La conocimos a bordo del Geo Barents tras ser rescatada en el Mediterráneo central. Amina huyó de un matrimonio forzado en Costa de Marfil cuando apenas era una adolescente. “No eres tú quien se tendrá que quedar con él a solas por las noches”, replicó a su padre. Cinco días antes de la boda, escapó sola y sin decirle nada a nadie.

Sonsoles Galindo
21/06/2023

Amina no sabe cuál es su fecha de nacimiento. Tampoco sabe leer ni escribir: no tuvo la oportunidad de ir al colegio. A bordo del Geo Barents, nuestro barco de búsqueda y rescate en el Mediterráneo central que la rescató de una lancha a punto de naufragar, aprende por fin a escribir su nombre en unas plantillas fotocopiadas de caligrafía.

  • El arroz de Amina

“Quería decidir mi vida”

Amina huyó de su aldea en Costa de Marfil para escapar a un matrimonio forzado. Sus padres la querían casar, apenas alcanzada la adolescencia, con un hombre que describe con el gesto torcido: “Era viejo, ¡tenía hasta canas!”.

“Yo quería decidir mi vida. Le decía a mi padre: ‘No eres tú quien se tendrá que quedar con él a solas por las noches”, recuerda. Muchas de sus amigas sí aceptaron los matrimonios impuestos, porque “hay mucho respeto por los mayores”, explica. Y empezaron a tener uno, dos, tres hijos. Amina no quería eso para su vida y huyó cinco días antes de la boda, sin decirle nada a nadie. Desde entonces ha viajado sola, atravesando el desierto, Mali, Libia… 

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Comida de lujo

Amina es sociable y expresiva, y le gusta charlar, acodada en la popa del Geo Barents, mirando el mar y el sol caer. Le encanta bailar y se le van los pies cuando oye música. Pero cuando le brillan los ojos es cuando habla de su plato favorito, a base de arroz y plátano macho. Recuerda recetas y pregunta si en Europa encontrará los manjares con los que fantasea: arroz, mijo, mandioca.

La bolsa de comida de emergencia para 24 horas que cada mañana se distribuye entre las 76 personas supervivientes a bordo del Geo Barents tiene un paquete de galletas maría y una barrita de chocolate, pero a Amina le sientan mal. “Tengo hambre, pero no quiero comer galletas porque, si como varias, vomito. Mi estómago no está acostumbrado a esta comida de lujo”. 

Muchos días, todo lo que Amina comía en Libia era un panecillo. Explotada como servicio doméstico en una casa en la que la maltrataban y le pagaban una cantidad de dinero insuficiente siquiera para comer, Amina se siente al fin segura a bordo del Geo Barents. “Me gusta mucho estar aquí: la gente no me grita y hablan con suavidad. En Libia me trataron peor que a un perro”. 

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Sin darse por vencida

La noche que zarpó desde Libia para huir de nuevo, llevaba una bolsa con comida para la travesía, pero se la tiraron. Cuando vio la endeble lancha hinchable a la que debía embarcar, quiso salir corriendo: “Tuve miedo. No se parecía en nada a la barca fuerte y segura en la que me habían dicho que iríamos, pero si hubiera intentado escapar me hubieran disparado y me tuve que subir”.

Después de varias horas a la deriva, el agua empezó a entrar en la lancha. Cundió la desesperación entre las otras 75 personas a bordo, pero Amina -que hablaba francés entre una mayoría de habla árabe- no se dio por vencida. No tenía móvil, pero no dejó de llamar una y otra vez con el teléfono que alguien le pasó hasta que consiguió contactar con Alarm Phone, la ONG ciudadana que responde a las llamadas de socorro en el Mediterráneo central ante la inacción de los Estados europeos. Alarm Phone lanzó entonces el mensaje de búsqueda y rescate que atendió el Geo Barents aquella noche.

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Orgullo

La espera para que Malta o Italia asignen un puerto seguro para desembarcar se alarga ya varios días. Mientras, en la cubierta donde se acomoda a los supervivientes, se sirve por primera vez una cena con arroz. Tras varios días a base de paquetes de comida de emergencia, hay entusiasmo en el ambiente.

La coordinadora médica, la alemana Stephanie, lleva meses intentando organizarlo. Por fin se dan las condiciones: hay ‘solo’ 76 personas rescatadas a bordo y la mala mar hace improbable que esa noche haya un nuevo aviso de rescate. Stephanie sabe lo importante que es ese pequeño gesto para muchas de las personas supervivientes: el arroz es su ‘comfort food’, les hace sentir en casa. Amina es la chef; se ocupa de lavarlo y de cocinarlo con la ayuda de Stephanie.

Todo el equipo de MSF asiste al evento: unos reparten arroz en cuencos, otros los distribuyen, otros disponen las especias. Riccardo Gatti, coordinador del equipo de salvamento marítimo, aguanta el salero, del que se sirven los supervivientes, quienes también colaboran en la logística. Amina no puede dejar de sonreír: está muy orgullosa de cómo le ha quedado el arroz.

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Pesadillas y sueños

La dureza de la travesía por el desierto y del maltrato que recibió en Libia han quedado atrás, pero, cada noche, Amina todavía tiene pesadillas. No sabe qué le esperará al desembarcar, pero no parece inquietarle tanto su futuro como su pasado.

“¿Cuál es tu sueño cuando llegues a Europa?”. Amina se toma un tiempo antes de contestar. “Estudiar, aprender el idioma del país en el que viva. Y trabajar”. Hasta entonces, todo lo que pide es, si puede ser, un cuenco de arroz y, sobre todo, sentirse al fin segura y a salvo.

Testimonios recogidos a bordo del Geo Barents en septiembre de 2022