Sudán del Sur se enfrenta actualmente a una de las peores inundaciones de las últimas décadas. En Old Fangak, donde trabajamos, solo los diques de barro protegen de las inundaciones a los miles de habitantes de la ciudad.
Unos 20 hombres con el agua hasta la cintura se afanan en cavar una zanja alrededor de un montículo de barro que se extiende hasta donde alcanza la vista. El ejército de palafreneros clava trozos de madera en el suelo y aplana lonas de plástico para reforzar el montículo, que en realidad es una serie de diques, reforzados en 2022 por el equipo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para hacer frente a unas inundaciones calificadas entonces de sin precedentes. Esta escena tiene lugar en agosto de 2024 en Old Fangak, en el estado sursudanés de Jonglei.
Situado en una zona remota del norte de Sudán del Sur, Old Fangak se encuentra en las marismas de Sudd, uno de los mayores humedales del mundo. Con una extensión de hasta 90.000 km², esta vasta red de ríos, pantanos y llanuras aluviales bordea el Nilo Blanco, que nace en el lago Victoria, en Uganda.
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© Florence Miettaux
En mayo de 2024, el gobierno sursudanés alertó a la comunidad internacional sobre el riesgo de inundaciones excepcionales en los próximos meses. Desde julio, los niveles de agua han aumentado una media de 1 cm al día en Old Fangak, superando los de 2021-2022.
En los últimos meses, la ciudad ha acogido a más de 6.000 personas desplazadas de los pueblos cercanos afectados por las inundaciones. En agosto, la mayoría de los pueblos que rodean la ciudad estaban bajo el agua, lo que obligó a los residentes a evacuar a lugares seguros como Old Fangak, New Fangak, Tongal y Malakal.
“Para los habitantes de la región, Old Fangak es refugio”, explica Pareil Magany Yieh, supervisora de la Comisión de Socorro y Rehabilitación. “La mayoría de los que huyeron de Bentiu o incluso de Malakal a causa de la guerra vinieron aquí, y años después algunos de ellos siguen viviendo con nosotros”, añade.
A pesar del alto el fuego y de un acuerdo de reparto del poder que entró en vigor en febrero de 2020, los enfrentamientos armados continúan en varias regiones del país. Dos años después de la independencia de Sudán del Sur, en 2011, estalló una guerra entre los dos grupos que entonces se repartían el poder. La rivalidad entre el presidente Salva Kiir y el vicepresidente Riek Machar sumió al país en la guerra y reavivó las tensiones étnicas entre los dinkas -la etnia del presidente Kiir y la comunidad más numerosa del país- y los nuers, el grupo al que pertenecía Riek Machar.
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Vista aérea de un hogar en una pequeña isla en medio de los pantanos de Sudd, cerca de Old Fangak. © Florence Miettaux
Nuestros equipos trabajan en la zona desde 2014, cuando empezaron a apoyar al hospital de Old Fangak. Desde entonces, hemos ampliado nuestras operaciones y ahora también dirigimos clínicas móviles en lancha rápida para las comunidades que viven a lo largo del río Phow y el Nilo Blanco. A pesar de las graves inundaciones en los alrededores de la ciudad, el hospital de Old Fangak sigue operativo, y nuestros equipos continúan tratando a las y los pacientes sobre todo por desnutrición, malaria y enfermedades transmitidas por el agua.
Entre enero y agosto de 2024, nuestros equipos en el condado de Fangak han vacunado a más de 12.500 mujeres contra la hepatitis E, una enfermedad infecciosa que afecta a la población de Sudán del Sur desde hace varios años, especialmente en los estados de Jonglei, Warrap, Unity y Bahr El Ghazal Occidental. “A corto plazo, las inundaciones conllevan un riesgo de neumonía, infecciones cutáneas bacterianas, enfermedades diarreicas, cólera y hepatitis A y E”, explica Léo Tremblay, responsable de nuestra unidad de Acción Humanitaria sobre Clima y Medio Ambiente (HACE). Los anteriores brotes de hepatitis E en la región, en 1988, 2004 y 2012/13, estuvieron todos asociados a inundaciones y desplazamientos.
“Las inundaciones tienen un impacto continuo en el acceso a la atención sanitaria y provocan retrasos en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades no transmisibles, como la diabetes y la hipertensión”, continúa Tremblay. A largo plazo, las lluvias torrenciales y las inundaciones pueden provocar un aumento del número de mosquitos y un mayor riesgo de enfermedades transmitidas por vectores, como el dengue, la malaria y la fiebre amarilla. También aumentan la exposición de las personas a riesgos crónicos para la salud como la esquistosomiasis, una enfermedad causada por gusanos parásitos.
