En República Democrática del Congo, una nueva generación está rompiendo el silencio, combatiendo el estigma y demostrando que la esperanza también se contagia. Los clubes juveniles ofrecen a adolescentes y jóvenes adultos un espacio seguro para aprender, apoyarse y vivir con dignidad, logrando avances reales en la adherencia al tratamiento y en la prevención del VIH.

MSF
01/12/2025

En República Democrática del Congo (RDC), más del 60% de la población tiene menos de 20 años: una juventud numerosa, enérgica y prometedora, pero altamente expuesta al VIH. En 2024, 15.000 jóvenes menores de 25 contrajeron el virus, incluidos más de 9.000 menores de 15, principalmente debido a la falta de programas eficaces de prevención de la transmisión de madre a hijo (PTMI) durante el embarazo, el parto o la lactancia.

“A pesar de los avances, la lucha contra el VIH sigue llena de obstáculos para esta generación”, explica la doctora Gisèle Mucinya, coordinadora médica de nuestro proyecto de VIH en Kinshasa. “Más allá de las deficiencias en la PTMI, el tratamiento pediátrico sigue siendo insuficiente y el acceso a las pruebas continúa limitado. Las pruebas no siempre están disponibles, el test voluntario a menudo debe pagarse y la ley prohíbe a los menores hacerse la prueba sin un padre o tutor. A esto se suma una falta evidente de información, incluso en las escuelas”.

Como consecuencia, demasiados jóvenes desarrollan formas avanzadas de VIH/sida debido al escaso acceso al diagnóstico y al retraso en iniciar el tratamiento. En el Centro Hospitalario de Kabinda, en Kinshasa (un centro especializado en la atención del VIH), 489 pacientes en tratamiento son menores de 25 años, incluidos 344 menores de 18.

Supe que era VIH positiva cuando tenía 15 años”, cuenta Raïssa, de 22. “Muy pronto fui estigmatizada y rechazada, incluso por mi familia. Había adelgazado tanto que me prohibieron asistir a celebraciones o funerales. Dejé de salir de mi habitación. Todo a mi alrededor se derrumbó, simplemente por la forma en que los demás me veían”.

Como Raïssa, muchos adolescentes soportan una doble carga: el peso de la enfermedad y el del estigma. Esto conduce al aislamiento, al desánimo y, con demasiada frecuencia, al abandono del tratamiento -es decir, dejar o interrumpir la medicación que mantiene el virus bajo control-, a veces con consecuencias mortales.

Clubes juveniles: un modelo simple, humano y eficaz

El abandono del tratamiento es una preocupación real entre los jóvenes en Kinshasa. Para abordarlo, MSF y la asociación congoleña Jeunesse Espoir (Juventud Esperanza, en francés) lanzaron en 2019 una iniciativa innovadora: los clubes juveniles. Su objetivo es simple: ofrecer a adolescentes y jóvenes adultos que viven con VIH un espacio seguro, confidencial y acogedor, vinculado a una estructura sanitaria formal, donde puedan reunirse, compartir y apoyarse mutuamente.

“Es un modelo que funciona excepcionalmente bien”, afirma la doctora Pulchérie Ditondo, responsable de nuestras actividades médicas comunitarias en Kinshasa. “Los miembros se ayudan, se motivan y se animan entre sí. Se convierten en actores activos de su propia salud”.

Hoy, 83 jóvenes de entre 12 y 25 años participan en estos clubes en cuatro distritos de Kinshasa. La iniciativa también incluye un componente esencial educativo y preventivo: los jóvenes aprenden a proteger su salud, comprender su tratamiento y reducir los riesgos de transmisión. Los resultados hablan por sí solos: en 2024, cerca del 80% tenía una carga viral suprimida comparado con el 71% en 2019, una clara muestra de la eficacia del modelo.

Mucho más que un seguimiento médico

Los clubes van mucho más allá del apoyo médico. Son espacios de escucha, aprendizaje y crecimiento personal. Los jóvenes hablan de su vida cotidiana, sus dudas, relaciones y sueños sin tabúes. Participan en sesiones educativas, talleres creativos y conversaciones sobre salud sexual y reproductiva.

“Para mí, el club es como una gran familia”, cuenta Kenny*, de 22 años. “Cuando supe que era VIH positivo, me negaba a creerlo. Aquí, hablando con otros, aprendí a aceptar mi estado. Hoy vivo sin vergüenza. Me siento libre y capaz de todo. He aprendido a hablar abiertamente con mi pareja y ya no vivo con miedo. Veo el mundo de forma positiva”.

La fuerza de los clubes juveniles también reside en su impacto social. Al ayudar a los jóvenes a romper el aislamiento y desmontar el estigma, el modelo transforma progresivamente las actitudes. Algunos miembros se convierten en facilitadores o defensores comunitarios sensibilizando, promoviendo las pruebas y demostrando que, con un tratamiento regular, es posible vivir una vida plena y saludable. Otros van más allá, actuando como mediadores para abordar los desafíos sociales dentro de sus comunidades.

  • Líneas de vida. Historias visuales de jóvenes que viven con VIH

Un modelo para mantener e integrar

En 2024, pusimos en marcha una investigación operativa para evaluar la eficacia de este modelo en el fortalecimiento de la adherencia al tratamiento y la mejora de la salud general de los participantes. Los resultados son claros: el modelo de los clubes juveniles debe mantenerse y ampliarse.

“Tenemos pruebas de que funciona”, insiste la doctora Ditondo. “Este modelo ayuda a que los jóvenes continúen su tratamiento, previene las formas avanzadas de la enfermedad, extremadamente costosas de tratar, y fortalece la prevención en toda la comunidad. Sobran razones para apoyarlo”.

A pesar de su éxito, el futuro de este modelo depende de la financiación nacional e internacional destinada a responder al VIH/sida en República Democrática del Congo. Estos recursos siguen siendo estructuralmente insuficientes y han disminuido desde que el gobierno de EE. UU. redujo su ayuda internacional. Los dos principales programas, el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (PEPFAR) y el Fondo Mundial, han sufrido recortes alarmantes en sus asignaciones al país, con consecuencias directas y a largo plazo para las iniciativas de la sociedad civil.

Para nuestra organización, esta presión financiera hace aún más urgente que las autoridades nacionales y los socios internacionales apoyen iniciativas innovadoras, de bajo costo y eficaces como los clubes juveniles, e integrarlas en las estrategias nacionales contra el VIH/sida.

“Esperamos que estos clubes existan en todo el país”, dice Raïssa. “Dondequiera que haya jóvenes que vivan con VIH, deben tener este espacio si queremos reducir el estigma y la mortalidad. Puede salvar vidas”.

  • Líneas de vida. Historias visuales de jóvenes que viven con VIH.

Restaurar la esperanza de una generación

Más allá de las cifras, los Clubes Juveniles encarnan una revolución silenciosa: la de una generación que rechaza el fatalismo y el estigma, y que está decidida a tomar las riendas de su futuro.

Demuestran que, invirtiendo en enfoques simples, comunitarios y centrados en las necesidades reales de los jóvenes, es posible transformar la lucha contra el VIH no solo en términos de salud, sino también de dignidad y esperanza.

Cada día surgen nuevos rostros: jóvenes que recuperan la confianza, que salen de las sombras y rompen las cadenas del silencio y la vergüenza. Quizás la clave de la lucha contra el VIH, en la RDC y más allá, esté justamente aquí: en la fuerza, la solidaridad y el liderazgo de los propios jóvenes.

*Los nombres han sido cambiados para preservar la confidencialidad.