Una mujer erguida

“Mujeres raíz, mujeres tierra, mujeres en pie entrelazando sus fragilidades para ser fortaleza y construir así el tapiz del mundo. Transitar por estos 50 años de Médicos Sin Fronteras es transitar por esas historias de mujeres que aguantan, que siguen adelante, que tiran del carro de la vida y entienden la resistencia como única forma posible de estar en la tierra”. Escribe Paula Farias.

MSF
04/03/2022
Sitti, Etiopía, 2016

Por Paula Farias, médica, autora y expresidenta de Médicos Sin Fronteras

Al final de todas las tramas de la violencia, la desigualdad, la indiferencia, no importa en qué lugar del mundo estés, siempre hay una mujer erguida, como última forma de resistencia.

Detrás de las obviedades de la guerra y los desastres, detrás del dolor más explícito, detrás del ruido, del batir de sables y la grandilocuencia que generalmente lo acompañan, siempre está esa mujer, menuda y absoluta, de pocas palabras, a menudo envuelta en telas multicolores y con un crío eternamente a la espalda, haciendo girar, sin saberlo, los engranajes del cosmos.

Mujeres raíz, mujeres tierra, mujeres en pie entrelazando sus fragilidades para ser fortaleza y construir así el tapiz del mundo.

Transitar por estos 50 años de Médicos Sin Fronteras es transitar por esas historias de mujeres que aguantan, que siguen adelante, que tiran del carro de la vida y entienden la resistencia como única forma posible de estar en la tierra. Desde que sale el sol hasta que se pone. En el revuelo y en la calma.

Y así, tantas veces las hemos visto, alzadas y a la espera. En ocasiones bajo un sol implacable, otras bajo un frío medieval que se mete en los huesos hasta adormecerlos. Esperando, formando esas colas infinitas, con la paciencia y la determinación de la madre que sabe que pelear por sus cachorros es lo que la arraiga a la tierra. Y es por eso por lo que espera. A veces pan, otras vacunas, medicamentos, magias y hechizos, a veces tan solo el gesto de un sanitario permitiendo pensar que todo va a ir bien, que a veces basta con eso para que la espera merezca la pena.

Y tantas veces hemos asistido su parir silencioso, de apenas un gemido breve, de quien sabe acercarse al dolor sin dramatismo. Ese grito inaudible, milenario, común, que hermana a todas las madres del planeta para que el planeta siga girando.

Y tantas veces las hemos atendido en las consultas o bajo la sombra de una acacia, quebradas, rotas, heridas de espanto. Una mujer al final de la violencia, cuando la violencia ya no hace ruido y solo las tiene a ellas como objeto. Porque, después de las bombas, las balas, el ruido, después de la barbarie más evidente, viene esa brutalidad solo para mujeres, convertida en doble ración en el reparto.

Y tantas veces las hemos acompañado, en su dolor al perder a un crío, ese dolor de madre que es tres veces dolor. O en la celebración cuando el crío, que ya casi no era, de tan deshidratado o malnutrido que andaba, de pronto consigues que regrese y te mire, desafiante, desde sus apenas seis palmos de altura. Instantes de magia que llenan de sentido los 50 años de camino.

Las imágenes que recoge este libro hablan de esa mujer que resiste, que se pone en pie, que se rebela ante la docilidad. Esa mujer que teje el mundo con la suma de sus fragilidades.

Mirar más allá de la curiosidad, acechar y captar codicioso los gestos, querer y saber escoger esos pequeños detalles capaces de contar toda una historia en apenas un destello es lo que sabe hacer Juan Carlos Tomasi. Siempre sin dejar de respetar el dolor y la pausa. Siempre sin olvidar que el material de su alquimia son las personas y sus heridas. Siempre con la delicadeza como asiento.

Juan Carlos, compañero de tantas fatigas, con el que tantos de nosotros hemos compartido el camino, capaz de deshacer nubarrones en los momentos más improbables. Camarada irremplazable en esos lugares donde chocan lo bárbaro y lo leve y, al hacerlo, hacen brotar tantas cosas. Esos márgenes de la violencia, de la guerra, de la indiferencia, donde los que formamos parte de esta casa, los que llevamos la camiseta del hombrecillo rojo, intentamos rozar la vida, empaparnos de ella, y pelear para tratar de brindar a la gente una nueva oportunidad.

Porque Juan Carlos Tomasi, en su intento de contar el mundo, de paso nos está contando a todos nosotros.


Este texto forma parte del libro ‘La memoria del olvido. Una historia gráfica de Médicos Sin Fronteras con fotografías de Juan Carlos Tomasi’ (editorial Blume)