El dengue es una enfermedad vírica transmitida por un mosquito, que puede presentar diferentes cuadros clínicos y cuyo pronóstico es impredecible. La Organización Mundial de la Salud la considera una enfermedad emergente susceptible de provocar epidemias en muchas regiones del mundo. De hecho, el número de casos se ha multiplicado por 30 en el último medio siglo y se estima que en la actualidad amenaza a la mitad de la población mundial: hay más de 100 países endémicos. La OMS considera que las cifras oficiales son inferiores a las reales ya que muchos casos no se registran; según las estimaciones actuales, 3.900 millones de personas viven en zonas donde hay riesgo de infección, cada año se producen unos 390 millones de infecciones y mueren 20.000 personas.

¿Por qué se está propagando?

La propagación del dengue está relacionada con los problemas de la sociedad moderna en los países con menos recursos: la explosión demográfica, la urbanización no planificada, el deterioro de los programas de salud pública y saneamiento, y la contaminación con plásticos y neumáticos donde se estanca el agua que los mosquitos utilizan como criadero. Además, debido a la globalización, personas enfermas, vectores y serotipos virales se desplazan a zonas donde antes no había casos, mientras que el calentamiento ha contribuido a ampliar los territorios donde puede vivir el mosquito y transmitirse el virus.

¿Cómo se transmite y qué síntomas tiene?

El dengue es transmitido por la picadura de un mosquito de la especie Aedes sp. infectado con alguno de los cuatro serotipos del virus existentes. Los síntomas aparecen al término del periodo de incubación (entre tres y 10 días): la enfermedad se manifiesta entonces de forma abrupta, con fiebre de moderada a alta (que puede llegar a ser incapacitante), fuertes dolores de cabeza y ojos, y dolores musculares y de articulaciones.

El dengue grave provoca, entre otros síntomas, dolor abdominal intenso y continuo, vómitos persistentes, hipotensión y/o síncope, inflamación del hígado, hipotermia, dificultad respiratoria y hemorragias, además de estados de somnolencia e irritabilidad. El dengue grave es potencialmente mortal y requiere hospitalización inmediata.

¿Cómo se trata?

El dengue no tiene tratamiento específico; por suerte, el diagnóstico temprano y una atención adecuada reducen drásticamente la tasa de mortalidad hasta menos del 1% de los casos. El tratamiento es sintomático, es decir que aborda los síntomas de la enfermedad: se administran antipiréticos para la fiebre y se hidrata al paciente (en los casos más graves puede ser necesaria la rehidratación intravenosa).

Recientemente ha sido aprobada una vacuna tetravalente que puede llegar a tener un impacto en la reducción de las formas graves, pero es necesaria más investigación para que pueda usarse a gran escala en los países afectados.

MSF y el dengue

Nuestra respuesta depende de la amplitud del brote y de la respuesta del Ministerio de Salud del país afectado. Por ejemplo, en 2010, dimos apoyo al hospital pediátrico de San Felipe de Tegucigalpa durante la peor epidemia de dengue registrada en Honduras, con 66.000 casos reportados; y en 2013, la ciudad de San Pedro Sula (la segunda más importante del país) sufrió un grave brote de dengue hemorrágico y la emergencia médica fue de tal calibre que nuestros equipos tuvieron que habilitar una unidad de cuidados intensivos especializada en el principal hospital de la región.

En otros casos, como pueda ser la respuesta al dengue en Acapulco (México) en 2013 y 2014, nos centramos en la prevención. Dado que la única forma de prevenirlo es el control vectorial, la eliminación del mosquito (destrucción de las larvas y fumigaciones), la mejora del saneamiento y la vigilancia epidemiológica son aspectos esenciales de toda intervención. En estas tareas, así como en la búsqueda de enfermos, apostamos por la implicación de la ciudadanía y organizamos actividades de promoción de la salud para sensibilizar a la comunidad y formar brigadas de fumigación.

En 2017, intervenimos durante la epidemia de dengue en Burkina Faso: en colaboración con el sistema de salud nacional, asumimos las pruebas rápidas de diagnóstico, la derivación de casos graves, la prescripción de los medicamentos para la fiebre y la atención a los enfermos. También ayudamos a mejorar la detección del virus y el tratamiento de los síntomas, por ejemplo con la administración de líquidos por vía intravenosa y transfusiones de sangre. Finalmente, desarrollamos actividades de sensibilización comunitaria en los centros de salud para alentar a las personas a buscar atención médica en lugar de automedicarse. Esta intervención continuó en 2018: habilitamos una red de vigilancia y diagnóstico de casos sospechosos, ofrecimos formación al personal sanitario y ayudamos al Ministerio a crear un plan de contingencia de cara a un nuevo brote.

La violencia urbana puede suponer un grave obstáculo para los programas de control y respuesta al dengue. En Acapulco, por ejemplo, las brigadas de fumigación y de promoción de la salud fueron atacadas por las bandas que operan en el barrio de Colonia Jardín. Pero era importante que las actividades médicas continuaran, y por eso optamos por nuevas estrategias. La principal fue reactivar las brigadas mediante la contratación de personas del barrio que, una vez formadas, pudieron trabajar con más seguridad, informando a sus convecinos, generando confianza y fumigando sus casas.