La violencia en el este de República Democrática del Congo se intensificó en 2025, dejando a la población atrapada entre múltiples frentes armados y un sistema sanitario al borde del colapso. Nuestros equipos atendieron a miles de personas heridas por balas, machetes, torturas y violencia sexual, mientras los ataques alcanzaban incluso a hospitales y personal médico. Las consecuencias físicas y psicológicas son devastadoras: familias desplazadas, supervivientes traumatizados y comunidades sin acceso a atención básica. En medio de esta espiral, seguimos proporcionando asistencia vital y exigiendo el respeto del derecho internacional humanitario.
“Yo nací en la guerra. Es lo único que he conocido”, dijo Floribert*. El joven de 20 años había recibido un disparo en la pierna y estaba entre una docena de pacientes que se recuperaban de heridas por traumatismos balísticos en el Hospital General de Mweso, en Kivu Norte, donde trabajamos. “No veo que la paz vaya a llegar pronto”.
El este de República Democrática del Congo (RDC) lleva sumido en conflicto las últimas tres décadas. Y 2025 no fue una excepción, sino más bien lo contrario. Solo en la primera mitad del año, tratamos a más de 3.600 personas por heridas relacionadas con la violencia en las provincias de Kivu Norte, Kivu Sur, Ituri y Maniema.
Este alto volumen de casos se debe probablemente a una combinación de factores: los intensos combates entre el ejército congoleño (FARDC), la Alianza Fleuve Congo (AFC)/M23 y sus respectivos aliados en los primeros meses de 2025, así como el hecho de que las líneas de frente se acercaran a las zonas donde operamos en Kivu Norte y Sur.
Las ofensivas constantes y los enfrentamientos continuos en toda la región significan que nuestros equipos siguen tratando cada día un gran número de casos de heridas por violencia.
La población civil paga el precio
El este de la RDC alberga más de un centenar de grupos armados, cifra que asciende a varios cientos si se incluyen facciones más pequeñas. También es escenario de múltiples conflictos superpuestos, cada uno con su propia dinámica.
Aunque no existe una explicación simple para las sucesivas oleadas de violencia que sacudieron la RDC en 2025, todas tienen algo en común: la población civil es quien más sufre.
A lo largo del año, nuestros equipos han sido testigos de enfrentamientos recurrentes -a veces viéndose afectados de forma intencional o accidental-. Las estructuras de salud que apoyamos han recibido un flujo constante de personas heridas y víctimas mortales. Pacientes han relatado innumerables actos de violencia: desde masacres hasta secuestros violentos, palizas y brutales agresiones sexuales. En algunos contextos, los civiles son objetivo deliberado; en otros, quedan atrapados en el fuego cruzado, a menudo víctimas de balas perdidas.
Aunque las proporciones varían entre nuestros proyectos, la mayoría de las admisiones por violencia suelen ser de civiles: en Mweso, hasta el 80% de los pacientes se identificaba como tal. Las heridas por bala siguen siendo las más comunes, aunque los ataques con armas blancas, los bombardeos y la tortura también representan un número significativo de lesiones.
En un proyecto hoy cerrado en Salamabila (provincia de Maniema), la inmensa mayoría de los 366 casos de traumatismos violentos registrados en la primera mitad de 2025 correspondían a personas azotadas, a menudo acusadas de no pagar “impuestos” a miembros de un grupo armado que controla una importante mina de oro en la zona.
“Recientemente tratamos a un hombre que tuvo que permanecer 10 días boca abajo porque las heridas en la espalda eran muy profundas”, cuenta Mamba Mwazié, uno de nuestros trabajadores sociales en el proyecto durante septiembre.
En muchos de los proyectos, los jóvenes representan la mayoría de las víctimas de violencia, pero mujeres, niños y niñas tampoco se libran. Entre enero y septiembre de 2025, tratamos a 333 víctimas de violencia en la clínica de Salama, en Bunia (provincia de Ituri). Casi un tercio eran mujeres y 1 de cada 7 era menor.
