Las actividades de promoción de la salud están destinadas a mejorar el estado general de salud de una comunidad y promover el uso de los servicios médicos. Estas actividades aspiran a mejorar las competencias que la propia comunidad tiene en términos de salud, mejorando sus conocimientos y fomentando determinados hábitos y actitudes que permiten a las personas mejorar el control sobre su salud.

Es un proceso recíproco, ya que requiere proporcionar información y sistemas de mejora a la comunidad, pero también comprender su cultura y sus prácticas.

¿Cuándo la implementamos?

La promoción de la salud es esencial para el buen desarrollo de las actividades de salud sexual y reproductiva, atención a pacientes con VIH y tuberculosis, prevención y tratamiento de la malaria, agua y saneamiento, o salud mental, entre otras. Y por supuesto, es crucial durante brotes epidémicos: debe informarse a las comunidades de cómo se transmiten estas enfermedades y cómo prevenirlas, qué síntomas tienen o qué hacer cuando alguien enferma.

Por ejemplo, en caso de una epidemia de cólera, los equipos explican la importancia de seguir unas buenas prácticas de higiene, ya que la bacteria se transmite por contacto con el agua, la comida o las superficies contaminadas. En un brote de malaria en el que se distribuyan mosquiteras impregnadas de insecticida, es esencial explicar su funcionamiento e importancia. Si nos hallamos en plena epidemia de Ébola, una de las formas de frenar la propagación del virus es asegurar que la comunidad realiza enterramientos seguros en los que no hay contacto directo con el cuerpo. En todos los casos, informamos a la comunidad de los servicios médicos que podemos ofrecer y de su gratuidad.

¿Cómo la implementamos?

A la hora de lanzar una estrategia de promoción de la salud, el primer paso que dan nuestros equipos es evaluar la situación –lo que en caso de emergencia debe hacerse con rapidez–: qué sabe la gente (sobre la crisis que motiva la intervención), cómo están reaccionando, cuáles son sus creencias y qué les influye, si sufren presiones sociales, o qué factores culturales son ventajosos o perjudiciales en esta situación. Toda esta información servirá para definir la estrategia de trabajo: qué tipo de comportamiento o hábito queremos promover, mediante qué medios, con qué ayuda (por ejemplo, con líderes de las comunidades), cómo informaremos a la gente…

La comunicación puede realizarse a través de los más diversos medios, que deben ser culturalmente aceptables y accesibles para todos por igual: debe prestarse atención a los idiomas que se hablan en la zona y a cuestiones sensibles en términos de etnias, confesiones religiosas o género, por ejemplo.

Puede ser personal, gracias a equipos de sensibilizadores comunitarios y agentes de salud, a través del propio personal sanitario en el hospital o centro de salud, en grupos de pacientes que se ayudan y aconsejan mutuamente, o en reuniones con representantes de la comunidad. Otros medios muy eficaces de promoción son los folletos y pósters, las canciones, el teatro callejero, los anuncios en la radio, la televisión o el periódico... A veces incluso una furgoneta con megáfono es el método más fácil para informar de una vacunación.

Implicar a las comunidades en la planificación e implementación de nuestras actividades no es algo nuevo: somos una organización de acción directa y el contacto con las personas a las que atendemos es personal. Pero es cierto que, al ser una organización de emergencias, cuyo trabajo por definición es temporal, no siempre es fácil crear estos vínculos con la comunidad. 
Por ejemplo, en una epidemia de cólera, instalar de un día para otro en un lugar determinado un centro de tratamiento puede provocar una reacción negativa si no explicamos que se trata de una instalación segura, que no es un foco de infección, que cuanto más cerca esté de la comunidad más rápida y fácil será la atención médica, etc. La importancia de la comunicación con la comunidad nunca debe perderse de vista.