La escena es intrigante: en la cubierta de nuestro barco de rescate en el Mediterráneo central, el Geo Barents, dos hombres de mediana edad pasan largos ratos escribiendo en un cuaderno, sentados uno junto al otro. Ambos han sido rescatados por nuestro equipo de un bote a punto de naufragar, junto a otras 74 personas, en una noche sin luna.

Sonsoles Galindo
22/06/2023

“Estoy escribiendo mi historia para vosotros”, explica Abbas, que necesita la ayuda de su amigo Ahmed para ordenar sus recuerdos desde que tomó la decisión de migrar desde Egipto. “No puedo pensar con claridad”, confiesa. Los más de dos años de maltrato y extorsiones que ha sufrido en Libia le han dejado una salud mental y física maltrechas. 

El reencuentro

Ahmed y Abbas se conocen desde la infancia, pero se reencontraron pocos días antes de ser rescatados por el Geo Barents. El primero acababa de llegar a Libia para intentar cruzar el Mediterráneo hasta Europa por primera vez; el segundo Abbas lo había intentado ya en tres ocasiones tras llevar más de dos años atrapado en una espiral de estafas, extorsiones y maltrato. Así, Ahmed y Abbas -los dos amigos- decidieron hacer la travesía juntos.

  • El diario de Abbas

‘Diarios de un migrante’

El cuaderno que escriben juntos es el relato del viaje de Abbas. Los primeros párrafos comienzan cuando decidió migrar a Europa para mantener a su familia: “Cuando descubres que no puedes darles una vida digna a tus hijos, sientes que la vida no vale nada, como si estuvieras fuera de ella”, confiesa.

Nada más iniciar el viaje, en la frontera terrestre con Libia, a Abbas le robaron el dinero y el teléfono. “Fui aislado del mundo y me perdí en el desierto”, cuenta. A los nueve meses de estar en Libia, Abbas buscó un traficante para tratar de cruzar el Mediterráneo por primera vez. 

Una prisión para secuestrar

Apenas pasó media hora en el mar, en el bote de goma, antes de que una milicia libia les interceptara. “Fue un trato con el traficante. Él me vendió”, explica. A Abbas le encerraron en la prisión de Ousama, de la que solo podía escapar pagando un dinero que no tenía. “Supe por primera vez en mi vida que existe una prisión para secuestrar seres humanos”, recuerda.

“Había muchos métodos de tortura en la prisión. Solo podía pensar en los cigarrillos y en el pan que nos daban cada noche”. A los 25 días, pidió prestado el dinero y logró salir, pero sus problemas aumentaron: ahora, además, tenía que pagar a los prestamistas. “Mi salud mental era extremadamente mala. Estaba agotado, muy agotado. Me sentí asfixiado”.

 

  • El diario de Abbas

“Deseé que me dispararan”

Abbas decidió volver a intentar cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa, por segunda vez. Contactó de nuevo con el mismo traficante, pidió más dinero prestado… y volvió a suceder lo mismo. A la media hora de estar en el mar, fue interceptado y encerrado en la misma prisión ilegal.

Esta vez, pasó dos meses encarcelado. “Sufrí tortura. Sentí la muerte cerca. Mi salud mental se deterioró hasta el punto de que deseé que me dispararan”, recuerda. Abbas se vio entonces obligado a hacer algo en contra de los motivos que le movieron a migrar: “Decidí que iba a vender mi casa y dejar a mis hijos sin hogar para poder pagar mis deudas”. 

Como una piedra

Y Abbas decidió volver a intentar cruzar el mar para llegar a Europa. Y de nuevo, las milicias le interceptaron y le encerraron en una prisión ilegal. Abbas sentía que ya no tenía más fuerzas: “Me sentí paralizado, incapaz de moverme, como una piedra. Pensé en el suicidio. No soportaba la vida”.

Pero todo cambió pocos días después de conseguir salir de nuevo de prisión. “La esperanza vino de la nada”, relata. Se dijo a sí mismo: “No descansaré hasta que llegue a Europa”. Abbas pidió de nuevo dinero prestado y buscó otro traficante, esta vez con referencias. “Mi corazón estaba seguro”, recuerda.

  • El diario de Abbas

El mar de las esperanzas

Abbas recuerda en su diario detalladamente cómo vivió este cuarto intento de cruzar el Mediterráneo, desde que el grupo de 76 personas se reunió para llegar al punto del que zaparían desde la costa libia en una embarcación hinchable.

Algunos extractos de su relato reflejan la angustia de su viaje, a bordo de la embarcación, pero también la esperanza en medio de la oscuridad:

Nos llevaron a un lugar apartado, cerca del mar de las esperanzas. Partimos a las 3 de la madrugada. 

El mar estaba en calma al principio, pero luego ‘¡ay! ¡ay! ¡ay!’. El engañoso mar cambió. Después de pasar horas de terror y remordimientos, el mar se calmó y nos dirigimos a nuestra meta bajo un sol brillante.

Ahora es de noche, el bote está pinchado y el aire de dentro se acabará en pocas horas. Las olas son demasiadas y demasiado altas. Las olas llegan por encima del bote.

¿Cuánto va a durar esto? ¡Pedid auxilio!

Nos perdimos en medio del mar. Vimos un barco y nos dirigimos hacia él. En el camino, nos detuvimos porque teníamos miedo de que pudiera ser un barco de transporte o un barco libio. Preferiríamos morir antes que regresar a Libia y ser detenidos de nuevo.

La situación ahora es peligrosa y nos conduce a la muerte. El bote de goma se está desinflando. Las olas son altas y estamos perdidos.

Todo el mundo exclama: ‘¡Oh Dios, oh Dios, Dios!’. Nadie escucha nuestra voz, excepto los peces. Pero los peces no pueden salvarnos.

Solo queríamos seguir vivos, no llegar a nuestro destino. Nos olvidamos de nuestra meta, que es llegar a Europa. Todo el mundo está pensando en cómo volver a la vida.

Oscuridad en el aire, oscuridad en la mente, oscuridad en el universo. ¿Cuál es el resultado? ¿Qué hay que hacer? ¿Cuál es el final?

La luz de la esperanza salió de la oscuridad del cielo, del fondo del mar, de la oscuridad del universo.

Agitamos y encendemos las linternas para que el barco de rescate pueda ver un pequeño punto de luz y se dirija hacia nosotros. 

Nos salva de la muerte. El barco de la vida.

Abbas escribe con Ahmed las últimas líneas del diario y se lo entrega al equipo de MSF pocas horas antes de que se anuncie el desembarco en Tarento, Italia. Un puerto seguro para Abbas, Ahmed y las otras 74 personas con las que sobrevivió a una noche sin luna en la que creía que nadie, salvo los peces, escuchaba su voz. 

Testimonio recogido a bordo del Geo Barents en septiembre de 2022.