Entre ellos estaba un niño de 9 años que recibió un disparo en el abdomen después de presenciar cómo mataban a su madre y a sus hermanos con machetes.
Violencia sexual
La violencia perpetrada por hombres armados va más allá de los tiroteos y las intimidaciones; con demasiada frecuencia toma la forma de violencia sexual, principalmente contra mujeres.
En la primera mitad del año, tratamos a cerca de 28.000 supervivientes en Kivu Norte, Kivu Sur, Ituri y Maniema: el 97% eran mujeres y niñas, y el 10% eran menores.
Mona*, una mujer de 35 años de Minova (Kivu Sur), está entre las supervivientes atendidas este año. Entre largos suspiros, relató su historia:
“Ayer, alrededor de las nueve de la noche, fui a ver a mi hermano mayor para pedirle comida. De camino de vuelta, cuatro hombres se acercaron, uno de ellos armado. Me quitaron la falda de tela y me la pusieron en los ojos tapándome. Uno me agarró del cuello y me apretó muy fuerte. Durante ese tiempo, uno me violó, luego el segundo, luego el tercero. Todos me violaron uno tras otro. Ahora, el propietario de la casa que alquilo quiere que me vaya porque quiere evitar problemas”.
Los perpetradores suelen ser (aunque no exclusivamente) hombres armados de todos los bandos implicados en los distintos conflictos del este de la RDC.
“Si la guerra terminara aquí, habría mucha menos violencia sexual. Hoy, la mayoría de violaciones las cometen hombres armados. La mayoría ocurre cuando las mujeres van a los campos o salen a buscar comida”, explica Merveille*, nuestra matrona en Minova.
“La situación es alarmante porque muchas mujeres agredidas sexualmente permanecen encerradas en sus casas, temerosas de salir a buscar comida, mientras sus hijos pasan hambre. Abandonan sus actividades y algunas desarrollan problemas de salud mental”.
Hoy, somos una de las pocas organizaciones capaces de ofrecer atención integral (incluyendo apoyo médico y psicológico) a las supervivientes de violencia sexual en el este de la RDC. Los recortes en financiación humanitaria y de desarrollo han obligado a otros actores a reducir o detener sus actividades.
Cicatrices psicológicas
Además de las heridas físicas, la violencia generalizada en el este de RDC tiene consecuencias devastadoras para la salud mental de la población.
En Mweso, entre 2 y 5 personas son hospitalizadas cada semana por trastornos de salud mental.
“Es razonable asumir que recibir disparos, ser desplazado, robado, agredido sexualmente, o incluso simplemente escuchar disparos de forma constante, afecta a la salud mental”, explica nuestro psiquiatra, el Dr. Konstantinos Zoumparis.
“Como tantas personas sufren y viven en situaciones compartidas de precariedad y amenaza constante, a veces les cuesta expresar miedo y ansiedad. Estos sentimientos pueden manifestarse en arrebatos repentinos, disociación o en estados catatónicos.
En el primer caso, algunos pacientes huyen de sus casas gritando y corren al bosque en estado de alarma. En el segundo, dejan de comer, de hablar y se quedan mirando al vacío, sin responder”.
La necesidad de servicios de salud mental se refleja en el volumen de consultas: solo en el Hospital General de Referencia de Masisi, en Kivu Norte, se realizaron casi 2.000 consultas entre enero y julio.
“En situaciones de conflicto y posconflicto, las actividades de salud mental son muy importantes para aliviar el sufrimiento de nuestros pacientes”, dice Charli Shako Omokoko, nuestra supervisora de salud mental y apoyo psicosocial.
Pero aunque la terapia y la medicación ayudan, las causas de fondo permanecen.
“Hacemos todo lo posible por apoyarles, pero cuando salen de la consulta vuelven a un contexto de inseguridad, sin alimentos y sin vivienda”, añade.
