Mientras el sol se esfuerza por atravesar las densas nubes de lluvia, es media mañana y la lluvia incesante refleja las sombrías condiciones que envuelven las vidas de más de 40.000 personas que residen en este extenso confinamiento al aire libre. El mar de tiendas se extiende hasta donde alcanza la vista, y cada una de ellas alberga una historia de desplazamiento, penuria y lucha por la supervivencia.
Las mujeres, los hombres y los niños y niñas detenidos en el campo de Al Hol se enfrentan a numerosos retos, como el acceso limitado al agua, unas instalaciones de saneamiento inadecuadas y un sistema de atención sanitaria limitado por unas prácticas de seguridad restrictivas. Las tiendas improvisadas, maltratadas por las lluvias incesantes en invierno y el sol abrasador en verano, son la única barrera entre los habitantes y los elementos, lo que pone de manifiesto la necesidad desesperada de mejorar las condiciones de vida y los servicios.
El campo de Al Hol se encuentra en la periferia sur de la ciudad de Al Hol, en el noreste de Siria, cerca de la frontera entre Siria e Irak. Tras la derrota del Estado Islámico (EI) en Siria, el campo es ahora efectivamente un centro de detención al aire libre donde se detiene a las personas que fueron desplazadas durante los combates entre las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y el EI durante la batalla de Deir ez Zor en 2018. En octubre de 2023, el 93% de las personas del campo de Al Hol eran mujeres y niños, el 65% menores de 18 años y el 51% menores de 12 años.
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Un pequeño estanque de agua fangosa y estancada entre dos tiendas tras las fuertes lluvias, en el campo de Al Hol, noreste de Siria. © MSF
Para quienes han sufrido sucesos traumáticos, como violencia y desplazamiento, el campo no ha hecho sino exacerbar su angustia. Los síntomas del trastorno de estrés postraumático, la depresión y la ansiedad se ciernen sobre el campamento, ensombreciendo el bienestar mental de sus residentes.
"Durante el desplazamiento, la familia se dividió debido a los bombardeos, mi hijo de 11 años con sus tíos en el pueblo, y yo con mis cinco hijas en la ciudad de Hajin. Durante 6 meses no supe nada de mi hijo ni de mis hermanos. Éramos muy pobres y estábamos desamparados. Teníamos que comer hierba para sobrevivir. Nadie vino a ayudarnos ni a abogar por nosotros", dijo Um Othman, de 42 años y madre de seis hijos, de DeirZour, en el noreste de Siria.
Para Um Othman, la única vez que vio el exterior del campo no fueron buenas noticias. "La primera vez que salí del campo fue después de 3 años, cuando mi hija de 6 años sufrió quemaduras mientras jugaba con otro niño. Me remitieron a Hassakeh, pero fue una experiencia estresante, sobre todo porque había un hombre armado escoltándonos en la ambulancia". Tras 19 días en el hospital de Hassakeh, sucumbió a sus heridas y falleció, ¡y adivinen qué! Es la misma que sobrevivió a un accidente de moto durante el desplazamiento", relató Um Othman, con la voz temblorosa por el dolor y las lágrimas corriéndole por la cara. El peso emocional de los recuerdos parecía pesar sobre ella, y al mencionar el destino de su hija, la pena se hizo palpable.
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Um Othman, una de nuestras pacientes de salud mental, acude a su sesión de asesoramiento individual en el campo de Al Hol, en el noreste de Siria. © MSF
Abu Omar, refugiado iraquí de 43 años, fue desplazado con su familia de la provincia iraquí de Anbar en 2015 debido a los intensos bombardeos entre las fuerzas iraquíes y el ISIS. Recuerda aquel periodo como si hubiera ocurrido ayer mismo: "Los bombardeos eran incesantes, día y noche. Veíamos cómo mataban a la gente ante nuestros ojos. Mis hijos venían a mí en busca de seguridad, pero yo también estaba indefenso. Comimos hojas y hierba en algún momento por hambre en nuestro viaje de tres días a Siria".
"Las circunstancias que rodearon nuestro desplazamiento fueron duras y afectaron negativamente a mi salud mental, ¿te imaginas que dejamos atrás nuestras casas y todo? Cuando una persona cambia su lugar de dormir, no puede dormir, ¡qué te parece, cambiamos un país entero!". Mientras Abu Omar relataba su desgarrador viaje, sus manos se llevaban instintivamente a la cabeza, como si intentara protegerse del peso de los horripilantes recuerdos, que se iban desvelando. Desde entonces, sufre trastornos del sueño y ansiedad, y se gana la vida vendiendo comida en un carrito. La mayoría de los días recorre el campo vendiendo artículos y ganando unos 10.000 SP (70 céntimos de euro) al día.
