Con la intensificación de la violencia en Sudán del Sur, más de 33 000 refugiados han huido al norte de la República Democrática del Congo (RDC). En mayo, Médicos Sin Fronteras (MSF) pusimos en marcha una intervención de emergencia para proporcionar atención médica vital a una comunidad que se enfrenta a una crisis.
“Vimos a gente disparando armas. Luego vimos aviones disparando a la gente desde el cielo. Empezaron a matar gente y a robarlo todo. Se llevaron a mi marido. Por eso huimos”, cuenta Blessing Halima, de 30 años, refugiada del condado de Morobo, en Sudán del Sur, que recientemente huyó a Adi, en el norte de RDC, con sus seis hijos.
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Blessing Halima, de 30 años, llegó a RDC con sus cinco hijos para escapar de la violencia en el condado de Morobo, en Sudán del Sur. Su marido fue secuestrado y no sabe dónde se encuentra. © Sam Bradpiece/MSF
No es la única. En abril, Atay Rose viajó durante varios días a través de la selva para llegar a Adi desde Panyume, en Sudán del Sur. “Si hubiéramos utilizado la carretera principal, nos habrían matado. Violan a las niñas y hasta a las mujeres casadas”, dijo. “No sé si podré volver. Siguen los saqueos. Siguen las violaciones. Siguen matando a mujeres y niños. Eso es lo que más tememos”.
Sudán del Sur está viviendo el peor brote de violencia desde la firma del acuerdo de paz y el fin de la guerra civil en 2018. La crisis se agravó en febrero, cuando estallaron los enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y los jóvenes armados, conocidos como el Ejército Blanco, en el estado nororiental del Alto Nilo.
La violencia se extendió rápidamente a otras partes del país, incorporando a grupos armados del estado de Ecuatoria Central, que limita al sur con la República Democrática del Congo. Se han producido numerosas víctimas civiles en todo el país, con más de 730 civiles muertos solo entre enero y marzo.
Entre enero y junio, según la ONU, unas 300.000 personas se vieron obligadas a desplazarse por la violencia, de las cuales 125.000 huyeron a países vecinos, como Sudán, Etiopía, Uganda y la República Democrática del Congo, donde han llegado más de 33.000 personas desde abril, según el Consejo Nacional de Refugiados de este país.
La inestabilidad ha provocado el colapso total de unos servicios públicos ya de por sí frágiles, y MSF nos hemos visto obligados a cerrar dos hospitales y a reducir nuestras operaciones en Sudán del Sur debido a los ataques contra las instalaciones sanitarias.
La mayoría de las personas que llegan a la República Democrática del Congo han huido del condado de Morobo, en el estado de Ecuatoria Central, que se ha vuelto muy inestable este año debido a la intensificación de los combates. Hace unos días nos vimos obligados a suspender todas nuestras actividades en Morobo, incluidos los servicios en los campos para personas desplazadas, así como en el vecino condado de Yei. Esta decisión se tomó tras el secuestro de varios trabajadores sanitarios, entre ellos un miembro del personal de MSF.
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Un funcionario del Comité Nacional de Refugiados de RDC registra a los recién llegados de Sudán del Sur. Una vez completado el registro, los refugiados pueden recibir kits de artículos de primera necesidad de MSF. Estos kits contienen mosquiteras, cubos, jabón y otros artículos esenciales. © Sam Bradpiece/MSF
Llegar sin nada
La provincia de Ituri, en el noreste de la República Democrática del Congo, donde llegan la mayoría de los sursudaneses que cruzan la frontera, lleva décadas sumida en un conflicto caracterizado por la violencia, la división étnica y la amplia prevalencia de grupos armados. Incluso antes de la llegada de los refugiados y refugiadas, los sistemas de salud estaban sobrecargados y eran prácticamente inexistentes en la zona fronteriza.
Muchas personas llegan con pocas o ninguna posesión, tras haber huido apresuradamente de Sudán del Sur para salvar sus vidas.
“Estamos sufriendo”, dijo Jacob Justin, de 24 años, que viajó solo con lo puesto. “No tenemos escuelas, ni hospitales, ni acceso a agua potable”.
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Viola Kani huyó a RDC desde Sudán del Sur en mayo. Se llevó consigo a sus cuatro hijos en medio de la violencia y los saqueos generalizados. No tiene previsto regresar. © Sam Bradpiece/MSF
Viola Kani huyó a través de la frontera en mayo con su hermano y sus cuatro hijos. “Huimos sin nada. Nos quitaron la comida y la ropa. Ahora nos estamos muriendo de hambre y no tenemos sitio donde dormir”, dice.
