Por qué alzamos la voz

“Explicad al mundo lo que nos está ocurriendo”. Muchas de las personas a las que atendemos nos piden que expliquemos su historia, el porqué de su sufrimiento y el de sus familias. Dar testimonio es tan parte de nuestro trabajo y de nuestra identidad como lo es la atención médica.

MSF
24/02/2020

Editorial de Marta Cañas, directora general de Médicos Sin Fronteras España:

Muchas de las personas a las que atendemos nos piden que expliquemos su historia, el porqué de su sufrimiento y el de sus familias. Saben que una organización como la nuestra puede hacerlo. En nuestro caso, es una decisión que tomamos hace tiempo, en nuestro mismo nacimiento, ya que Médicos Sin Fronteras fue creada por médicos y periodistas indignados frente al sufrimiento y su invisibilidad. 

Dar testimonio es tan parte de nuestro trabajo y de nuestra identidad como lo es la atención médica. Creemos que tenemos la responsabilidad ética de ofrecer el punto de vista de primera mano sobre lo que presenciamos y lo que hacemos. Es una perspectiva única y tristemente privilegiada: la de quien está justo al lado de las personas que sufren la guerra, la violencia, el desplazamiento, la enfermedad…

Además, como nuestra acción médica, nuestro testimonio está guiado por la urgencia: lo utilizamos para prevenir más daños. Y también lo mueve la transparencia: no nos importa compartir nuestras incertidumbres, nuestras limitaciones y el trabajo que nos queda por hacer.

Contar con seis millones de socios y donantes en todo el mundo nos da una fuerza y una legitimidad incomparables para alzar la voz y cambiar las cosas. Pocas veces lo hemos resumido tan bien como cuando nuestro presidente internacional en 1999, James Orbinski, recogió el Premio Nobel de la Paz otorgado a MSF: “No estamos seguros de que la palabra salve vidas, pero sí sabemos que el silencio puede matar”. Dos décadas después, seguimos dando la voz de alarma desde hospitales, campos para personas desplazadas o barcos de rescate.

Desde Yemen, una vez más, hemos denunciado el ensañamiento de los bombardeos contra la población civil y las estructuras médicas. Tras la escalada del conflicto en 2015, los ataques aéreos han alcanzado cinco de los hospitales en los que trabajábamos sin que nadie en la Coalición liderada por Arabia Saudí y los Emiratos haya asumido responsabilidad alguna. De hecho, como no podía ser menos en estos tiempos de noticias falsas y demagogia, se ha atribuido a Médicos Sin Fronteras la culpa de tales agresiones, perpetradas contra hospitales que estaban perfectamente localizados, identificados y señalizados.

Contrarrestar la mentira y la demagogia no es fácil. Lo hemos hecho también desde el mar Mediterráneo, desde las islas griegas, desde los centros de detención en Libia y desde cualquier lugar donde se haya criminalizado a las personas que huyen para salvar su vida. También desde los campos donde malvive la población rohingya en Bangladesh y desde los albergues mexicanos donde se refugian quienes escapan de la violencia en Centroamérica e intentan llegar a Estados Unidos.

Nos habréis escuchado reclamar un precio más barato para la vacuna contra la neumonía, la enfermedad que es responsable de una de cada cuatro muertes infantiles en el mundo. Y acompañar a personas como Phumeza Tisile, superviviente en Sudáfrica de la forma más mortífera de la tuberculosis, la extrarresistente, en su incansable lucha para que los medicamentos que la curaron a ella lleguen a todas las personas que los necesiten.

Hablar de una crisis aguda, de una guerra por ejemplo, tiene sus limitaciones. Las palabras no detienen el ataque de un grupo armado contra un pueblo. Tampoco frenan el avance de una epidemia. “¿Entonces, tiene sentido?”, te preguntarás.

Te aseguro que sí.

Hablamos para movilizar a otros y lograr cambios. Hemos reclamado reiteradamente a la ONU que mejore los centros de protección de civiles en Sudán del Sur, donde unas 180.000 personas viven desde hace años en la precariedad, hacinadas y en malísimas condiciones de higiene y saneamiento. En República Centroafricana, hemos alertado una y otra vez de que la población carece de una protección eficaz ante la violencia. Seguro que también recuerdas cuando denunciamos la falta de respuesta internacional a la terrible epidemia de Ébola en África occidental.

Hablamos para modificar políticas, como cuando conseguimos, junto con otras organizaciones, que España volviera a aportar fondos a la lucha mundial contra el sida. También hablamos para denunciar la situación inaceptable a la que se enfrentan algunas poblaciones o visibilizar realidades que están fuera del foco público, y ahí hemos sentido tu apoyo de una forma que nos llena de orgullo, como cuando defendimos el acceso a medicamentos esenciales frente a Novartis o cuando logramos que las ayudas alimentarias mundiales atendieran mejor las necesidades de los niños con desnutrición aguda.

A veces nos han criticado por “hacer política”. Después de todo, nuestra Carta Magna establece que MSF es una organización neutral e imparcial. Pero estos principios no requieren que tengamos que guardar silencio ante el abuso y las injusticias más flagrantes. Precisamente es la misma ética que guía nuestra acción médica la que nos obliga a denunciar cuando sabemos que también así podemos proteger la vida de las personas a las que atendemos.