“Estamos viendo el efecto acumulativo de las inundaciones de los últimos años”, explica Mamman Mustapha, nuestro coordinador general en Sudán del Sur. “La población de esta zona se ha visto desplazada varias veces desde 2022 y la tierra cultivable se ha reducido, al igual que las raciones de alimentos proporcionadas por el PMA. Las comunidades tienen que desplazarse constantemente a un nuevo lugar, sin saber si podrán cosechar lo que han podido sembrar”.
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Los habitantes de un pueblo de los alrededores de la ciudad de Old Fangak viajan en una pequeña canoa. © Simon Rolin/MSF
El Sudd, uno de los mayores humedales del mundo
Desde el punto de vista hidrológico, las inundaciones forman parte del ecosistema del Sudd. Las fluctuaciones del nivel del lago Victoria río arriba así como las variaciones estacionales de las precipitaciones -sobre todo durante la estación lluviosa de mayo a octubre- provocan importantes variaciones en las zonas inundadas de un año a otro. Situado en una depresión y actuando como embalse del Nilo Blanco, el Sudd se llena de agua durante la estación húmeda y se vacía parcialmente en el río durante la estación seca. La topografía llana y el suelo impermeable de la región dificultan el drenaje del agua, lo que provoca inundaciones prolongadas.
Aunque la superficie inundada del Sudd es de unos 30.000 km², puede alcanzar los 130.000 km² en su punto álgido, similar al tamaño de Grecia. Se han documentado grandes inundaciones desde finales del siglo XIX[1]. Las inundaciones pueden aumentar la superficie de agua durante varios años seguidos, reduciendo la tierra disponible para pastos, cultivos y viviendas, y provocando tensiones entre las comunidades locales, incluidos los dinka, los nuer, los anuak y los shilluk.
Las inundaciones anteriores han provocado desplazamientos, daños en carreteras e infraestructuras públicas y dificultades para acceder a la asistencia sanitaria. Las reservas de alimentos, el ganado y las tierras de cultivo han sido destruidos a una escala nunca vista por los ancianos de la comunidad. Entre mayo y septiembre de 2021, más de 174.000 personas se vieron desplazadas por estas inundaciones en el estado de Jonglei. En esa ocasión, los condados de Fangak y Ayod fueron los más afectados. MSF lanzamos una respuesta de emergencia proporcionando atención médica y vacunas y distribuyendo artículos de primera necesidad a las comunidades de la región.
“Cuando ocurrió por primera vez, ni siquiera habías nacido”, cuenta John Yuot Ruot, del pueblo de Wangchoat, en el estado de Jonglei. “Nuestros padres utilizaban montones de hierba y ramas para protegerse del agua y mantenerse secos. Era devastador. Entonces empezamos a construir diques para proteger el pueblo”.
Muchos pueblos a los que antes se podía acceder a pie se han convertido en islas aisladas a las que ahora solo se puede llegar en barco. Para protegerse de las crecidas, muchas comunidades construyen diques de barro, el único material del que disponen.
Inundaciones extremas y cambio climático
Actualmente, Sudán del Sur está considerado a la vez el país más vulnerable a la crisis climática,[2] como el país con menos capacidad para gestionar y adaptarse a sus consecuencias. Además, Sudán del Sur se ve afectado por El Niño y el Dipolo del Océano Índico (DOI), dos fenómenos que coexisten frecuentemente en los trópicos y que provocan importantes variaciones climáticas a escala regional y mundial. Las proyecciones a largo plazo predicen[3] más precipitaciones en ciertas regiones de Sudán del Sur y aguas arriba de la cuenca del lago Victoria.
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Una mujer en el dique que protege Old Fangak de las inundaciones. © Florence Miettaux
A finales de 2018 y principios de 2019, la combinación de El Niño y un dipolo positivo del océano Índico trajo fuertes lluvias a la cuenca del lago Victoria y provocó inundaciones masivas en la región de Sudd durante los años siguientes. «El nivel del lago Victoria es un factor crucial para los proyectos de MSF alrededor del Nilo Blanco, como los de Leer, Bentiu, Aweil, Malakal y Fangak», dice Mustapha. «El país también experimenta frecuentes sequías, sobre todo en el sur y el noreste, que afectan a la movilidad de pastores y agricultores que a su vez dependen de los pastos y las tierras agrícolas para sobrevivir.»