El 6 % de los niños de entre 6 y 59 meses atendidos por los equipos de MSF cerca de la frontera sufren desnutrición grave, lo que representa un “grave problema de salud pública”, explica Dr. Léonard Wabingwa, responsable de actividades médicas de MSF en Adi.
Respuesta de MSF
Para hacer frente a las crecientes necesidades de la población refugiada, pusimos en marcha una respuesta de emergencia en mayo. Desplegamos dos clínicas móviles y establecimos seis centros de atención comunitaria.
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El doctor Théophile Lupay Asiki atiende a pacientes en una clínica móvil de MSF en Golé. © Sam Bradpiece/MSF
En menos de dos meses desde el inicio de la intervención, nuestros equipos llevaron a cabo más de 3000 consultas médicas, con un promedio semanal de más de 370 consultas que sigue aumentando. La malaria representa más de la mitad de todos los casos, seguida de las infecciones respiratorias y la gastrointeritis aguda. MSF examinamos a los niños menores de cinco años para detectar casos de desnutrición y tratamos a los pacientes con alimentos terapéuticos.
“También hemos atendido a varias sobrevivientes de violencia sexual, algunas de ellas de tan solo 12 años”, dice el Dr. Wabingwa.
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Un paciente recibe antibióticos proporcionados por MSF en una clínica móvil en Golé. © Sam Bradpiece/MSF
Riesgo de brotes de enfermedades
Ya se han registrado casos de sarampión entre la comunidad de personas refugiadas y en agosto comenzará una campaña de vacunación masiva apoyada por MSF, dirigida a 62.000 niños, con el fin de reducir el riesgo de un brote. Una campaña de vacunación paralela tratará de proporcionar vacunas rutinarias a otros 520 bebés y 310 mujeres embarazadas.
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Un médico de MSF registra la información de los pacientes en una clínica móvil en Golé, uno de los tres lugares en los que actualmente prestan servicio los equipos de clínicas móviles de MSF. © Sam Bradpiece/MSF
“La inestabilidad en Sudán del Sur ha provocado la interrupción de las vacunaciones rutinarias. Cuando estás huyendo para salvar tu vida, es difícil respetar una cita médica”, explica Félicien Lwiteo, coordinador de proyectos de MSF en Adi. “Existe un riesgo real de brotes de enfermedades y es vital que actuemos con rapidez”.
MSF también estamos trabajando en proyectos de infraestructura crítica. Nuestros equipos están instalando seis puntos de distribución de agua y 200 letrinas y duchas, cuya finalización está prevista para mediados de agosto. Además, se distribuirán cerca de 6.000 kits de artículos de primera necesidad que contienen productos esenciales, como mosquiteras, cubos, jabón y orinales, a familias vulnerables.
Necesidades crecientes, apoyo limitado
Con la llegada diaria de más refugiados a la República Democrática del Congo, la capacidad de MSF para satisfacer las crecientes necesidades se ve sometida a una gran presión.
“Hay muy pocas organizaciones internacionales sobre el terreno y ninguna que preste la misma gama de servicios médicos que MSF. Sin el apoyo de otros socios, existe el riesgo de que se pierdan más vidas”, afirma Asiyat Magomedova, responsable de programas de MSF en la zona.
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Refugiados de Sudán del Sur hacen cola para registrarse en el Comité Nacional de Refugiados de RDC. © Sam Bradpiece/MSF
En Sudán del Sur, la situación sigue siendo “crítica”, dice el Dr. Ferdinand Atte, jefe de misión de MSF en el país.
“Es fundamental garantizar un acceso seguro y sin obstáculos a las poblaciones necesitadas y proteger a los civiles y las infraestructuras civiles, incluidas las instalaciones médicas, antes de que podamos plantearnos reanudar nuestras actividades. Aunque estamos profundamente comprometidos con la prestación de asistencia a quienes la necesitan, no podemos mantener a nuestro personal trabajando en un entorno inseguro”, afirma.
Para los refugiados sursudaneses que ahora viven en la República Democrática del Congo, hay pocas esperanzas de regresar a casa en un futuro próximo.
“Si volvemos, eso significa que vamos a morir”, dice Viola. “¿Cómo vamos a volver allí?”.
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