La malaria es una enfermedad potencialmente mortal, aunque prevenible y curable. La mitad de la población mundial está en riesgo de contraerla. Los últimos datos disponibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indican que entre 2000 y 2014, el número de fallecimientos asociados a esta enfermedad cayó un 40% en todo el mundo, de 743.000 a 446.000. Sin embargo, en el periodo 2014-2018 no se produjeron mejoras significativas y en 2018 murieron 405.000 personas (de un total de casos estimado en 228 millones).

En todo caso, los grandes avances registrados se deben al uso de las pruebas rápidas de diagnóstico y a las nuevas terapias combinadas. Pero a pesar de los enormes progresos, la malaria sigue siendo un grave problema de salud pública en muchas regiones, en especial en los países de África subsahariana.

¿Cómo se transmite?

La mayoría de casos de malaria está causada por cuatro especies del parásito Plasmodium: falciparum, vivax, ovale y malariae. De todos ellos, el P. falciparum provoca la forma más grave de la enfermedad.

Este parásito es trasmitido al hombre por la picadura de un mosquito hembra del género anófeles: el parásito se multiplica en el hígado y pasa al flujo sanguíneo. Si otro mosquito pica a esa persona, el insecto se infecta, y así continúa el ciclo de transmisión.

La transmisión depende de las condiciones meteorológicas, en especial de la lluvia, el calor y la humedad, que favorecen la multiplicación del mosquito (que pone sus huevos en el agua). En muchas regiones, la transmisión es estacional y el pico se produce durante y justo después de las lluvias.

¿Qué síntomas tiene?

Los síntomas suelen aparecer entre 10 y 15 días después de la picadura, y consisten fundamentalmente en fiebre, dolor articular y de cabeza y vómitos; si no es tratada, la malaria puede amenazar la vida rápidamente.

¿Cómo se diagnostica?

En caso de fiebre, debe hacerse un examen clínico para buscar otros síntomas, como dolor de cabeza o articular. Para confirmar el diagnóstico, se puede buscar el parásito en la sangre con pruebas de microscopio. Actualmente también existen pruebas rápidas que, en 15 minutos y con una gota de sangre, permiten saber si una persona está infectada sin necesidad de laboratorio.

La prueba rápida es importante porque permite un diagnóstico y tratamiento precoces: esto puede evitar que la malaria evolucione a la forma grave y potencialmente mortal. En segundo lugar, permite tratar solamente los casos que realmente son de malaria y no otras enfermedades con síntomas similares, evitando así que los pacientes reciban medicación para una enfermedad que no tienen y que aparezcan resistencias.

¿Cómo se trata?

En muchas regiones, los parásitos de la malaria han desarrollado resistencias a parte de los medicamentos antipalúdicos tradicionales, como la cloroquina o la sulfadoxina-pirimetamina. Nuestras investigaciones en el terreno han ayudado a probar que la terapia combinada con artemisinina (TCA) es la más efectiva contra el P. falciparum; en 2010, la OMS cambió sus guías para recomendar el uso del artesunato (un derivado de la artemisinina) en el tratamiento de la malaria severa.

La artemisinina es un derivado de una planta de origen chino. De fácil utilización (por vía oral o inyectable), actúa con inmediatez y elimina el parásito en sangre más rápidamente que otras moléculas disponibles. Se habla de terapias combinadas porque la artemisinina se administra combinada con otras moléculas que siguen siendo eficaces. Esta combinación se utiliza para eliminar totalmente los parásitos del organismo, evitando hospitalizaciones por malaria severa y la aparición de resistencias a la artemisinina.

¿Cómo se previene?

El propio tratamiento del enfermo contribuye a controlar la propagación de la malaria, pero además existen medidas de prevención tradicionales muy eficaces: las mosquiteras tratadas con insecticida, que siguen siendo un medio importante para controlar la malaria. Además, los Ministerios de Salud de países como Burkina Faso, Chad, Mali, Níger Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Nigeria, Senegal o Togo han incluido en sus Programas Nacionales de la Lucha contra la Malaria una nueva estrategia: la quimioprevención de la malaria estacional (SMC), que hemos utilizado con éxito en nuestros proyectos desde 2012.

MSF y la malaria

La malaria es la enfermedad más frecuente en nuestros hospitales y centros de salud. Solo en 2019, tratamos a más de 2,6 millones de personas con paludismo. Menores de 5 años y mujeres embarazadas son nuestra prioridad, ya que son los grupos más vulnerables a la hora de combatir el parásito cuando la infección ya se ha producido: en estos casos, el rápido diagnóstico y el tratamiento precoz son esenciales para evitar casos graves que necesiten hospitalización. Además, en las regiones endémicas, distribuimos mosquiteras impregnadas a familias con embarazadas y menores de 5 años, y organizamos sesiones de sensibilización para concienciar sobre la importancia de su uso.

Además, desde 2012, llevamos a cabo estrategias preventivas como la SMC: durante los tres o cuatro meses de pico de la enfermedad, proporcionamos a los niños y niñas de hasta 5 años un tratamiento antipalúdico oral (sulfadoxina-pirimetamina y amodiaquina) durante tres días, una vez al mes. En 2017, realizamos campañas en países como Guinea-Bissau o Chad.

En 2014, también realizamos una distribución masiva de antimaláricos en Sierra Leona durante la epidemia de Ébola: durante cuatro días, repartimos 1,8 millones de tratamientos (artesunato-amodiaquina) en Freetown y su periferia. El tratamiento servía tanto para tratar los casos en curso como para prevenir la enfermedad en el momento de mayor transmisión: el objetivo era reducir la incidencia de la malaria (el brote de Ébola había debilitado mucho el sistema de salud) y evitar la confusión entre ambas enfermedades (cuyos primeros síntomas son similares).

Tenemos que adaptarnos a las poblaciones a las que queremos atender y a las circunstancias por las que pasan. A menudo, son víctimas de la violencia y el desplazamiento, y tenemos que buscar nuevas estrategias para garantizar que esto no les deja sin diagnóstico y tratamiento. Por ejemplo, en 2015 en República Centroafricana, dimos tratamiento preventivo a todos los niños de hasta 5 años de una zona de gran volatilidad, ante la perspectiva de que la población tuviera que huir y no pudiéramos tratarlos cuando llegara el pico de la malaria.

  • Cada año, la malaria mata a cerca de 500.000 personas

  • En 2018 tratamos a 2.396.200 personas

  • El 70 % de todas las muertes son niños menores de 5 años

Malaria en el mundo

La malaria es una enfermedad potencialmente mortal, aunque prevenible y curable. La mitad de la población mundial está en riesgo de contraerla. Los últimos datos disponibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS), indican que en 2021 se produjeron 247 millones de casos y 619.000 muertes, en su inmensa mayoría en África subsahariana.