamos qué estaba pasando, pero al cabo de unos 10 segundos nos dimos cuenta de que era un terremoto. Le grité a mi marido que cogiera a Lareen, nuestra hija de 2 años. Él la abrazó. Nuestros otros dos hijos estaban en su habitación. Corrí a despertarlos. Salimos a la calle sin saber qué estaba pasando.

Mi vecina gritaba. Es madre de dos hijos y su marido no estaba. Mi marido cogió a su hijo y la ayudamos a salir.

Nuestros vecinos de los pisos superiores nos arrojaban a sus hijos para que los cogiéramos. Todo el mundo hacía lo mismo. Los cogimos y les ayudamos a salir del edificio.

Fuera, miramos a nuestro alrededor completamente conmocionados. Nuestras lágrimas se mezclaban con la sangre. No entendíamos lo que estaba pasando.

Me di cuenta de que debía ayudar a la gente. Algunas personas habían permanecido en sus edificios, a otras se les habría derrumbado la casa encima.

Salí corriendo a la calle, descalza. Mi marido me gritaba que volviera: ‘Aisha, ¿adónde vas? Vuelve aquí’.

Me negué. No podía quedarme quieta cuando tanta gente necesitaba ayuda. ‘Puede que haya gente atrapada bajo los escombros’, le dije. ‘Soy médico, tengo que ayudar’.

Recorrí las calles de nuestro barrio hasta asegurarme de que ningún edificio se había derrumbado. Luego volví y abracé a mis hijos. Pasamos el resto de la noche con nuestros vecinos en el patio, bajo la lluvia. Todos estábamos aterrorizados.

Como madre, solo quería estar al lado de mis hijos, sobre todo porque mi hijo mayor murió durante el bombardeo de Alepo. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue la necesidad de proteger a mis hijos y llevarlos a un lugar seguro.

Pero no podía quedarme con mis hijos mucho tiempo. Tenía que ir a ayudar. Los hospitales pedían equipos médicos que pudieran ayudarles. Las personas rescatadas de entre los escombros llegaban a los hospitales, que pronto se vieron desbordados.

Mis hijos me animaron a ir. Mi hijo me dijo: ‘Mamá, ve a ayudar a la gente. No te quedes aquí’. Eso me dio fuerzas para dejar a mis hijos e irme.

Me subí al coche y me dirigí [como voluntaria] al hospital que más médicos necesitaba. Llegué a urgencias y empecé a trabajar.

Estaba en estrecho contacto con los equipos de MSF en la zona y con la responsable médica de MSF, que me preguntaba qué medicinas y material médico y quirúrgico necesitábamos.  

A la 13:24 h sentimos una fuerte réplica. El edificio del hospital está hecho de paneles metálicos, por lo que podría haberse derrumbado en cualquier momento. Los heridos se apresuraron a salir del hospital. Madres, niños, todos corrían. Vi cómo ayudaban a salir del edificio a una mujer embarazada que estaba a punto de dar a luz.

Fue muy aterrador. Recibimos a más de 50 heridos que llegaron al hospital de todas las regiones. Los cuatro quirófanos estaban al máximo de su capacidad. Las salas, cubiertas de sangre. Los cirujanos realizaban osteotomías [procedimiento para cortar el hueso] y laparoscopias [cirugía abdominal].

Había una enorme escasez de equipos y los cirujanos no podían realizar todas las osteotomías necesarias, por lo que tenían que derivar a pacientes a otros hospitales para que los operaran.

También había una enorme escasez de ataúdes y bolsas para cadáveres. El número de cadáveres era enorme: mujeres, niños, ancianos.

Un hombre vio cómo sacaban de entre los escombros los cadáveres de su mujer, sus hijos y sus padres. No podía soportarlo y estaba en estado de shock. No podía entender que toda su familia hubiera quedado sepultada bajo los escombros. Cada media hora recibíamos a otro miembro de su familia: su hijo, su padre, luego sus hermanos. Perdió a más de 13 miembros de su familia. Y no fue el único.

Intentamos aliviar el dolor de los niños todo lo que pudimos. Los llevamos a la enfermería para mantenerlos alejados de la sangre y de las duras situaciones del hospital. Era todo lo que podíamos hacer.

A medianoche, llamaron a un ortopedista [especialista en huesos] para amputar el pie a una niña que estaba atrapada bajo los escombros. Necesitaban un médico y un técnico anestesista para realizar la amputación. Junto con otros médicos, se dirigieron al lugar a las 4 de la mañana para amputar el pie de la niña y rescatarla de entre los escombros. La niña lloraba: ‘No se preocupen por mi pie, sálvenme sin mi pie, sáquenme de aquí. Está oscuro y tengo miedo’.

La escena era espantosa. Todo el mundo decía que parecía el fin del mundo.

El segundo día, fui a la oficina de MSF en al Salameh, en el norte de Siria. Contactamos con los hospitales afectados por el terremoto para saber cuáles eran sus necesidades. Después formamos cuatro grupos, cada uno compuesto por personal de medicina y logística, para visitar junto con organizaciones locales las regiones golpeadas por el terremoto: Afrín, Jindiris, Azaz y Maré.

Cuando llegamos a estas regiones, empezamos a apoyar a estas organizaciones en la distribución de ayuda a las personas afectadas: almohadas, colchones, mantas, artículos de limpieza y utensilios de cocina, artículos de primera necesidad para las personas que se habían refugiado en los campos, bajo los olivos o en terrenos baldíos. Buscamos a familias que no tenían refugio ni artículos de primera necesidad, especialmente madres con bebés.

Hacía mucho frío. Llovía y nevaba.

Pronto se abrieron gimnasios, parques infantiles y centros comunitarios para las personas que buscaban refugio. Cuando vimos el hacinamiento y vimos a gente sin artículos de primera necesidad, como mantas y colchones, les proporcionamos ayuda y provisiones de alimentos.

Es difícil cubrir todas las necesidades de la gente, porque estas regiones se vieron gravemente afectadas y los daños del terremoto son inmensos. Nuestra ayuda se dirigió a quienes habían perdido completamente sus casas.

Artículo publicado originalmente en el Huffington Post.