Hospitales bajo fuego
Lamentablemente, la violencia armada afecta de forma regular a las estructuras de salud donde trabajamos, con consecuencias directas para personal y pacientes.
En los primeros meses del año, varios civiles resultaron heridos o murieron frente al Hospital General de Referencia de Masisi durante enfrentamientos por el control de la ciudad. El personal del hospital y de la base tampoco se libró: varios fueron heridos y, trágicamente, uno de nuestros trabajadores murió por una bala perdida mientras estaba de servicio en la base. Semanas después, un segundo trabajador de nuestro personal fue asesinado por un hombre armado, esta vez en su domicilio. En total, tres de nuestros trabajadores han sido asesinados en Kivu Norte en 2025.
En octubre, dos centros de salud que apoyamos fueron alcanzados por balas perdidas en los territorios de Masisi y Rutshuru durante la misma semana. Otras estructuras de salud del país también han sufrido daños.
Desde comienzos de 2025, nuestros equipos en el este de RDC, de Tshopo a Kivu Sur, han enfrentado numerosos incidentes de seguridad. Combatientes de varios grupos armados, incluidos las FARDC, Wazalendo y la AFC/M23, han violado el derecho internacional humanitario entrando y abriendo fuego dentro de centros de salud, amenazando e incluso agrediendo a personal y pacientes. En abril de 2025, estos incidentes causaron una muerte y varias personas heridas en el hospital de Kyeshero, en Goma. En Walikale, vehículos y la base de MSF han sufrido daños; se han reportado disparos dentro del hospital de Uvira; ambulancias han sido retenidas cuando intentaban llegar a centros de salud; y nuestras instalaciones han sido robadas por hombres armados, incluido recientemente en Kisangani (Tshopo).
La violencia armada como barrera para la atención médica
Años de conflicto armado, junto con una inversión crónicamente insuficiente, han deteriorado gravemente el acceso a la atención médica en el este de RDC.
En 2025 (y no por primera vez) numerosos centros de salud fueron saqueados en medio de la inseguridad. Los trabajadores sanitarios han huido de las zonas más afectadas y el personal médico a menudo no puede llegar a los pacientes debido a los combates en curso y viceversa.
“Muchos pacientes llegan al hospital varios días después de haber sido heridos. Esto significa que a menudo llegan en estado crítico, reduciendo sus posibilidades de supervivencia”, explica el Dr. Bassirou Amani, nuestro responsable en el Hospital General de Referencia de Rutshuru, la única estructura del territorio (de cerca de un millón de personas) con capacidad y personal formado para realizar cirugía de trauma.
Más allá de limitar el acceso a la atención médica y debilitar la infraestructura sanitaria pública, la inseguridad ha interrumpido campañas de vacunación y ha provocado desplazamientos masivos y desnutrición.
En los últimos años, la dinámica del conflicto en el este de RDC ha cambiado. El reciente bombardeo aéreo de Bibwe en septiembre, así como el incremento del uso de drones en Kivu Norte y Kivu Sur, aumentan la posibilidad de más muertes y destrucción.
“La magnitud de la violencia sigue debilitando un sistema de salud ya frágil, golpeado por años de inseguridad y falta de inversión crónica”, subraya Emmanuel Lampaert, nuestro representante en el país. “Es una tragedia para las personas (heridas, asesinadas, violadas y sus familias) y para comunidades enteras que se ven obligadas a desplazarse continuamente, sin acceso a servicios de salud vitales, alimentos u otros medios básicos de supervivencia”.
“MSF mantiene su compromiso de asistir a las personas de todos los lados de los distintos frentes en el este de RDC. Pero las guerras tienen normas, y hacemos un llamamiento a todos los grupos armados a respetar el derecho internacional humanitario, particularmente a no atacar a la población civil ni a las estructuras sanitarias, y a permitir el paso seguro del personal y los suministros médicos”.
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