Un terremoto es una fuerte sacudida de la corteza terrestre, ocasionada por una brusca liberación de energía en su interior. Este proceso se relaciona con la colisión, separación o desplazamiento lateral de las placas tectónicas, que están en constante movimiento; esta fricción genera acumulaciones de energía que, al liberarse repentinamente, generan ondas expansivas de gran violencia. Los terremotos también pueden deberse a erupciones volcánicas o incluso a pruebas nucleares subterráneas. Cuando el seísmo se produce en la corteza oceánica, se llama maremoto.

El hipocentro es el punto del interior de la Tierra donde se produce la liberación de energía; directamente sobre el hipocentro, en la superficie, se encuentra el epicentro: es la zona donde el seísmo golpea con mayor virulencia.

Además de la pérdida de vidas humanas, un seísmo puede provocar brechas en el terreno y deslizamientos de tierra, inundaciones, daños en edificios e infraestructuras de servicios (que pueden causar desabastecimiento de agua potable y comida, y colapso de las comunicaciones) y, en zonas urbanas, incendios debido a la ruptura de las conducciones de gas.

En el apartado Desastres naturales te contamos cómo respondemos a estas emergencias y cuáles son nuestras prioridades médicas y logísticas.