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Abu Omar, paciente de nuestra clínica de salud mental, llega para una sesión de asesoramiento individual, en el campo de Al Hol, en el noreste de Siria. © MSF/
Los niños y niñas, víctimas inocentes de circunstancias que escapan a su control, no solo se enfrentan a penurias físicas, sino también a las cicatrices visibles e invisibles de la angustia mental.
Para nuestro personal que trabaja en el campo, las necesidades son evidentes. "Como ven, la sala de espera de salud mental está abarrotada hoy. De media, 25 pacientes acuden cada día a sesiones de asesoramiento individual y unos 40 a otras actividades de salud mental", explica Sama, responsable de nuestras actividades de salud mental en el campo de Al Hol.
En nuestro empeño por abordar la crisis de salud mental en Al Hol, ha sido imperativo desestigmatizar la salud mental y la atención psicosocial. Promover conversaciones abiertas sobre salud mental es un paso crucial para fomentar una comunidad solidaria en la que buscar ayuda se considere un signo de fortaleza, no de debilidad.
"En nuestra sociedad, cuando alguien está deprimido, dicen que su espíritu está poseído y que necesita un exorcismo, pero yo decidí seguir el camino científico y visitar la clínica de MSF. Me daba vergüenza decir a mis vecinos y amigos que estoy buscando sesiones de salud mental por miedo a que me consideraran loca. Ahora sé que la vida no consiste solo en cuidar de los demás, sino también de uno mismo", afirma Um Khaled.
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Un adolescente dibuja en la pared de nuestra clínica de salud mental en el campo de Al Hol, en el noreste de Siria. © MSF
Las actividades de salud mental son una parte crucial de cualquier respuesta médica. Pueden proporcionar un entorno seguro y de apoyo para que las personas expresen sus sentimientos, procesen sus experiencias y aprendan mecanismos de afrontamiento. Estas actividades pueden incluir asesoramiento individual para afecciones mentales de leves a graves (incluida la identificación y derivación de casos psiquiátricos), sesiones de grupo psicosociales que incluyan psicoeducación, grupos de "vivir bien" y actividades recreativas". Nuestros pacientes abogan ahora por los servicios de salud mental. Así lo indican las estadísticas de 2023; los datos muestran que el 70% de los nuevos pacientes son remitidos por sus familiares, amigos y la comunidad", añadió Sama, nuestra responsable de actividades de salud mental.
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Una de nuestras consejeras facilita actividades recreativas durante una sesión de grupo de mujeres, campo de Al Hol, noreste de Siria. © MSF
Caminando por los senderos embarrados del campo de Al Hol tras un aguacero, se hace evidente que los retos a los que se enfrentan sus residentes van mucho más allá de las limitaciones físicas de su entorno.
"El Gobierno iraquí me repatriará la semana que viene. Tengo sentimientos encontrados. Estoy contento y triste al mismo tiempo. Dejaré atrás a algunos familiares y hermanos, incluida mi hermana. Eso hace que mi felicidad sea incompleta", dice Um Ibrahim, uno de nuestros pacientes de salud mental.
MSF en Al Hol
Desde septiembre de 2021, prestamos servicios de salud mental y apoyo psicosocial dentro del campo de Al Hol. En 2023, apoyamos a más de 10.000 personas en el campo de Al Hol con actividades psicosociales grupales para niños y niñas, adolescentes y mujeres y hombres adultos, y proporcionamos 2.000 consultas durante sesiones individuales de asesoramiento terapéutico.
En 2022, publicamos el informe 'Entre dos fuegos: Peligro y desesperación en el campo sirio de Al Hol'. Las conclusiones del informe siguen siendo relevantes. El informe detalla cómo:
MSF estamos preocupados de que no se esté avanzando lo suficiente para avanzar hacia el cierre del campo y que no haya alternativas a largo plazo para poner fin a su confinamiento arbitrario e indefinido. Cuanto más tiempo permanezca detenida y contenida la población, más aumentarán sus vulnerabilidades.
Muchas de las políticas [de seguridad] vigentes impiden la prestación de asistencia sanitaria y el acceso a ella. Las autoridades del campo deben garantizar que la población tenga acceso ilimitado y continuado a la atención sanitaria básica, así como facilitar el acceso a la derivación de pacientes para recibir atención especializada fuera del campo.
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