En marzo de 2024, Sudán del Sur experimentó temperaturas extremadamente altas en todo el país como parte de una ola de calor más amplia que afectó a África Oriental. Las temperaturas alcanzaron los 45°C en algunas regiones, lo que provocó el cierre de escuelas y comercios y restricciones de viaje en algunas zonas. En los últimos 40 años, Sudán del Sur ha experimentado largos periodos de sequía, que han afectado a más del 50% del país, como en 1984-86, 2004-07 y 2008-09. La sequía de 2017, por su parte, se concentró más específicamente en los estados orientales.
“Tras largos periodos de sequía, el suelo se vuelve aún más seco, duro y menos permeable, lo que provoca un aumento de la escorrentía y una disminución de la absorción del suelo, lo que a su vez agrava el riesgo de inundaciones”, explica Tremblay.
Según el Centro de Investigación sobre Epidemiología de las Catástrofes, la frecuencia de las catástrofes naturales de origen hidrológico (inundaciones, corrimientos de tierras, avalanchas de lodo, etc.) se ha duplicado en los últimos 20 años. “Los habitantes de Old Fangak y, en general, de la región de Sudd, son de los que menos han contribuido al cambio climático, pero sufren sus peores consecuencias”, afirma Mustapha. “Como tales, se les debe dar prioridad y compensar directamente a través del fondo de Pérdidas y Daños[4] que se está creando actualmente, o a través de cualquier otro mecanismo”.
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El equipo de clínicas móviles de MSF trabaja en el área de Old Fangak. Cada dos semanas, viajan en barco por los pueblos más aislados, donde las comunidades no tienen acceso a la atención sanitaria. © Simon Rolin/MSF
Una respuesta humanitaria infradotada
Las necesidades humanitarias, especialmente las relacionadas con la nutrición y la salud, siguen creciendo en todo el país, aunque se esperan nuevos recortes de fondos este año. En septiembre de 2024, el Plan de Respuesta Humanitaria para Sudán del Sur solo contaba con la mitad de la financiación, mientras que el de 2023 solo contaba con un 56%.
“Las tasas de desnutrición en Sudán del Sur están entre las más altas del mundo y, sin financiación adicional, las intervenciones vitales para las niñas, los niños y las madres que sufren desnutrición están amenazadas”, advierte Yusra Shariff, nuestra coordinadora de asuntos humanitarios en Juba. Debido a la disminución de la financiación, el PMA, por ejemplo, solo puede suministrar la mitad de las raciones de alimentos en determinadas zonas y se ve obligado a priorizar a las personas más vulnerables. Esto hace que se desatienda a quienes padecen afecciones menos graves, con el riesgo de que su salud empeore.
“Los habitantes de Old Fangak siguen necesitando más material para reforzar los diques, como postes de madera y cuerdas”, dice Mustapha. “Nuestros equipos de divulgación también han observado preocupantes signos de desnutrición entre las niñas y los niños de los pueblos de los alrededores. Un aumento significativo de la financiación humanitaria para programas de alimentación y nutrición es crucial para mantener el acceso a los alimentos en medio de los continuos desplazamientos y desafíos económicos”.
Según la ONU, 735.000 personas están actualmente afectadas por las inundaciones en casi la mitad de los 79 condados de Sudán del Sur. Se espera que el nivel de las aguas alcance su punto álgido este mes de octubre.
[1] El historiador Douglas Johnson ha documentado grandes inundaciones en 1871-1874, 1916-18, 1931-34, 1946-49 y 1961-64. Véase Reconstructing a History of Local Floods in the Upper Nile Region of the Sudan, enero de 1992, The International Journal of African Historical Studies 25(3):607.
[2] https://openknowledge.worldbank.org/entities/publication/91048a50-eacb-5a24-9fa4-30cf8a9a9c9b / Banco Mundial, 2023
[3] https://www.climate-service-center.de/products_and_publications/fact_sheets/climate_fact_sheets/index.php.en
[4] En 2023, la COP28 acordó crear un fondo de pérdidas y daños para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a los efectos del cambio climático. Esther Duflo, Premio Nobel de Economía 2019, propuso un mecanismo alternativo, abogando por transferencias directas de efectivo a particulares financiadas con impuestos a empresas multinacionales y multimillonarios.
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